UNA AYUDA PARA QUE TUS NOVELAS Y OBRAS ESTÉN
MEJOR ESCRITAS. SEGUNDA PARTE.
Acentos
diacríticos.
Se
supone que cuando uno comienza a escribir conoce las normas de acentuación, y
si no las conoce, las irá aprendiendo a medida que se va escribiendo y
evolucionando como autor. No obstante, existen ciertos momentos donde el uso
del acento diacrítico confunde al escritor puesto que se suele emplear en
grupos de palabras cerradas que llevarán o no la tilde según su función
gramatical. De nuevo vuelvo a utilizar ejemplos sencillos.
1-“El” lleva acento cuando es pronombre
personal y no lo lleva cuando es artículo:
—Él
vino luego
(llegó más tarde).
—El
vino luego
(que se beberá el vino más adelante).
2-“Tu” lleva acento cuando es pronombre
personal y no lo lleva cuando es adjetivo posesivo:
—¿Qué
dices? ¿Tú hijo mío?
(le pregunta ¿soy tu padre?)
—¿Qué
dices? ¿Tu hijo mío?
(pregunta ¿soy el padre?)
3-“Sí” lleva acento cuando es pronombre
reflexivo o adverbio afirmativo y no lo lleva cuando es conjunción condicional,
conjunción completiva o nota musical.
—Si
vas a ir, hazlo
(es dudoso, no se sabe si va a ir o no).
—Sí
vas a ir, hazlo
(va a ir, no hay duda, es afirmativa, se acentúa).
4-“De” y “se” llevan acento siempre que
sean verbos.
—Déme
usted un vaso. Sé muchas cosas. Sé valiente y hazlo.
5-“Te” lleva acento cuando es sustantivo
y no lo lleva cuando es pronombre.
—Quiero
un té
(la infusión).
6-“Aun” lleva acento cuando equivale a
todavía, pero no lo lleva cuando equivale a incluso.
—Aún
lloviendo, vino a verme (llegó cuando todavía llovía).
—Aun
lloviendo, vino a verme (incluso aunque estaba lloviendo, vino a verme).
7-“Mas” se acentúa cuando es adverbio de
cantidad, pero no cuando equivale a “pero”.
—Lo
intento, más no puedo
(no puedo hacer más; adverbio de cantidad).
—Lo
intento, mas no puedo
(pero no puedo; fíjese en “pero no puedo hacer más”).
8-“Que”, “cual”, “quien”, “como”,
“donde”, “cuando”, “cuanto” llevan acento cuando son interrogativas o
exclamativas y no lo llevan en el resto de los casos. Observa estos ejemplos:
—¿Qué
tienes en ese bolso? ¡Qué grande es! ¡Cuántas joyas! ¿Para qué es esto? ¿Por
qué vamos a ir? ¿Cómo dices? ¿Cuánto cuesta? Vamos a preguntarle qué tiene en
la mano.
En
el último ejemplo nos damos cuenta que el “que” lleva acento porque incide en
la forma interrogativa a pesar que la frase no comience con los signos de
interrogación.
El
empleo de “sino” y “si no”.
Para
“sino” tenemos dos acepciones:
1-Destino, hado: Cada uno se labra su propio sino (su propio destino).
2-Conjuncion adversativa que se emplea
para negar una afirmación precedente: No quería decir eso, sino todo lo
contrario.
“Si
no” se trata de dos palabras separadas. El “si” es la partícula oficial
mientras que el “no” es el adverbio de negación. Puede tener varias formas de
utilización, observa los ejemplos:
—Si
no sé, no hablo
(si no sé de lo que hablo, no hablo).
Puede
ser a la inversa:
—No
hablo, si no sé
(para que voy a hablar de algo que no sé).
En
ocasiones, sobre todo en las conversaciones de los personajes de las obras, se
omite el verbo por estar sobreentendido en el contexto. Hay que colocar las
palabras adecuadamente:
—Si
sé, hablo. Y si no, callo (si supiera de tal cosa, hablo, pero como no lo sé,
prefiero callar).
Se podría decir
también:
—Si
sé, hablo, y si no sé, callo (pero aquí omitimos el segundo “sé”
pues se da por sobreentendido al decirlo la primera vez).
Periodos
condicionales de negación implícita (irreales).
En
el español corriente, es decir, en las conversaciones mundanas de los
personajes de nuestras obras, es frecuente emplear oraciones condicionales de
negación implícita enteramente construidas haciendo uso del modo potencial (o
condicional del indicativo) y olvidando por completo el modo subjuntivo, que es
el modo del deseo o la posibilidad.
En
los tiempos simples (presente y futuro), un periodo condicional debe
construirse empleando el modo subjuntivo en la prótasis y el modo potencial
sólo en la apódosis.
—Si
lo hubiera sabido, lo diría.
En
los tiempos compuestos (pasado), la regla es la misma, pero lo que cambia es
que únicamente el verbo auxiliar se ve afectado.
—Si
lo hubiera sabido, lo habría dicho.
“Por
qué”, “porque” y “porqué”.
Otra
de las pesadillas de muchos escritores es el uso de estas tres palabras (cuatro
en realidad), pero al igual que en otros casos, se aplican estas reglas
sencillas que nos harán evitar caer en los errores.
“Por
qué” se emplea en valores interrogativos o exclamativos, así pues, se utiliza
en frases con signos de interrogación y exclamación, siempre separado y el
“que” acentuado.
—¿Por
qué me estas siguiendo?
En
ocasiones, una frase puede ser interrogativa o negativa sin necesidad de
emplearse los correspondientes signos. Siendo así, entonces el “por qué” va
también separado y acentuado.
—Me
preguntaba por qué no lo hiciste.
“Porque”
se emplea para dos maneras: para contestar a preguntas en forma de respuesta, y
para expresiones con un sentido de causa o explicación. Mira los dos ejemplos:
—¿Por
qué no has ido a la compra? Porque me sentía fatal del estómago.
—Los
soldados gritaban de alegría, porque la guerra había terminado.
“Porqué”
se emplea como sustantivo y significa el motivo o la causa de lo que se está
hablando.
—El
porqué de la derrota del equipo, es algo que no puedo entender.
El
gerundio.
Es
un tiempo verbal que expresa una acción en desarrollo, anterior o simultanea a
la principal. Es un fallo muy común entre los escritores (entre los que me
incluyo) utilizarlo como participio de presente, o sea, como adjetivo en
función de atributo.
—Un
tonel conteniendo doscientas manzanas (está mal la frase, como se puede
apreciar).
La
RAE sólo admite dos formas en este caso: “agua hirviendo” y “palo ardiendo”. En
todo lo demás, no se puede utilizar de la forma anteriormente descrita.
El
uso de palabras que no existen.
A
partir de aquí, voy a explicar ciertos errores que provienen tanto por parte
del desconocimiento del autor de ciertas palabras, o de cierto engreimiento que
lleva a creer que poseemos niveles de cultura muy por encima del resto de
pobres mortales. Un editor puede perdonar ciertas faltas de ortografía o
gramática, errores puntuales, de técnica o de texto, siempre y cuando note que
la narrativa es potente y que el escritor promete. Pero lo que nunca suele
perdonar es la vanidad y la suficiencia. No hay nada peor que dárselas de listo
siendo un ignorante. Vamos a hablar de palabras, expresiones y frases que no se
deben utilizar.
Hay
cierta tendencia a creer que algunas palabras existen, y las esgrimimos como
pruebas irrefutables de sapiencia. Lo que es peor, se las escuchamos pronunciar
a ciertos periodistas o autores, o las leemos en artículos y obras, por lo que
caemos en el error de pensar que son verdaderas únicamente porque otros
ignorantes las repiten sin saber que no existen. Voy a poner unos ejemplos que
indican claramente lo que digo. Son tres ejemplos de palabras que hoy en día
están muy de moda.
—El
martillo tronante de Thor el poderoso.
“Tronante”
no existe, aunque queda muy bonito, es una palabra que no existe. Se suele
emplear para algo que truena, y se aprecia mucho su uso incorrecto sobre todo
en los cómics; aunque en el cine ya se ha colado de cuando en cuando también.
La palabra es “tonante”.
—El
entrenador usó un trivote en el medio campo para este partido.
Palabreja
totalmente inventada por periodistas, “trivote” es una aberración que no
existe, ni tan siquiera es lógico su uso para el que se le quiere dar, en este
caso, en el contexto del deporte.
—Voy
a matar muchos zombies.
En
castellano el plural de zombi es zombis, no “zombies”, fusión incorrecta de la
forma en plural con el singular en inglés, dando por resultado una palabra que
no existe y que la vemos de forma harto usual en novelas, cine y cómics.
Un
escritor está obligado a tener una amplia cultura, implicando tal cosa el
poseer conocimientos de la lengua española. Antes de utilizar una palabra de la
que tengas dudas sobre su existencia, consulta lo que dice la RAE sobre ella.
Como te digo, si un editor observa una palabra que no existe en una obra, dicha
obra acaba en la papelera.
Palabras
o expresiones fuera del contexto de la historia.
Es
un error muy común entre los escritores que abordan el difícil género de la
novela histórica. La mayoría de las veces se suelen colocar palabras o
expresiones que si bien sí son correctas, no se pueden utilizar según la época
de la Historia en la que estemos ambientando la novela o escribiendo el ensayo.
Valga este ejemplo.
—Mira,
Marco Antonio —dijo el cónsul a su amigo el centurión—, ese esclavo posee un
apetito gargantuesco.
Observamos
que estamos en la época de la Roma Imperial, pongamos el siglo I a. D., y el
cónsul indica que un esclavo come de forma colosal, en grandes cantidades, que
es lo que significa “gargantuesco”. Pero esa palabra deriva de Gargantúa, un
gigante de la literatura francesa al que le daban de comer, siendo niño,
terneros y vacas enteras. Pero este gigante fue creado muchos siglos más tarde,
por lo que los romanos no pueden utilizar esa expresión puesto que no existe en
su tiempo. De igual forma, un soldado sajón del siglo IX a. D. no podría decir a
un compañero “quedamos a las cinco de la tarde, dentro de una hora”, porque
dicha concepción del tiempo y su forma de medirlo no existían. Cuidado con esta
norma, porque aunque parezca muy simple, es muy fácil cometer errores que
terminan por provocar que la novela no sea evaluada de manera positiva.
No
significa que no podamos utilizar en novelas palabras que no existan, pero
siempre y cuando estén dentro del contexto de la historia. Un ejemplo claro lo
tenemos con los klingon, raza alienígena y guerrera del universo de la serie de
televisión Star Trek. En este caso, podemos utilizar expresiones y palabras
para definir a los klingon a pesar de que no existen y cualquier editor o
productor sabe que es correcto.
Redundancias
y frases horriblemente construidas.
Si
bien en la vida real solemos saltarnos muchas reglas en el momento de
expresarnos, o decimos cosas insensatas desde el punto de vista gramatical, tal
cosa no la podemos trasladar a nuestras obras. A no ser que lo hagamos aposta y
en las conversaciones de los personajes, porque así lo demanda la personalidad
y cultura de estos. En estos casos, el editor es consciente de ello y no dirá nada,
pero en muchos otros casos no son así y entonces es cuando hemos cometido el
error. Las redundancias son algo que los editores odian especialmente, y la
mayoría de las veces no somos conscientes de que lo hacemos. En otras
ocasiones, las empleamos porque se las hemos escuchado a otras personas (sobre
todo del mundo de la cultura o que salen en televisión) y a fuerza de
repetirlas constantemente llegamos a creer que se pueden utilizar, dando con
ello una muestra de ignorancia en el peor sentido.
—La
víctima padeció heridas mortales que le provocaron la muerte.
En
el ejemplo vemos una redundancia de las que marcan época, tan horrible que no
sólo destrozan la frase sino que evidencia la escasa técnica del que la escribe
o pronuncia. Aunque parezca increíble, es casi normal y cotidiano escuchar esta
o frases similares en los noticiarios de toda España.
—Los
ciudadanos y ciudadanas saldrán a la calle, porque los trabajadores y
trabajadoras…
Otra
forma horrible de redundancia, en esta ocasión empleada de forma consciente
porque se desea ser “políticamente correcto” o dar una muestra de cuan “culto”
cree ser el que la pronuncia. No hay nada peor que este tipo de redundancias y
la RAE explica claramente que son desdoblamientos artificiosos e innecesarios
desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres
animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la
clase, es decir, a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos.
La mención explícita del femenino se justifica solo cuando la oposición de
sexos es relevante en el contexto. La actual tendencia al desdoblamiento
indiscriminado del sustantivo se debe a razones extralingüísticas y va contra
el principio de economía del lenguaje. Por tanto, se deben evitar estas
repeticiones absurdas que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y
complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos; este punto es muy
importante y a tener en cuenta.
El
uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la
oposición masculino/femenino. Por eso, es incorrecto emplear el femenino para
aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos
de cada sexo que formen parte del conjunto. Si no tienes claras estas reglas y
cometes el error de colocar constantes redundancias en tus obras, vas a tener
muy difícil que te puedan publicar.
En
cuanto a las frases mal construidas o expresiones fuera de lugar, voy a poner
tres ejemplos que prácticamente todos conocemos por haberlas escuchado alguna
vez y que demuestran lo que digo.
—Cuando llegamos con nuestras cámaras
nos encontramos con un espectáculo dantesco.
No
hay palabra más pronunciada entre los reporteros que la de “dantesco”, que se
suele emplear tanto para describir un tumulto entre hinchas de diferentes
equipos de fútbol, los efectos de un terremoto, la devastación de una
inundación o la acumulación de basuras en un solar. Pero “dantesco” viene de
Dante, el creador de la Divina Comedia, y que en su primera cántica trata sobre
los diferentes aspectos del Infierno. Es, por tanto, algo que proviene de una
creencia católica, de un infierno, lugar al que van a parar las almas de
aquellos que no siguen en vida las doctrinas de Dios. El problema reside en que
quienes utilizan “dantesco” piensan que con ello están dando mayor fuerza a sus
palabras a la hora de describir el espectáculo del que están siendo testigos y
del que deben dar mayor énfasis a la hora de mostrar a sus espectadores. Pero
es un error, como anteriormente estaba errado poner “gargantuesco” en una
conversación entre romanos, porque “dantesco” no sirve para expresar una pelea,
por muy reñida que sea, entre hinchas, ni para describir ruinas o inundaciones.
—El fuego dio como resultado cuatro
muertos.
Dicho
así, uno piensa que poniendo maderos, algo de papel, encender una cerilla y
crear una hoguera, al rato de entre las llamas surgirán cadáveres. Todos
entendemos, dentro de su contexto, lo que en realidad la frase quiere decir,
pero es totalmente incorrecta y su construcción es espantosa. Aun al comprender
que cuando se da una noticia hay poco tiempo y hay que intentar dar todo el
mensaje que se pueda, se debe intentar el expresarse mejor y dar la información
lo más veraz posible.
—Las mujeres maltratadas son una lacra
que hay que erradicar.
Escuchada
y leída infinidad de veces, a pesar de su más que evidente error, comprendemos
lo que se nos quiere decir, pero no quita que quien lo dice o escriba nos
demuestre que, o bien la mente se le atoró en ese momento o, a pesar de sus
buenas intenciones, es sencillamente un ignorante.
Aunque
puedan parecer inofensivos estos errores, condenan tu obra y carrera como
escritor al olvido. Es por eso que debes tener en cuenta que para escribir una
novela no hace falta solamente imaginación o poseer el Don de narrar, sino
además unos buenos conocimientos de la técnica, de ortografía, gramática y
cultura en general, así como, nunca me canso de repetirlo, el haberse leído a
los clásicos de todos los tiempos; al menos una buena selección.
Espero
que mis consejos te hayan podido servir de ayuda. Si has leído algún error o
alguna de las reglas expuestas han vuelto a cambiar, no dudes en comunicarlo o
poner un comentario. Hasta la próxima.
Magníficos consejos, muy valiosos a la hora de escribir. He aprendido un par de cosillas que me van a ser de gran utilidad.
ResponderEliminarGracias, Juan Carlos.
De nada, José Luis, esa es la idea de mis artículos: intentar ayudar a los que como yo, escritores, nos vemos en la obligación (y placer) de escribir para los lectores. Gracias por seguir mi blog. Un saludo.
ResponderEliminarJuan Carlos, yo soy el que tengo que agradecerte por este magnífico blog.
ResponderEliminarUn saludo.
Ja, ja, ja, pues gracias de nuevo, José Luis. Estoy ahora escribiendo un libro sobre consejos a la hora de escribir novelas, diálogos, narraciones, y también algún que otro artículo orientativo, y sin dejar de trabajar en mis proyectos, claro. Espero que lo que vaya poniendo te siga gustando igual. Un placer escribir para los lectores y otros escritores. Un saludo.
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