LOS
ESCRITORES SOMOS PROFESIONALES. PRIMERA PARTE.
En
muchas ocasiones los escritores se enfrentan, nos enfrentamos, al
desconocimiento absoluto acerca de nuestra profesión, a las injusticias
sociales, al menosprecio por parte de los que rodean o la sociedad en general o
sencillamente cargamos con mitos que o bien nos sobrevaloran, o bien nos
sobrestiman, con lo que en ambos casos salimos perdiendo. En este artículo-opinión
pretendo dejar muy clara mi postura acerca de las barreras sociales y los
problemas a los que nos solemos enfrentar los escritores a lo largo de nuestra
carrera literaria que no profesional.
Porque
es una profesión, esto hay que tenerlo muy en cuenta. Es uno de los primeros
retos a los que se enfrenta un escritor: dignificar su trabajo. En muchas ocasiones
hemos escuchado aquello de “búscate un
trabajo de verdad”, o “déjate de
tonterías” cuando se refieren a la profesión. Es similar a cuando en los
tiempos de nuestros abuelos, o bisabuelos, se referían a los cantantes o
actores como “gente de baja estofa, de
mal vivir, sinvergüenzas sin honor ni moral”, no digamos si era una mujer
la que subía a representar una obra de teatro o cantar; directamente era
tratada como ramera. Y es que lo de despreciar, insultar y humillar al artista
ya viene de muy lejos, de la Roma republicana, cuando en los cargamentos de
esclavos importados de las ciudades griegas venían mezclados con los demás
desventurados poetas, filósofos, actores, músicos y demás “ralea” que fueron
inculcando a los vencedores su superior cultura. A esto muchos romanos
reaccionaron con una especie de mezcla entre odio, orgullo desmedido (eran los
conquistadores) y ciertamente un gran complejo de inferioridad ante la
genialidad griega. Dado que los griegos habían sido vencidos sobre todo por su
decadencia, y los más decadentes eran los artistas (se metían con los dioses,
osaban insultar a los que mandaban, eran contrarios al poder reinante…), era
lógico pensar que todo aquel que quisiera ser artista era alguien de moral
dudosa y baja condición social.
Esta
forma de pensar ha llegado, evolucionando según la época, hasta nuestros días y
si bien se admite que una persona pueda convertirse en artista, y hasta se le
aplaude por ello, no menos cierto es que solamente se le aplaude y anima cuando
ha “triunfado”, no antes. Es decir, si escribes y vendes cientos de miles de
libros y ganas decenas de miles de euros eres un triunfador, todos te apoyarán,
te darán premios y tus conocidos se hartarán de decir que te apoyaron en todo.
Eres escritor reconocido y tu arte se verá ensalzado como lo que es: una
profesión. Pero si no consigues nada de eso, dinero y fama, entonces se te
escupirá, insultará, se pondrán trabas a lo que hagas y tendrás que soportar
reproches, menosprecios y toda falta de ayuda porque, entonces sí, lo tuyo no
es un trabajo de verdad.
Por
supuesto, esto no es siempre así. Se puede ser afortunado y tener personas que
te apoyen en tus inicios, o puedes encontrarte en una sociedad que acepte lo
que quieras ser y a que dedicarte, pero, hay que reconocerlo, son los casos
menos frecuentes. Lo normal es encontrarte de frente la ignorancia y el
menosprecio a lo que haces. Y, ciertamente, tras la ignorancia y el menosprecio
a la profesión de escritor se sucede el no reconocimiento a tu esfuerzo, el
obviar tu sacrificio y el no recompensar de forma adecuada tu trabajo. Todo el
mundo quiere leer, todo el mundo. Ya sea un periódico, la receta de un pastel
de chocolate, una novela de acción, una revista del corazón o el horóscopo en
un periódico. Y hay muchas cosas de más consumo que se benefician de la tarea
de un escritor, como pueden ser las películas y series de televisión (detrás
deben existir guiones escritos por gente con imaginación, escritos gracias a la
dedicación y el esfuerzo). Para poder hacer frente a la inmensa, titánica,
demanda que la sociedad necesita para cubrir sus exigencias culturales deben
existir escritores en múltiples géneros que empeñan su tiempo, esfuerzo y
sacrificio en hacerlo posible.
La
necesaria remuneración de un escritor.
Una
de las cosas que la inmensa mayoría de las personas no suelen tener claro, más
que nada por culpa de la ignorancia y vanidad, es que no es lo mismo Educación
que Cultura. Y como bien apesebrados que son, conducidos sabiamente por la
manos de aquellos que les dirigen y necesitan de su ignorancia para seguir
encaramados al poder, confunden una cosa con la otra, sobre todo en términos de
“público” y “bien de todos”. Ya, pero no es así. Si bien defiendo que la
Educación sí debe ser gratuita (que en realidad no lo es, pues para eso se
pagan impuestos: para mantener la Educación “gratuita”) y obligada para todos,
no ocurre lo mismo con la Cultura. Porque la Cultura es una profesión como
cualquier otra en donde trabajan profesionales de muy diversos sectores que necesitan
un estipendio para poder seguir trabajando y dar a la sociedad lo que demanda,
que no es más ni menos que Cultura a cascoporro, confundiendo Cultura con
Educación, cuando en realidad debería ser al revés: más Educación y menos
Cultura de inicio, y mejor que nos irían las cosas si fuera así. No os
confundáis con lo que escribo, ni me tengáis como un anti-cultura, nada de eso.
A lo que me refiero es que sin una educación de base es más difícil poder
aceptar la Cultura y entenderla, sobre todo apreciarla, y con una buena
educación la Cultura es asimilada más correctamente y aceptada como lo que es,
que no es ni más ni menos que la materialización del ser humano de sus sueños,
su espiritualidad, concepción artística de lo que le rodea y sobre todo sus anhelos
compartidos con los demás. Y Cultura es todo lo que hace el ser humano más allá
de sus tareas instintivas y más básicas: dormir, comer, procrear, defenderse…
Cultura es todo aquello que se sale de esos márgenes, porque no es lo mismo
salir a cazar porque te mueres de hambre, que preparar recetas experimentales
para saber cuántos grados de sabores puede alcanzar un plato de pasta con
trufa. Comer no es cultura, pero la Cocina sí es una expresión, una más, de la
Cultura que rodea al ser humano.
Y
esto me lleva a una aplastante conclusión. Ser cocinero es una profesión, y
todos aceptamos que a los cocineros hay que pagarles. Aceptamos las reglas que
si vamos a un restaurante y pedimos comida tenemos que pagarla, porque
entendemos que detrás de esos platos existen personas que han trabajado en la
cocina para prepararlos, otros que los han servido y aquellos que los limpiarán
tras la degustación. Y aún a sabiendas que comer es una de las cosas
indispensables que necesitamos para sobrevivir pagamos por los alimentos. Si
compras una barra de pan, la pagas. Y se entiende que parte del dinero que se
da por esa comida es para pagar al cocinero, al panadero, al pastelero… Ahora
bien, si aceptamos que hay que pagar por la comida, y que un panadero debe
tener un sueldo para sobrevivir y seguir haciendo pan que luego comeremos, si
comprendemos que ser panadero es una profesión, ¿por qué no aceptar que es la
misma regla para los cantantes, los actores, los escultores, los pintores, los
escritores…? ¿Por qué entonces negamos la categoría de profesión a la escritura
y negamos al escritor su calificación como profesional y, consecuentemente, su
justa retribución? ¿Es qué acaso el escritor no necesita sobrevivir y pagar
facturas como el panadero, no necesita un sueldo para tener que seguir
escribiendo?
No
sé como será el caso de otros escritores, pero voy a narrar mi experiencia
profesional que, al parecer, es compartida por muchos compañeros de profesión.
Cuando comienzo a trabajar en una nueva novela no tengo ni idea de si dicha
obra va a ser publicada, ni tan siquiera si jamás la leerá un editor o tan sólo
un lector. Lo único que sé es que debo dedicar tiempo, esfuerzo y sacrificio en
una tarea que, de momento, no va me a reportar ningún beneficio. Dado que no
tengo un sueldo ni la certeza de que vaya a ganar dinero con mi libro, me veo
obligado a trabajar en otras cosas para obtener dinero, tareas que me quitan
tiempo para dedicarlo a la escritura. En ocasiones he tenido trabajos que no me
han permitido escribir por un tiempo, pues son agotadores y, creedme, es muy
difícil ponerse a escribir cuando llegas a casa agotado por largos horarios de
trabajo. Pero lo haces, porque no te queda otra y porque el libro no se va a
escribir solo. Es un riesgo, pues cuando se escribe agotado, tanto física como
mentalmente, es muy fácil cometer errores que luego repercuten en la calidad de
lo que has escrito. Y esto no es todo. Cuando escribí mi trilogía de novela
histórica CRÓNICAS DE UN CONQUISTADOR, basada en la conquista por parte de España
del imperio mexica en el siglo XVI, tuve que comprar muchos libros de consulta,
amén de pasarme tardes enteras en bibliotecas, visitar universidades y estar en
continuo contacto con expertos en el tema. Pasé muchas horas estudiando para
poder escribir unas buenas novelas. Todo aquello me supuso un fuerte reembolso
de dinero que, por supuesto, pagué de mi bolsillo. Antes de ponerme a trabajar
en las novelas, que tardé tres años en tenerlas finalizadas, tuve que estudiar
y prepararme durante casi un año. No sabría decir cuánto dinero me gasté
simplemente en la preparación, pero os puedo asegurar que fueron más de
setecientos euros. Por suerte pude publicar CRÓNICAS DE UN CONQUISTADOR, y
ahora os preguntareis si conseguí recuperar el dinero invertido en ello. Sí, lo
hice, a costa de años de ventas, pero porque pude publicar, pero, ¿y si no lo
hubiera hecho? Y aún publicando no he ganado dinero con mis libros, no he
podido vivir de ello pese a que tuvo buenas ventas y a día de hoy los lectores
siguen demandando las obras. ¿Por qué?
Los
mitos de los escritores.
No
es cierto que los escritores hagamos libros porque deseamos enriquecernos, es
un mito. En todo caso, es cuando se ha triunfado y la editorial con la que
trabajas te demanda libros que sabes se van a vender a decenas de miles cuando
comienzas a ver dinero en tu bolsillo y a querer ganar más si se puede. Pero en
los inicios a los escritores los que nos mueve es el ansia de narrar historias
y compartirlas con los demás. Si ganamos dinero con ello estupendo, si podemos
dedicarnos exclusivamente a ello, mejor. ¿Cómo vamos a escribir por dinero, si
no se te paga por escribir? ¿Sabéis de donde obtiene un escritor su sueldo? No
vamos a hablar de Keith Foller, ni de Arturo Pérez Reverte, pues son escritores
consagrados a los que sus editoriales tienen bien pagados para que no se vayan
a trabajar a otra parte. Vamos a hablar del 99% de los escritores del mundo, de
esos que de cuando en cuando publican uno o dos libros, o, si tienen suerte y
talento, más de una docena de obras. No se te paga por escribir, si vas con el
proyecto de una novela a un editor y a este le gusta te dirá: “De acuerdo, escribe el libro”, pero
nada más. No hay dinero, no te pagan para que dejes de trabajar en tu otro
trabajo y te dediques exclusivamente a escribir. En todo caso, lo normal es que
pidas un adelanto y si te llevas bien con el editor te lo den. El adelanto es a
cuenta de los libros que vayas a vender, y nunca suele ser mucho dinero.
Lo
de las ventas es muy peregrino. Puedes ganar dinero como no ganar nada. Y si
encima pides un adelanto y luego no vendes a lo mejor hasta pierdes dinero,
aunque normalmente se te da el adelanto porque se tiene confianza en tus obras.
Un autor obtiene entre un 8 y un 12% de las ventas de los libros. Si un libro
cuesta 20 euros, pongamos por ejemplo, puedes ganar unos dos euros por cada
ejemplar vendido. Eso significa que para obtener un sueldo regular de 600 euros
mensuales, tienes que vender trescientos libros mensuales, lo que no está nada
mal. Pero claro, los tienes que vender. Si un mes no se venden libros, no se
gana nada, y si la tirada es de quinientos a mil ejemplares, entonces sabes que
aunque los vendas todos tampoco es que vayas a obtener muchos beneficios. Y,
por supuesto, del dinero que obtengas hay que restarles los pertinentes
impuestos. Es decir, que a no ser que seas un autor aupado en las listas de
éxitos y grandes ventas mundiales, estas abocado a saber que pese a todo tu
trabajo y esfuerzo no vas a ganar mucho dinero y desde luego no te vas a poder
dedicar en exclusiva a escribir.
Esto
demuestra que un escritor no se mueve impulsado por los beneficios económicos
que le pueda dar su obra, sino que son otros motivos los que le conduce a tan
dura e ingrata profesión. Incluso puedes llegar a publicar y no ganar nada de
dinero, pues algunas editoriales (no muchas, hay que reconocerlo), consideran
que con publicar tu obra ya estas pagado. Eso suele ocurrir sobre todo si eres
desconocido o un escritor novel. Peor todavía. Es tanta el ansia que un
escritor puede llegar a tener por ver su novela publicada (es su meta), que
puede incluso ceder sus derechos de autor con tal de que el libro vea la luz.
En estos casos, el escritor cobra equis cantidad de dinero y cede por siempre
los derechos de publicación y autor. Esto jamás debe hacerse, jamás, pero por
desgracia suele ocurrir. Quiero aclarar que estas situaciones extremas no se
dan en todas las editoriales, sino en muy pocas. Lo más corriente es que cobres
el tanto por ciento de las ventas y un adelanto, y si eres un autor que
consigue dar beneficios a la editorial y esta quiere que no escribas para
otras, te puede pagar sencillamente para que escribas una o dos novelas al año
independientemente de que vaya a vender mucho o poco. Pero incluso los autores
más renombrados no se dedican únicamente a escribir libros, sino que compaginan
su carrera literaria con otros quehaceres, como puede ser el periodismo, la
enseñanza, la construcción, ejercer de taxista, el teatro…
Como
podéis comprobar, el glamur y la riqueza que dan la profesión de escritor no
van parejos con lo que la gente, por lo común, suele aceptar como algo normal
en la vida de un autor. A lo largo de mi carrera me he encontrado con
comentarios acerca de mi pasión por escribir del estilo de “los escritores en realidad son gente vaga, que no quiere trabajar”,
“son ricos que se aburren y no tienen
otra cosa que hacer” o “son ilusos,
deberían darse cuenta de la realidad que les rodea”. Y el más repetido de
todos, producto, una vez más, de la ignorancia: “¿Ah, pero es qué para escribir se necesita esfuerzo? ¿Qué trabajo
puede tener escribir un libro?”.
Un artículo genial, como todos los tuyos.
ResponderEliminarMuchas gracias, José Luis, así da gusto escribir entradas y colgarlas en el blog…
EliminarLa segunda parte no se queda atrás, te pone a reflexionar bastante.
ResponderEliminarEsa era mi intención, José, que la gente reflexione acerca de los escritores y su dura tarea. Espero aportar mi granito de arena a la causa, ja, ja, ja…
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