LA GÉNESIS DE...
LA CAÍDA DEL
ÁGUILA
La génesis de “La caída del Águila”
tiene su origen principalmente en tres circunstancias: los juegos de rol, mi
pasión por la Historia de la antigua Roma y en concreto las legiones y las
ganas de escribir una novela de aventura y fantasía denominada en la actualidad
“oscura” pero que prefiero llamar “épica”.
Tengo que aclarar que la primera
parte de “La Saga del Águila” en su momento fue concebida como una historia
auto-conclusiva y que las demás continuaciones vinieron tanto por la presión de
los lectores como por el empeño del que era mi editor por entonces: José
Márquez Periano. Hablaré de ello más adelante. Ahora adentrémonos en una novela
de romanos, monstruos, acción, bárbaros y épica a raudales.
El origen
Corría el año 1998 cuando se me
ocurrió la idea de escribir una novela sobre legionarios romanos, un tema al
que le iba llevando dando vueltas desde hace bastantes meses. La cuestión es
que quería escribir algo que se saliera de lo corriente, que enlazara directamente
con el tipo de literatura que mi me gusta, al estilo de H.P. Lovecraft, Robert
E. Howard y Arthur Conan Doyle. Ahí es nada la mezcla, pero como digo, iba
madurando poco a poco la idea y tomando conciencia de que la tarea era bastante
difícil. Por entonces jugaba bastante al rol y de ahí partió la idea principal.
¿Por qué no crear un mundo alternativo al nuestro donde las reglas fueran
diferentes? Entonces sí me sería más fácil mezclar los géneros literarios de
mis autores favoritos y además rendir un sentido homenaje a tales maestros.
Aunque era también mi deseo rendir un homenaje en forma de novela a otros
autores como Robert Graves o Mika Waltari todavía no me veía con la suficiente
experiencia ni técnica para hacerlo.
Los juegos de rol me inspiraron a
crear una historia de aventura en su estado más puro, donde la fantasía pudiera
ser “creíble” y se mezclara hábilmente con la realidad histórica. De esta forma
conseguiría tres factores importantes: alejarme de las tópicas y típicas
novelas históricas de romanos, crear algo original y sentar las bases de un
mundo literario propio que podría explorar más a fondo en otras novelas. Si
bien se me puede acusar (con toda razón y orgulloso estoy de ello) de estar
bastante influenciado por Howard, Poe, Doyle y Lovecraft en cuanto a la
creación de dicho mundo y mi estilo literario, no menos cierto es que a partir
de “La caída del Águila” supe ir depurando mi estilo a la vez que ir puliendo
los detalles del universo oscuro y épico que había creado. Aunque, debo
reconocerlo, cuando comencé a escribir la novela no tenía muy claro a donde
podría llegar.
De los juegos de rol cogí el ritmo
de la historia. Es decir, en un juego de rol se comienza con una decisión o
acción que inevitablemente te conduce al objetivo final, pasando por una serie
de pruebas y teniendo que tomar decisiones que pueden ser beneficiosas o no. La
acción es lineal y directa, siempre creciendo y no dando un respiro al jugador
que siente que poco a poco al principio, para acelerar después, se acerca a un
desenlace que puede ser inesperado, pero divertido. Eso fue lo que hice con “La
caída del Águila”.
La historia
¿Qué momento de la Historia de la
antigua Roma podía escoger para comenzar a escribir mi novela? Prácticamente ni
lo pensé: el inicio del Imperio con Augusto al mando. Fue un momento crucial
para Roma, cuando estuvo a punto de desaparecer por culpa de las guerras
civiles. Cualquier otra civilización hubiera desaparecido en su locura
destructiva, pero Roma no solamente sobrevivió sino que se hizo más fuerte. Y aunque
ya eran simplemente soberbias, las legiones romanas se convirtieron gracias a
su profesionalización y control por el Estado romano en las más perfectas
máquinas de guerra de toda la Historia de la Antigüedad. Ya escogido el tiempo
histórico, era simplemente elegir el momento adecuado donde situar la acción
que ya tenía pensada en mi mente: un puñado de romanos que sobreviven a una
derrota militar y se ven obligados a recorrer cientos de kilómetros antes de
llegar a territorio amigo. Por el trayecto se verían obligados a enfrentarse no
solamente a sus enemigos, sino también a criaturas de pesadilla de las que el
mundo civilizado, en su mayor parte, no conoce nada. Con estas premisas, de
inmediato hubo un momento histórico que me llamó poderosamente la atención: la
derrota de tres legiones a manos de los germanos en los bosques de Teotoburgo
en el año 9 a. C.
Ya tenía el contexto histórico, y
también el punto de partida de la historia y el inicio de la acción que
llevaría a los personajes a vivir su tan terrible como épica aventura.
Las sombras de
Lovecraft, Doyle y Howard; los Dioses Oscuros
De Howard tomé su trazo vigoroso y
poderoso para las escenas de acción, la presentación de personajes fuertes y más
grandes que la vida. De Lovecraft su oscuro terror cosmogónico y situaciones
imposibles que sobrepasan en mucho a los meros mortales. De Doyle su forma de
tratar el misterio y de dar siempre una solución a los problemas más
irresolubles. Mézclese todo esto y tómese de forma adecuada. Así nació la
historia de “La caída del Águila” y, sobre todo, fue la presentación de los
Dioses Oscuros, entidades primigenias e inabarcables que moran en otras
dimensiones y en universos fríos y muertos. Poseen inteligencias infinitas,
están más allá del bien y del mal y sus propósitos reales nos son desconocidos.
Saben sacar lo peor del ser humano y aprovecharse de ello para sus desconocidos
planes. Son dioses que han chocado y peleado con los dioses de nuestra
“realidad” y debilitado las barreras de entre mundos, propiciando que otras
aberraciones encuentren el camino hacia nuestro mundo plagado de Vida. Los
Dioses Oscuros fueron derrotados en un principio, pero sus aliados lograron
llegar a nuestro planeta para esconderse y recuperarse de sus heridas; son los
antiguos mitos y leyendas, las pesadillas que acecharon a la Humanidad desde el
principio de los tiempos. Mientras tanto, los Dioses Oscuros, desde su exilio
en otras dimensiones, planean volver para seguir con el combate, tentando a los
humanos más locos, ambiciosos y sanguinarios para que cumplan con sus
designios. Inconscientes, estos humanos llevarán a cabo las acciones más viles
y abominables creyendo servir a dioses que les recompensarán por sus servicios.
Podría explayarme más sobre los
Dioses Oscuros, pero es mucho mejor leer la novela, ¿no? La cuestión es que fue
en esta historia donde hicieron su primera aparición. Y aunque no sean más que
un producto de la imaginación, a poco que uno estudie algo de Historia podrá
comprobar que la Humanidad ha rendido culto a dioses tan sanguinarios y
pavorosos como los Oscuros, dioses de muertos, de caos, destrucción y sangre.
Escribiendo la
novela
Antes de ponerme a trabajar en la
historia, tuve que dedicar un tiempo a estudiar acerca del periodo histórico
elegido, pero sobre todo a recabar información acerca de las legiones romanas,
verdaderas protagonistas aunque de forma indirecta. Una vez hecho esto, creé
los protagonistas, en un principio un puñado de ellos, pero que por causa de
las aventuras y desventuras al final acabó en tres: el explorador germano
Segestes, el Tribuno Militar Marcelo y el legionario Sexto.
A pesar de estudiar y comprar libros
sobre el tema, por esa época todavía no tenía los conocimientos que hoy en día
poseo, por lo que cometí algunos fallos en la concepción de las situaciones
históricas, pero al menos podía excusarme con que no era nuestra “realidad”.
Hay que tener en cuenta que hasta entonces no había escrito nada de novela
histórica aunque fuera mezclada con trasfondo sobrenatural tipo Lovecraft. La
novela histórica es muy difícil y hay que tener un cierto dominio del arte de
la escritura. Aunque ya hacía tiempo que deseaba escribir la historia, tuve que
esperar a poseer los conocimientos adecuados y la mínima técnica necesaria para
poder afrontar un reto tan dificultoso.
Cuando afronté el inicio de la
novela sufrí un ataque de pánico (los escritores sabrán bien de lo que hablo)
al creer que no sería capaz de escribir la historia. Lo veía tan difícil y
estaba tan lleno de dudas que simplemente pensé que era imposible. Estuve un
breve tiempo sin atreverme a empezar, no escribí ni una palabra, pero al final
logré tener la suficiente confianza para atreverme con el reto. Lo que pasó fue
que a base de contar a todo el mundo que quiso escucharme de que iba mi próxima
novela me puse en la situación de que si no escribía dicha obra iba a quedar
muy mal ante mis amigos y conocidos, a los que había aburrido a base de
discursos acerca de la excelencia y originalidad de la novela. No me quedaba
otra más que escribir o quedaría como el charlatán que fanfarronea mucho pero
que a la hora de la verdad nada de nada.
Una y no más
Como ya he dicho, pretendía que “La
caída del Águila” fuera una historia con un principio y un final. Para nada era
mi idea la creación de una saga que encima hundiera también sus insidiosos y
oscuros tentáculos en otras tramas de algunas de mis novelas, llevándome a la
creación de una especie de universo en el que las diferentes épocas y situaciones
tienen algo en común, a veces directa otras más sutil: los Dioses Oscuros.
Si lees alguno de mis libros y te
encuentras con esta presentación:
“Este es un
libro de aventuras y de ficción, es por eso que no se respeta la Historia ni se
pretende dar lecciones sobre nada excepto en entretener y dejar volar
libremente la imaginación. Dentro del mundo en el que vivimos existen otros que
pudieron ser, que no se rigen por las mismas leyes que el nuestro. Este es uno
de esos mundos.”
¡Ojo! En algún momento habrá una
referencia a los Dioses Oscuros, e incluso puede que a otros personajes de
otras novelas. No hace falta mentarlos, están ahí, son la parte oscura y más
terrible de nosotros, pues es ahí donde habitan y desde donde nos manipulan.
En fin, que a pesar de lo que diga
mi novela no iba a ir más allá de un final bien establecido por mí, creyendo
que con esto se acabaría la cuestión. Puesto que había sido una experiencia
bastante traumática en el sentido que me costó muchísimo poder escribir la historia
(pero también bastante gratificante) y que me había visto obligado a parar cada
dos por tres para poder seguir recabando datos y corregir errores, me dije que
no volvería a escribir una novela histórica (por muy épica y fantástica que
fuera) en bastante tiempo. Con una tenía más que suficiente.
Intentando
publicar la novela
Una vez concluida la novela comencé
a enviarla a diferentes editoriales. En la carta de presentación incidía en lo
original de la historia y en el tratamiento de las legiones romanas y de los
personajes principales. Hacía mucho tiempo que no se publicaban novelas de Roma
(ahora es muy común, pero os aseguro que en esa época no) y era llegado el
momento de volver a ello. Las editoriales no atendieron a mis ruegos. Algunas
sí prestaron algo de atención e incluso un par de ellas quisieron publicar la
novela, pero las condiciones que me ofrecieron eran muy malas y no acepté.
También tuve una propuesta de una editorial latinoamericana, pero de igual modo
las condiciones eran malas y descarté la propuesta.
En el año 2000 salió en los cines la
película “Gladiator” de Ridley Scott, una poco original película de romanos que
revitalizó el género del “péplum” que llevaba décadas muerto. Gracias al enorme
éxito comercial de esta película el interés por la antigua Roma se despertó
entre los lectores. Pudiera pensarse que gracias a “Gladiator” mi novela
tendría mayores posibilidades de ser publicada, pero fue todo lo contrario.
Puesto que enseguida se vio que lo “romano” generaba ganancias comerciales,
comenzaron a surgir como setas tras las lluvias las novelas de romanos, ya
fueran de ficción o ensayos, y claro, los autores de renombre y las grandes
editoriales se sumaron a la iniciativa de inundar el mercado literario con
libros y novelas sobre Roma en todas las facetas de su Historia. Esto dejó a
los autores totalmente desconocidos y noveles como yo aparcados no a un segundo
plano, sino a otro plano de existencia literalmente. No interesaban novelas de
desconocidos, sino de grandes autores de éxito mundial. Ellos escribieron las
novelas de “romanos” y ellos me cerraron las puertas junto con las editoriales.
Megara Ediciones
y cambios en la novela
Así pues, se comprenderá mi desesperación.
Más de un año para escribir la novela, montón de horas estudiando, dinero
gastado en comprar libros y horas y horas de trabajo, angustia, sacrificio y
más trabajo para que luego nadie te haga caso. Esta es la vida del escritor,
muy lejos de esa otra de glamur y dinero que se piensa la mayoría de la gente
que es. Puesto que la inmensa mayoría de editoriales me cerraron las puertas,
comencé a moverme por las pequeñas e independientes. Fue así como mi manuscrito
cayó en manos de un editor literario de nombre José A. Márquez Periano.
Por entonces Periano trabajaba para
La Factoría, una importante editorial especializada en novela de ciencia-ficción
que publicaba varias decenas de títulos al año. La Factoría poseía algunas
ramificaciones dentro de su empresa que se dedicaban a publicar novelas de
otros géneros de autores desconocidos y patrios, dando así la oportunidad al
público de conocer otras obras. Pero la cuestión es que La Factoría fue
absorbida por otra editorial que decidió cerrar esas ramificaciones; el dinero
es lo único que importa y los que dan dinero son los autores de éxito, no los
desconocidos.
La cuestión es que muchas novelas
quedaron sin publicar y manuscritos enviados por escritores quedaron en el
limbo. Uno de esos manuscritos era el de “La caída del Águila”. Periano leyó la
historia y de inmediato quedó prendado de ella. No en vano también es un
entusiasta de la Historia de la antigua Roma. Le gustó el tratamiento que di a
la novela, el arrollador principio de la misma, la historia, la descripción de
las batallas y la sensación de encontrarse dentro de la acción mientras leía.
Periano, junto con otros socios, fundó la editorial Megara, que después pasaría
a llamarse Medea y más adelante Stuka Ediciones, nombre que conserva a día de
hoy, y se puso en contacto conmigo para que habláramos acerca de la publicación
de la novela. Esto fue en el año 2006. Fijaros si pasó tiempo desde que escribí
la novela hasta su publicación, y gracias puedo dar, pues fui afortunado por
publicar.
Periano quería lanzar una colección
de novelas de Historia, y aunque en la mía se mezclaba el tema histórico con el
género sobrenatural y fantástico supo que estaba ante una gran novela, según
sus palabras. Pero la novela era demasiado corta para su gusto. Debía ser un
poco más larga, ya que de lo contrario quedaría un libro demasiado corto. Tuve
que hacer tres capítulos más y puesto que me vi obligado a ello creí que sería
bueno escribir un capítulo para cada personaje principal que sirviera para
ahondar en su historia. De ahí que muchos lectores noten un “cambio de estilo”
en determinadas partes de la novela, y eso es debido a que desde que escribí
por primera vez la obra, en 1998, hasta que añadí más páginas, en 2006, pasaron
bastantes años en los que mejoré y pulí mi estilo como escritor, así como la
técnica. Aparte de alargar la novela, Periano me indicó que debía también dejar
el final algo más abierto. Si la novela tenía éxito siempre se podría sacar una
segunda parte. No hay que olvidar que era el editor y debía velar por los
intereses económicos de la empresa. Bueno, no había problema en cambiar el
final y dejarlo algo más confuso y abierto. Pero no se terminaron ahí los
cambios. El siguiente que Periano me propuso me dejó bastante descolocado
primero e irritado después.
J. S. Charles
allende los océanos
Mi editor se basaba en los mismos
parámetros que las grandes editoriales: si quería vender ejemplares de mi
novela tenía que atraer la atención del público lector. Y para eso era
indispensable cambiar mi nombre a un seudónimo; en inglés a ser posible. Se
esgrimieron las mismas razones que se siguen esgrimiendo en la actualidad, por
desgracia, a saber: que un autor extranjero vende más que uno patrio y por
tanto hay que hacer creer al comprador que adquiere una obra de un autor
extranjero. Había también otra razón, y es que uno de los distribuidores de
Megara también trabajaba en Estados Unidos y creía que para entrar en el
mercado norteamericano bien se podría cambiar mi nombre.
Al principio me negué a poner un
seudónimo, me parecía (y me sigue pareciendo) ofensivo, pues el seudónimo está
bien cuando es el propio autor quien desea ponerlo, por la razón que sea, pero
no cuando te lo imponen. Pero no tuve más remedio que claudicar pues corría el
peligro de que mi novela no se publicara. Al final llegué a un acuerdo con la
editorial: lo que haría sería poner mi nombre en inglés con ciertos ajustes. Y
se llegó a esto: J. S. Charles. Que no es más que Juan Sánchez Carlos, o sea,
Juan Carlos Sánchez.
La novela se publicó en formato
bolsillo con tapas rígidas con alas, bonita presentación y una buena
maquetación. En Estados Unidos se hizo una tirada de mil ejemplares pues aunque
es un mercado enorme y de ventas espectacular era aconsejable antes una prueba
para ver que tal. En España se hizo la misma tirada y se distribuyó sobre todo
por La Casa del Libro y librerías, aunque también El Corte Inglés lo llegó a
tener en venta.
Los mil ejemplares en USA se
vendieron en apenas tres semanas. Al parecer la novela allí caló muy bien y
pronto la editorial se vio inundada con pedidos por parte de librerías
norteamericanas. En cuanto a España, al principio las ventas no fueron buenas,
pero poco a poco la tirada se fue agotando. Pero la cuestión es que había
triunfado en USA, que era lo que se buscaba. Todo parecía ir de perlas, pero
sucedió que el distribuidor con el que trabajábamos en el mercado
norteamericano quebró y tuvo que ir a suspensión de pagos. Aquello nos cerró de
momento las puertas al mercado USA y fue un varapalo importante para la
editorial, no digamos para mí.
Del libro de
papel al libro electrónico
La tirada española también terminó
por agotarse y se hizo otra segunda edición pero con bastantes menos
ejemplares, creo que anduvo por los doscientos. Las críticas y las ventas
parecían haber respondido a pesar del descalabro del distribuidor
norteamericano. Mi editor me propuso escribir la segunda parte y a esa tarea me
dediqué, pero lamentablemente Megara entró en crisis por las malas ventas de otras
líneas editoriales y al final, años más tarde, tuvo que cerrar. Volvería a
abrir, pero bajo el nombre de Medea y más tarde Stuka y para dedicarse
únicamente a libros de ensayo y temática militar, que es lo que le da ciertos
beneficios.
Descompuesto, con los derechos de
publicación de “La caída del Águila” de nuevo en mi poder, moví la obra por
otras editoriales, pero a la vista de las negativas o el ignorar mis peticiones
tuve que dar por sentado que, de momento, no iba a publicar de nuevo en papel
mi novela. Cosa que no podía entender, porque tanto las críticas como la
edición con Megara fueron un éxito dentro de mis posibilidades.
Me puse en contacto con una
editorial argentina llamada nEd al que le gustó mucho la obra, y gracias a Bea
Silva, una de las socias de nED, pude volver a tener publicada la novela. El
problema consistía en que nED era una editorial especializada en novela romántica
y erótica (o ambas cosas) y por tanto el público lector tendía a esos géneros y
era muy difícil que se fijaran en “La caída del Águila”, cosa que pasó.
Más adelante nED también cerraría
para reconvertirse en otra editorial, pero aunque les estaba agradecido por la
oportunidad brindada, pensé que mi novela no tendría la repercusión que deseaba
si seguía publicando con ellos. Pero gracias a nED pude darme a conocer en
Argentina y de ahí a otros países latinoamericanos en los que estoy publicando,
aunque otras novelas.
¿Qué hacer? Me fijé en Amazon y me
dije que si en España las editoriales no me hacían caso tal vez publicarla de
forma independiente en un soporte digital y sobre todo a través de un portal
como Amazon que vende de forma internacional me sería más provechoso. Y así
fue. En Amazon puse tanto “La caída del Águila” como sus siguientes partes y
aunque en un principio las ventas fueron más bien flojas en la actualidad es la
novela mía más vendida, llegando incluso a ser seleccionada por Amazon para
promociones especiales. Cuenta además con buenas críticas tanto en España como
en México y Estados Unidos y llegó a estar por dos meses en el puesto número
siete en ventas en el género de novela histórica. Y publicada con mi nombre
verdadero, en español.
¿Cuál es el futuro de “La caída del
Águila”? Lo cierto es que de momento no me planteo dejar de publicarla en Amazon,
aunque no me gusten mucho las condiciones de dicho soporte, pero estoy contento
en el sentido de que me ha permitido darme a conocer a los lectores. Por otro
lado, me gustaría mucho verla publicada en formato papel con una buena
editorial, pero está claro que el mercado editorial español es francamente malo
para los escritores como yo y de momento no creo que sea factible que mi
ilusión se haga realidad. Pero no se sabe, porque en cualquier momento puedo
llamar la atención de un editor y pegar el campanazo padre, ojalá.
Gracias al éxito de “La caída del
Águila” escribí la segunda parte, “La sombra del Águila”, y también gracias al
enorme éxito de la segunda parte escribí la tercera, “Roma Imperial”, pero de
esto ya hablaré en su determinado apartado.
Si te ha llamado la atención la
génesis de “La caída del Águila” y te gustaría leerla, te dejo un enlace
directo a la página de Amazon donde está a la venta. Tan sólo tienes que
pinchar AQUÍ e irás directo. Muchas gracias y hasta la próxima.
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