Dönitz, Karl nació el 16 de septiembre de 1891 en Grünau, cerca de Berlín, hijo de un próspero ingeniero en el seno de una familia burguesa. Comenzó su carrera en la Marina Imperial en abril de 1910. Durante sus primeros años como oficial de marina, el teniente Dönitz los pasó a bordo del crucero SMS Brelau. Tuvo una breve experiencia en un escuadrón de hidroaviones hasta que en 1916 comenzó su carrera en el arma submarina. Pasó nueve meses en cautiverio, en un campo de prisioneros, hasta 1920.
Regresó a la Kriegsmarine, donde permaneció hasta 1935. Es en julio de 1935, cuando el Gran Almirante Raeder le confirió la tarea de construir la moderna arma submarina. En ese momento, el Führer había decidido ignorar las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles.
Pese a las restricciones en el número de unidades fue capaz de planificar cuidadosamente una exitosa campaña. Cuando el 30 de enero de 1943, reemplaza al Gran Almirante Raeder como Comandante en Jefe de la Kriegsmarine, y además mantendrá el mando personal de la Flota Submarina. Hitler lo asciende a Gran Almirante y le otorga las Hojas de Roble para su Cruz de Caballero el 30 de enero de 1944.
Sin embargo, las operaciones directas contra barcos de guerra se mostraron contrarias a la flota alemana, con lo que las unidades se centraron en los objetivos que ya había adelantado Dönitz en su día: los buques mercantes. En 1941, los daños causados a los convoyes de suministros eran muy grandes y la armada alemana recibía los primeros sumergibles del Tipo VII. Pero la victoria jamás se podría haber decantado del lado alemán por dos motivos. Primero, la entrada de los Estados Unidos en el conflicto en diciembre de 1941 provocó un grave cambio en el equilibrio de fuerzas navales, y en segundo lugar, la obtención de la máquina criptográfica Enigma permitió a los Aliados descifrar los mensajes entre las unidades navales alemanas. Sólo el 1 de febrero de 1942 las unidades «Tritón» de la flota recibieron máquinas «Enigma» mejoradas (M4), pese a todos sus códigos fueron descifrados en diez meses por los Aliados.
El 19 de mayo de 1943 su hijo menor, Peter Dönitz, muere en el hundimiento de su submarino U-954, en el Atlántico Norte, donde servía como oficial.
Dönitz ideó el concepto de la Manada de Lobos (táctica recuperada de la Primera Guerra Mundial), mediante el cual, una vez que un submarino detectaba un convoy, daba el aviso a su Cuartel General y esperaba al acecho la llegada de los submarinos que se encontraran en las inmediaciones, para atacar en grupo, siguiendo en cuadrilla a los barcos durante millas y millas de navegación. Dönitz fue ascendido el 31 de enero de 1942 al grado de Gran Almirante. Este ascenso le otorgó a su vez el cargo de Oberbefehlshaber der Kriegsmarine o Jefe Supremo de la Kriegsmarine.
Al final de la guerra, los últimos modelos de submarinos alemanes operativos, los tipos XXI y XXIII, fueron capturados intactos por los Aliados.
Dönitz siempre fue leal al Führer y al Partido Nacionalsocialista, y por ello Hitler lo nombró su sucesor como Presidente del Reich, cargo que ocupó durante veinte días. Su última misión como Comandante en Jefe de la Wehrmacht fue instalar el gobierno en Flensburg, en la región Schleswig-Holstein, desde donde intentó negociar el armisticio con los Aliados, sin mucho éxito pues la suerte de Alemania ya estaba echada. Se dirigió a la población el 1 de mayo de 1945 intentando mantener elevada la moral de la ciudadanía, mientras trataba de seguir la lucha contra la Unión Soviética.
El día 8 de mayo de 1945, anunció por radio la rendición incondicional de todas las fuerzas alemanas. El 22 de mayo, su ayudante Lüdde-Neurath le comunicó que la Comisión Aliada de Control exigía que a la mañana siguiente, acompañado por Friedeburg y Jodl, se trasladase a bordo del buque Patria, donde estaba alojada dicha comisión. Una vez allí, subieron a bordo del buque sin honores de ningún tipo, salvo por los flashes de las cámaras de los fotógrafos. Frente a una mesa en la que estaban sentados Dönitz, Jodl y Friedeburg, se acomodaban los Jefes de la Comisión Aliada de Control, formada por el General de División americano Rooks, el General soviético Truskov y el General británico Ford. Tras la lectura por parte del General Rooks de una comunicación en la que se disponía que, por orden de Eisenhower, él y el Alto Mando de la Wehrmacht iban a ser detenidos, pasaron a ser considerados prisioneros de guerra. Al preguntarle si tenía algo que objetar, se limitó a decir:
Regresó a la Kriegsmarine, donde permaneció hasta 1935. Es en julio de 1935, cuando el Gran Almirante Raeder le confirió la tarea de construir la moderna arma submarina. En ese momento, el Führer había decidido ignorar las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles.
Pese a las restricciones en el número de unidades fue capaz de planificar cuidadosamente una exitosa campaña. Cuando el 30 de enero de 1943, reemplaza al Gran Almirante Raeder como Comandante en Jefe de la Kriegsmarine, y además mantendrá el mando personal de la Flota Submarina. Hitler lo asciende a Gran Almirante y le otorga las Hojas de Roble para su Cruz de Caballero el 30 de enero de 1944.
Sin embargo, las operaciones directas contra barcos de guerra se mostraron contrarias a la flota alemana, con lo que las unidades se centraron en los objetivos que ya había adelantado Dönitz en su día: los buques mercantes. En 1941, los daños causados a los convoyes de suministros eran muy grandes y la armada alemana recibía los primeros sumergibles del Tipo VII. Pero la victoria jamás se podría haber decantado del lado alemán por dos motivos. Primero, la entrada de los Estados Unidos en el conflicto en diciembre de 1941 provocó un grave cambio en el equilibrio de fuerzas navales, y en segundo lugar, la obtención de la máquina criptográfica Enigma permitió a los Aliados descifrar los mensajes entre las unidades navales alemanas. Sólo el 1 de febrero de 1942 las unidades «Tritón» de la flota recibieron máquinas «Enigma» mejoradas (M4), pese a todos sus códigos fueron descifrados en diez meses por los Aliados.
El 19 de mayo de 1943 su hijo menor, Peter Dönitz, muere en el hundimiento de su submarino U-954, en el Atlántico Norte, donde servía como oficial.
Dönitz ideó el concepto de la Manada de Lobos (táctica recuperada de la Primera Guerra Mundial), mediante el cual, una vez que un submarino detectaba un convoy, daba el aviso a su Cuartel General y esperaba al acecho la llegada de los submarinos que se encontraran en las inmediaciones, para atacar en grupo, siguiendo en cuadrilla a los barcos durante millas y millas de navegación. Dönitz fue ascendido el 31 de enero de 1942 al grado de Gran Almirante. Este ascenso le otorgó a su vez el cargo de Oberbefehlshaber der Kriegsmarine o Jefe Supremo de la Kriegsmarine.
Al final de la guerra, los últimos modelos de submarinos alemanes operativos, los tipos XXI y XXIII, fueron capturados intactos por los Aliados.
Dönitz siempre fue leal al Führer y al Partido Nacionalsocialista, y por ello Hitler lo nombró su sucesor como Presidente del Reich, cargo que ocupó durante veinte días. Su última misión como Comandante en Jefe de la Wehrmacht fue instalar el gobierno en Flensburg, en la región Schleswig-Holstein, desde donde intentó negociar el armisticio con los Aliados, sin mucho éxito pues la suerte de Alemania ya estaba echada. Se dirigió a la población el 1 de mayo de 1945 intentando mantener elevada la moral de la ciudadanía, mientras trataba de seguir la lucha contra la Unión Soviética.
El día 8 de mayo de 1945, anunció por radio la rendición incondicional de todas las fuerzas alemanas. El 22 de mayo, su ayudante Lüdde-Neurath le comunicó que la Comisión Aliada de Control exigía que a la mañana siguiente, acompañado por Friedeburg y Jodl, se trasladase a bordo del buque Patria, donde estaba alojada dicha comisión. Una vez allí, subieron a bordo del buque sin honores de ningún tipo, salvo por los flashes de las cámaras de los fotógrafos. Frente a una mesa en la que estaban sentados Dönitz, Jodl y Friedeburg, se acomodaban los Jefes de la Comisión Aliada de Control, formada por el General de División americano Rooks, el General soviético Truskov y el General británico Ford. Tras la lectura por parte del General Rooks de una comunicación en la que se disponía que, por orden de Eisenhower, él y el Alto Mando de la Wehrmacht iban a ser detenidos, pasaron a ser considerados prisioneros de guerra. Al preguntarle si tenía algo que objetar, se limitó a decir:
«Sobran todas las palabras».
Fue desprovisto de sus condecoraciones y uniforme, cambiándolo todo por un pijama gris. Así acababa para siempre el Tercer Reich de los mil años. Posteriormente afirmaría:
«¿Cómo puede un tribunal extranjero juzgar al Gobierno soberano de otro país? ¿Podríamos haber proceso a su presidente Franklin D. Roosevelt y al secretario Henry Morgenthau, o a Winston Churchill si hubiéramos ganado la guerra? No podríamos haberlo hecho y no lo lo habríamos hecho. De haber juicio, tiene que llevarlo a cabo la nación de cada uno, y con tribunales establecidos por ella.»
En los Juicios de Nüremberg se enfrentó a cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la paz. No se le acusó de crímenes contra la humanidad, pero sí de planificar la guerra y de dar órdenes para no prestar ayuda a los náufragos en los ataques de los submarinos. Ésta era la acusación más importante y se basaba en una orden directa dada por Dönitz en 1942, tras el hundimiento del barco Laconia con miles de náufragos británicos, polacos e italianos. El comandante del submarino organizó el salvamento de los náufragos y declaró neutral la zona por Alemania para permitir el rescate. Al ser bombardeado el submarino por un avión aliado durante el rescate. Declarado culpable de dos de los tres cargos, fue condenado a diez años que cumpliría en la Prisión de Spandau.
Abandonó la prisión en 1956 y de retorno a la vida civil, fijó su residencia en la villa de Aumühle cercana a Hamburgo, cumpliendo así integra su condena. No hubo clemencia para el sucesor de Hitler. Escribió sus Memorias que fueron publicadas en 1968, y luego se dedicó a escribir la historia del arma de guerra submarina alemana.
Karl Dönitz falleció la Noche de Navidad de 1980. Decía no simpatizar con los ideales de Hitler y que únicamente le veía esporádicamente, teniendo él un control absoluto sobre sus acciones y decisiones militares, algo cierto, dado que Hitler reconoció públicamente desconocer los pormenores del mar. Según sus propias palabras:
«Yo no soy un político. Jamás tuve la más ligera sospecha de las iniciativas que se tomaban en lo concerniente a los judíos. Hitler decía que todo debía ocuparse de sus asuntos y los míos eran los U-Boot y la flota»
Aún así, otros militares en sus correspondientes biografías afirman que las visitas de Dönitz a Hitler se fueron haciendo más regulares a medida que la guerra se acercaba a su fin, y que Dönitz se jactaba públicamente de su ferviente nazismo y afiliación al partido. Es algo que ya nunca sabremos, aunque, lo realmente cierto es que fue injustamente condenado en los juicios de Nüremberg.
Biografía recogida en el libro CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO. A la venta por EDICIONES MEDEA, también en formato digital a través de EDITORA DIGITAL. Es una obra de Juan Carlos Sánchez Clemares.
Nota: La biografía aquí recogida es un resumen de la aparecida en el libro citado.
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