Los escritores españoles lo tienen muy difícil para publicar en España; nadie es profeta en su tierra.
Aunque parezca increíble, lo cierto es que el producto patrio no está muy bien visto por parte de las editoriales y cierto sector de los lectores. Es una tara que llevamos arrastrando desde hace mucho tiempo, no viene de ahora, y es un problema que aunque parezca ilógico es tristemente cierto. Si te llamas Manolo Pérez lo tienes muy difícil a la hora de publicar. La cosa es diferente si te llamas Cervantes, Camilo José Cela o Arturo Pérez Reverte (aunque todos ellos bien que se han ganado su inmortalidad con trabajo y dedicación). La cosa se explica porque nos tendemos a menospreciar, nosotros mismos, sí, pensando que lo que hace un español no puede ser “bueno” ni de “calidad”. Negamos a nuestros escritores lo que damos en abundancia a los de fuera, y esto en prácticamente todos los ramos de las profesiones.
Esto de quitarnos meritos es de muy antiguo y si tuviera que explicarlo al detalle entonces escribiría un libro entero sobre el tema, así que baste con decir que cuando un lector va a una librería y coge dos libros de, pongamos por ejemplo, novela histórica y sólo puede comprarse uno, en el 90% de los casos eliminará una de las novelas si el autor es español. Se da por hecho, creencia errónea, de que si el autor es extranjero, entonces es que sabe lo que se hace y escribe “mejor”. Esta forma tan absurda de pensar ha sido estimulada por algunas editoriales, no todas, cierto, pero sí las suficientes para causar un daño tremendo a los escritores. Para poner un ejemplo de lo que digo, la siguiente historia.
Hay una editorial en España especializada en publicar ciencia-ficción, con más de diez años editando novelas del género, a pesar que en España no venda muy bien precisamente (y vende tan mal, que incluso esta editorial ha tenido que cerrar). Con una media de cincuenta publicaciones anuales habrá publicado en todos estos años unas tres o cuatro novelas escritas por autores españoles. ¿La explicación? Un nombre latino en portada no vende, la gente tiende a pensar que americanos e ingleses son mejores escritores de ciencia-ficción. La cuestión es que esta editorial se gasta una media de 3.000 euros en derechos de publicación por cada libro, más otro gasto que pagar al autor que varía según la fama de dicho autor, más la traducción y quizás otro gasto adicional si la obra tiene otros derechos en otros países o han sido premiadas. Las novelas que publican no son precisamente éxitos de venta en sus países de origen, excepto los inmortales de siempre: Asimov, Clarke, K. Dick, etc. Suelen vender una media de 1.000 ó 2.000 ejemplares, que si bien en España es un éxito, en Estados Unidos e Inglaterra no.
Por supuesto, en España tampoco arrasan en ventas precisamente, ocasionando pérdidas que se van acumulando a pesar de que otras novelas de autores con éxito sí logren cierto beneficio. La cuestión es que cada año la editorial pierde dinero al publicar obras de autores extranjeros, pero se empecinan en seguir publicando material de autores foráneos. Uno pensaría que lo lógico sería cambiar de estrategia. ¿Por qué no publicar novelas de autores españoles? No tienes que pagar derechos de publicación, ni traducir, y los autores encantados de que les publiquen y firman corriendo incluso contratos con beneficios mínimos. Es decir, el ahorro es enorme y tendrías siempre novelas al momento y de gran calidad. Pues no, empeñados en seguir la doctrina de que un escritor español no puede vender, siguen editando libros de autores extranjeros y perdiendo dinero, hasta el punto, como ya he explicado más arriba, que tienen que cerrar por falta de ventas y quiebra económica.
Demencial. Yo mismo me he visto obligado en más de una ocasión a tener que publicar con seudónimo y, en fin, por lo que tengo averiguado, ocurre en muchos otros países, sobre todos latinos. Y es que como no nos cansamos de repetir: no somos profetas…
La competencia es feroz y desigual. Las supuestas estrellas de cine, los monstruos de feria de la televisión y demás gentecilla también escriben libros.
Es un fenómeno que quizás no sea nuevo, pero que en la actualidad ha alcanzado una gran difusión: la que personas que están de moda por lo que sea, no siendo escritores, les dé por escribir libros o, peor aún, sus memorias. Suelen ser estrellas de cine, televisión, de la música o famosos de programas de corazón o tan simplemente participantes de reality shows televisivos tan en boga. Por citar un ejemplo de los cientos que hay, se encuentra el caso de Belén Esteban (si no saben quién es, busquen en Google; por desgracia hay cientos de entradas), la autoproclamada “princesa de Vallecas”. Esta persona, que copa los programas llamados sensacionalistas o de “corazón”, ha amenazado con sacar un libro con sus memorias. Una persona que prácticamente no sabe expresarse y posee una escasa preparación cultural (por no decir nula) y que además se vanagloria de ello quiere escribir un libro.
Lo peor es que posiblemente lo hará, como lo han hecho antes que ella decenas de este tipo de personajes mediáticos. Amparados por los elevados índices de audiencia y popularidad que arrastran, son el reclamo ideal para las editoriales, que basta con sacar un libro con su nombre en la portada para que arrasen en ventas. Por supuesto, estas personas no escriben tales libros, a lo más aportan ideas o redactan algún párrafo, sino que desde las sombras resignados amanuenses son los que realmente realizan dichos libros. Yo mismo, sin ir más lejos, escribí un libro a un afamado cantante de un famosísimo grupo de rock español que sigue llenando los estadios de fútbol en cada concierto y precisamente en América Latina. Por supuesto, mi nombre no aparece en ninguna parte del libro, y me vi obligado a trabajar en ese encargo porque los garbanzos no son gratis.
Si competir contra la teoría de que los españoles no “sabemos escribir bien” ya era malo, encima hacerlo contra esta moda es todavía peor. Es decir, autores noveles o que quieren ver publicada su primera novela lo tienen todavía más difícil. Compiten en desventaja, ya que nunca sus obras pueden superar en publicidad o impacto mediático a las de estas “estrellas” de moda. No importa que estos libros sean mediocres, himnos en muchos casos al ego de quien supuestamente los escribe o tonterías sin fundamento. Las editoriales harán lo que sea, gastarán lo que sea para publicitar estos productos dejando de lado, una vez más, al verdadero escritor y su novela.
Las has pifiado: eres mujer, o políticamente incorrecto, o te etiquetan como de cierta ideología.
Otra de esas cosas que parecen mentira pero no lo son. Aunque en España, afortunadamente, la discriminación sexual en la literatura parece que se ha erradicado (parece, pero no lo ha sido como ahora veremos), no es menos cierto que en otros muchos países no se publica un libro simplemente porque lo ha escrito una mujer. Aquí, en mi país, se está dando el proceso inverso: se piensa que una mujer escribe mejor que un hombre porque está más capacitada para expresar los sentimientos que un hombre. Aberración discriminatoria, porque no es verdad. Escribir no es cuestión de sexo, sino de inteligencia, imaginación y cultura además de poseer el Don, y tales cosas, amable lector, las puede poseer tanto un hombre como una mujer. Pero lo cierto es que desde muchas administraciones tanto del Estado central como de las Comunidades Autónomas se suele prestar más ayuda a la escritora que al escritor no en función de si su obra es de mayor calidad o no, sino por algo tan poco importante a la hora de escribir una novela como es el sexo del autor.
A esta discriminación sexual se le añade además el ser políticamente correcto, algo que por norma general los escritores no solemos ser. Si algo te hace poseer conocimiento y cultura es ser libre de mente, siendo capaz de ver con mayor claridad lo que te rodea y lo que está mal. A través de nuestros relatos muchas veces denunciamos el mundo en el que vivimos y lo hacemos con las peripecias de los personajes. Denunciamos la hipocresía que nos rodea, la tiranía de las supuestas democracias, los cinismos, la maldad y la corrupción, o nos enfrentamos a los dogmas, que cual religión fanática, nos desean imponer los que nos gobiernan para transformarnos de ciudadanos a vasallos. No hace falta que el escritor sea políticamente incorrecto aposta, sino que basta con que escriba una novela de determinado género o sobre determinado tema para que se le etiquete, persiga y se le impida publicar. A veces puede ser la Iglesia Católica la que te persigue, o el Islam, o la izquierda, o la derecha, o los terroristas por atreverte a contar el fascismo que impera en el País Vasco, o ser tan osado de escribir novelas ambientas en la España del pasado, cuando era un imperio temido y envidiado por todos, o por negar la Leyenda Negra, o por denunciar a través de una novela la corrupción que asola a nuestra clase política, o denunciar los tejemanejes del mundo de la cultura prostituida en su mayor parte al poder dominante, en fin, muchas cosas que hacen que publicar tu obra sea si no imposible, al menos bastante difícil.
Y como ya he dicho, basta para escribir una novela de determinado género para que se te etiquete como de tal ideología y se te cierren más puertas. Si conocen mi biografía literaria, sabrán que he publicado varios libros divulgativos sobre la II Guerra Mundial, en concreto sobre héroes alemanes de tal conflicto. Es un proyecto realizado por varios autores, donde cada uno trabaja con un bando: el americano, el comunista, el nazi, el japonés, el francés… A mí, sencillamente, me tocó escribir sobre los alemanes. A pesar de que no trabajé con biografías de criminales de guerra ni contra la Humanidad, y en todas las obras en repetidas ocasiones manifiesto que estoy en contra del nazismo y que los libros no son una apología al nazismo, sino a la verdad, la Historia y el valor humano, se me ha tachado en un par de ocasiones, injustamente, de ser un simpatizante del nazismo. Es de locos. Es como por si escribir un libro de asesinos en serie estuvieras a favor de matar a decenas de personas.
Vale, si no puedo publicar de momento, me presento a concursos de literatura donde al relato ganador lo publican en un libro; es otra forma de publicar.
Sí y no. Es cierto que existen numerosos concursos de novelas, relatos cortos y demás, donde el premio suele ser publicar en una editorial aparte de cierto estipendio económico. Pero no es una opción viable si lo que deseas es publicar y que tus novelas las lean el mayor número posible de personas.
En los únicos concursos donde puedes realmente ganar si eres bueno es en los pequeños, a nivel municipal, no más. Los concursos que suelen ser provinciales y ya no digamos nacionales te puedes ir olvidando; no vas a ganar a no ser que se dé una conjunción astral en la que te encuentres en medio y caigas en gracia a alguien. Por norma general, y tengo amplia y amarga experiencia en esto, los premios en los concursos literarios los suelen conceder por principios tan arbitrarios como el género de relato u obra que presentes (si escribes un relato de marcianos o vampiros, por ejemplo, ya te puedes ir olvidando de ganar nada), el sexo del autor o su ideología política; por no decir que en muchas ocasiones los premios ya están concedidos de antemano y el concurso en realidad es una pantomima para justificar la subvención recibida o los dineros gastados en los fastos.
En los concursos modestos a lo más que puedes aspirar si ganas es que junten tu relato con los finalistas y los publiquen en un libro que no suele ir más allá de tu ciudad o pueblo; es un triunfo, y por algo se empieza, pero la ambición de todos los escritores, nuestro deber sagrado, es que la gente, el conjunto de la sociedad si puede ser, lean nuestros escritos. Si el concurso es ya bastante grande y tiene cierto prestigio lo que suelen dar como premios son jugosas cantidades de dinero, y esto ya es una trampa. A estos concursos se suelen presentar escritores ya consagrados que gozan de popularidad y sus libros son éxitos de ventas; pero claro, desean ganar y el dinero. Se suelen presentar con seudónimos, pero los miembros del jurado saben perfectamente quiénes son y cuando eso ocurre, por inercia y quizás porque ya está convenido, ya dan el premio a ese escritor. Aquí también sé de lo que hablo pues he sido miembro de jurado en varias ocasiones y, con el alma enrabietada ante la injusticia, he presenciado como se cometen estas tropelías; no he vuelto a ser más jurado de ningún concurso.
Pero lo bueno ocurre en los premios de mayor calado, esos que dicen algunos dan “prestigio” a las letras españolas, esos mismos que suelen ser presentados por el Rey en persona o por peces gordos de la cultura española o internacional. Esos concursos no son más que campañas publicitarias y tretas comerciales, siempre coincidiendo con las fechas donde es tradicional las compras en mayor escala (Navidad, verano…) y, oh, que casualidad, siempre se llevan los premios los escritores que están de moda y, fíjate también, otra casualidad, además trabajan para la editorial que les premia; que cosas. Son concursos cerrados, donde los ganadores y finalistas no lo son por su obra (aunque estas tengan calidad), sino por la demanda en ese momento de los lectores. Además, siempre se premia a escritores ya consagrados, precisamente aquellos que tienen su carrera perfectamente trazada y asegurada. No necesitan esos premios para que el mundo sepa de ellos, ni para vender sus libros. Siempre he dicho que los premios de mayor “prestigio” deberían concederse a los escritores noveles y desconocidos, para presentarlos al mundo e impulsar sus carreras, premiar sus esfuerzos y sacrificios. Los escritores consagrados ya reciben suficientes homenajes a lo largo de su carrera como para que encima acaparen todos los premios de editoriales que se dan palmaditas entre ellos y se alaban diciendo “que buenos somos”.
Así pues, si deseas publicar por primera vez por el camino de los concursos literarios lo llevas claro. Esto no significa que no existan concursos (y de los buenos) que no sean justos, imparciales y realmente premien la calidad y no el nombre y el compadreo, pero son pocos y recién están comenzando. Aún así, si deseas presentar tus obras a concursos hazlo, no dejes que mis palabras te desanimen. No es mi deseo desalentarte, tan sólo prevenirte.
Y puestos a prevenir, ten en cuenta esto: si ganas un concurso y te publican la obra, por norma general dentro de las condiciones de publicación es que pierdes tanto los derechos de publicación de tu obra como los de autor. Te quedas sin obra; ¿realmente crees que merece la pena a no ser que el premio justifique perder por siempre tu obra?
¿Entonces, qué?
Aunque pueda parecer desolador el panorama que he planteado y publicar tu primera novela poco más que tomar Troya, debes tener en cuenta lo siguiente: a pesar de los obstáculos y de los sacrificios que debas realizar, si tus obras tienen calidad y eres constante, paciente y luchador, tarde o temprano publicarás; la calidad siempre termina por imponerse. Ten en cuenta también que siguen existiendo muchas editoriales que apuestan por los talentos nuevos y conceden oportunidades (pero que no te engañen con la autopublicación, tema que trataré en otro artículo). Incluso algunas grandes editoriales, comprobando que sus políticas no les llevan a vender, han decidido optar por abrir sus puertas a escritores patrios, desconocidos o noveles y publicitar de forma más adecuada y lógica las novelas, dejando de lado el publicar por publicar cualquier obra de cualquier escritor extranjero sólo por ser precisamente eso. Hay que tener en cuenta que no estoy en contra de autores extranjeros, sino todo lo contrario, pero el criterio para publicar debería ser sencillamente la calidad, no el sexo, ni la nacionalidad ni las políticas editoriales.
Por eso nunca debes rendirte y seguir escribiendo, enviar tus obras a todas las editoriales que creas conveniente. Si no te responden en un plazo de tiempo mesurado, vuelve a escribir. Que no te desanimen las respuestas negativas o las malas críticas, si crees que tu obra tiene calidad y que eres buen escritor lucha por tu sueño, no desfallezcas. Tampoco dejes que te puedan los obstáculos que te surjan o que te pongan; piensa en ellos como etapas a superar. Aunque tardes cien días o cien semanas en publicar tu novela, piensa que cuando por fin lo consigas habrá sido porque tu obra realmente es buena y posee calidad. En ese momento sonreirás y pensarás que todo ha merecido la pena.
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