CRÓNICAS
DE UN FRIKI XI
LOS
CÓMICS (o tebeos); décima parte.
Tener
una tienda, la última frontera. Segunda parte.
En la anterior entrada de mis
Crónicas, hablé sobre la dificultad que entrañaba abrir una tienda de cómics y
el mantenerla en funcionamiento. Aunque ya comenté que la tienda tuvo sus
momentos buenos, leyendo las Crónicas da la impresión de que todo era una
desgracia continúa en un mundo repleto de tramposos, filibusteros y personas de
mala catadura, por no hablar de trabajar duro para que todas tus ganancias se
vayan en pagar impuestos y los excesos de los políticos de turno. Pero tuvo sus
cosas buenas, su parte luminosa, y esta eclipsó con grandeza a todo lo malo que
pudo haber en Ripley Cómics. En esta entrada, la última dedicada a mi afición a
los cómics, os voy a hablar de la experiencia que supuso tener mi propio
negocio.
No
rindes cuentas a nadie
Esta es la primera ventaja de tener
tu negocio. No tienes que soportar a jefes tontos y pesados que se creen
mejores que tu o a frustrados que en cuanto notan que les puedes hacer peligrar
su posición la toman contigo y te hacen la vida imposible. Tener tu negocio es
eso. Cierto es que tienes que depender de otros factores, y que tienes que
agachar la cerviz cuando te encuentras frente a distribuidores o acreedores y
similares. Que en ocasiones el control no lo tienes y que los bancos pueden más
que tu. Pero al fin y al cabo todo repercute en tu persona y gira alrededor de
ti. En última instancia, quien toma las decisiones eres tú, y quien asume las
responsabilidades y, por tanto, goza del privilegio de poder decidir sobre su
destino. Cuando has comprendido eso y has saboreado la libertad que te da el
tener tu negocio, resulta muy difícil más adelante tener que volver a trabajar
para otros; pero esa es otra historia.
La cuestión es que Ripley Cómics fue
mi tienda y aquello me llenó de orgullo, porque la vi crecer y con
posibilidades, y todo gracias a mi trabajo y a la inestimable ayuda de mis
padres, verdaderos pilares en los que me sostuve en aquellos tiempos. Cada
mañana o tarde que iba a abrir la tienda era una sensación increíble, algo que
siempre recuerdo como estupendo a pesar de los años transcurridos. Abrir la
puerta, encender las luces, colocar el material y esperar la entrada de
clientes es una experiencia maravillosa que te hace crecer como persona.
El
paraíso de un friki
Una tienda de cómics es un paraíso
para un lector de los mismos, y ya tener su tienda el no va más. Me era
imposible aburrirme. Primero, porque siempre había clientes a los que atender,
o vigilar (a saber lo que me robaron, y eso que pillé a unos cuantos); segundo,
porque siempre estaba leyendo. Me leía prácticamente todos los cómics, juegos y
novelas gráficas que había en la tienda. Para mi pesar, esto se tradujo en
mayor gasto, porque aumenté mi número de colecciones al tener acceso a muchas
de ellas que de otra forma nunca hubiera leído. En este sentido, tengo que
reconocer que fue cuando Marvel se dedicó a sacar muchas colecciones en un
intento de retomar su puesto como líder en ventas y para hacerle la competencia
a una por entonces recién creada editorial que iba arrasando en ventas como los
hunos arrasaron el Imperio Romano; me refiero a la editorial Image.
Era la época de los mutantes, con
sus nuevas colecciones con diferentes portadas, de los superhéroes oscuros tipo
Blade, Punisher, Motorista Fantasma o Cable, de los clones de Spiderman o las
sagas cósmicas donde Vengadores y 4 Fantásticos se debían unir para combatir a
la amenaza de turno. En realidad, no fue una buena época para Marvel, demasiada
colección con personajes muy poco atractivos y guiones bastante mediocres
siendo generoso. Pero eso implicaba que la tienda estaba repleta de tebeos de
toda clase, y de otras editoriales, que junto a los libros de rol, novelas
gráficas, tomos y otras clases de colecciones daba a Ripley Cómics un colorido
particular.
También vendía otras cosas, por
supuesto, ya lo dije en la anterior entrada, con especial hincapié en el mundo
del cine y la literatura. Así pues, simplemente con ver la tienda repleta de
material ya era feliz. Pero el verdadero tesoro que me ofreció Ripley fue otro
y que no me esperaba.
Mis
amigos
Cuando abrí Ripley Cómics pasaba por
una especie de transición en mi vida. Atrás había dejado una etapa y ante mí se
abría una nueva, simbolizada sobre todo en la tienda. Mis amigos de la infancia
marcharon por otro sendero de la Vida diferente al mío y sencillamente perdí el
contacto con ellos. También estaba solo, sin pareja, y era muy poco dado a
salir de juerga por entonces. Esto se traducía en que casi no tenía vida
social. Cuando abrí el negocio no tenía, pues, problemas a la hora de tener que
estar prácticamente todo el día en la tienda.
A medida que fueron transcurriendo
las semanas fui consiguiendo una clientela habitual y tal como yo mismo había
hecho cuando era un cliente en otras librerías, los clientes acudían a mí para
pedirme información, opiniones o simplemente charlar. Fui logrando tener un
grupo de personas que se convirtieron en mis amigos, con los que compartía
gustos y aficiones. Aunque no fueran a comprar nada, se pasaban por la tienda
para saludar, estar un rato y hablar. Conversábamos de todo, ya se sabe, desde
las novedades de los X-Men, pasando por la película de Jurassic Park (de moda
por entonces), a las cartas de Magic y Doomtrooper (para mi, el mejor juego de
cartas) y, por supuesto, como salvar al mundo. Aunque para eso yo siempre he
sido más del estilo de Víctor Von Muerte.
En un principio estas nuevas
amistades fueron cada una por un lado. Es decir, conocía a Iván Gil y a Miguel
y ambos no se conocían, pero también ellos fueron coincidiendo en las visitas y
se terminaron por conocer, formándose un grupo bastante curioso y divertido
porque estaba formado por personalidades que a pesar de tener un hilo común
(los cómics, el rol, el cine, la literatura…) eran muy diferentes, y además con
distintas edades. Esto lejos de separar, hizo que aquel grupo se compenetrara
mejor. Fue durante esta etapa de mi vida cuando conocí a mis amigos de verdad:
Oli, Miguel, Mike, Dani, Iván, Antonio, Miguel hermano perro… Y otros tantos, y
perdonadme si no pongo vuestros nombres, pero de todos guardo grato recuerdo;
de aquellos de los que perdí contacto, claro.
Nuevos e
inconfesables vicios
Estos nuevos amigos me abrieron las
puertas a otras aficiones que aunque ya había oído hablar de ellas, nunca tuve
la oportunidad de conocerlas. Así, Miguel (el señor Maikel, apóstol de Nurgle
para nosotros) fue quien me inició en el arte de montar y pintar miniaturas y
en el apocalíptico mundo de Warhammer 40.000, mientras que Iván Gil en los
juegos de mesa por poner unos ejemplos. También le di a las cartas, aunque no
al Magic, juego que siempre he odiado, sino al Doomtrooper, un fabuloso juego
de cartas basado en un universo algo semejante al de W40K.
Otro momento increíble de mi etapa
con Ripley Cómics fue el nacimiento de El círculo del Dragón, un grupo formado
por unos cuantos de los amigos mencionados para jugar al rol. Prácticamente
todos éramos inexpertos en este tema y fuimos descubriendo este fascinante
juego a medida que nos echábamos las partidas. Cada sábado, lloviera o nevara,
nos reuníamos en la tienda entre las horas que iban del cierre de por la mañana
a la apertura de por la tarde. Yo me compraba una pizza, una coca-cola y hale,
a jugar hasta que llegara la hora de abrir la tienda. Que magnificas tardes
fueron aquellas, dándole duramente a la imaginación y a los dados, viviendo
aventuras en El Señor de los Anillos, La llamada de Cthulhu, Vampiro la
mascarada, Aliens y otros juegos. Fueron unos años increíbles donde no
solamente tuve mi negocio, sino que disfruté de la amistad y de momentos que se
quedarán para siempre grabados en mi memoria. No en vano no me canso de repetir
que la etapa de Ripley fue una de las mejores de mi vida.
Los cómics por
entonces
Como he dicho, fue por los años 90
del siglo pasado cuanto Ripley Cómics brillaba cuan rutilante estrella en el
firmamento. Marvel pasaba por una mala racha, puesto que Image simplemente barría
en ventas y estilo. DC tampoco es que lo estuviera pasando excesivamente bien,
pero al menos se mantenía gracias a su profunda renovación de Batman y sobre
todo al gran impacto que supuso la muerte de Superman, que se reveló como una
de las mejores campañas publicitarias y económicas para DC (aunque sostengo que
fue más por suerte que por premeditación). Los autores de Image, Jim Lee, Tod
McFarlane, Rob Liefeld entre otros, habían revolucionado el mundo del cómic con
sus atrevidos, sugestivos y muy modernos dibujos, dinamitando el concepto
visual de una forma similar, aunque las comparativas sean odiosas, a lo que
hicieron Stan Lee y Jack Kirby muchos años atrás. Pero aunque el dibujo era
realmente espectacular, los guiones eran sencillamente espantosos. Personajes
planos, calcados unos de otros, situaciones absurdas y tramas que se
eternizaban y que no llegaban a ningún lado. Por un lado teníamos a unos
dibujantes magníficos pero que como guionistas eran de lo peor, pero por el
otro teníamos a una gran masa de aficionados que acudieron a los cómics de
Image como el que atraviesa un ardiente desierto va al agua fresca y limpia.
¿Pero qué tenían los cómics Image
que no tenían los de Marvel y DC? Pues aparte del dibujo nada más. Pero dieron
con el gusto del aficionado medio de por entonces: personajes musculosamente
hipertrofiados, mujeres despampanantes repletas de curvas y con poca ropa
equipadas con enormes armas (y prácticamente todas con escoliosis), diálogos
banales pero muy “duros” y acción a raudales, todo eso combinado con
espectaculares portadas y viñetas que ocupaban hasta dos páginas completas una
sola. El cómic en cuestión se podía leer en cinco o menos minutos. Pero la fórmula
funcionó, hasta tal punto que los cómics Image se vendían por millones y los de
Marvel y DC comenzaron a caer en ventas de forma estrepitosa. Fue tal, que
Marvel estuvo a punto de desaparecer, aunque hoy en día esto parezca increíble.
Marvel se dividió en varios
departamentos independientes unos de otros (mutantes, vengadores, Spiderman,
héroes solitarios, poderes cósmicos…) en un intento de relanzar sus cómics y
personajes, pero dado que cada departamento fue por su lado con escasa o nula
comunicación con el resto, el resultado fue un desastre. Pero aún, quisieron
imitar el estilo Image (que es como se conoce desde entonces dicho estilo) y no
lo consiguieron. El gran éxito de Marvel por entonces eran los mutantes, a los
que estrujaron de todas las formas posibles. Hay que tener en cuenta que todos
esos autores de Image trabajaron previamente en Marvel, de ahí su éxito, y en
Marvel creyeron que podrían seguir adelante sin ellos. Obviamente, el universo
Marvel es una entidad por sí misma, pero necesita aposentarse sobre buenos
pilares, sino, no hay nada que hacer. Marvel contrató dibujantes que claramente
eran una copia de los Lee, Liefeld y McFarlane de turno, pero mucho peores, y multiplicó
las colecciones de los personajes o grupos de mayor éxito. Por si fuera poco,
cada año sacaba una macro saga que continuaba de una colección a otra, de tal
manera que el lector se veía obligado a comprar números de otras colecciones
que no seguía si quería seguir la historia de la macro saga. Sagas que en
realidad tampoco eran nada del otro mundo, pero que te las publicitaban como si
te fueras a leer El Señor de los Anillos. Así, a bote pronto, recuerdo las
sagas de La canción del Verdugo, La era de Apocalipsis, Onslaught y otras
similares, a cada cual más mala. Esto por parte de los mutantes, pero también
teníamos sagas en otras aéreas de Marvel, como en la llamada parte
sobrenatural, con colecciones como Espíritus de Venganza, Motorista Fantasma o
Blade, o en Los Vengadores, o en Spiderman con la mencionada Saga del Clon.
Esto no quiere decir que todo lo que
hiciera Marvel por entonces fuera malo, pues hubo pequeñas maravillas, como el
Hulk de Peter David o los Vengadores de Roger Stern. Mas en líneas generales
los noventa fue de lo peorcito de Marvel. Afortunadamente, Image fue como la
espuma, y tal como subió bajó igual de rápido. Sus autores, sin dejar de
trabajar en sus propios cómics (Image seguiría vendiendo durante mucho tiempo,
pero ya no volvería a estar nunca más arriba), volvieron a Marvel en un intento
de relanzar la editorial y a sus personajes más carismáticos en una saga que
duró un año conocida como Héroes Reborn. También, afortunadamente, dicha saga
fue un mero experimento (era mala, realmente mala) y las aguas volvieron a su
cauce. Marvel cerró colecciones, reestructuró los departamentos, puso orden y
poco a poco fue subiendo puestos en ventas hasta ser el gigante que es en la
actualidad.
Pero no solamente de Marvel o Image vivía
un aficionado. Por entonces una pequeña pero pujante editorial española que ya
llevaba unos años funcionando comenzó a sacar unas colecciones muy interesantes.
Dicha editorial era Norma, y las colecciones eran Terminator, Depredador,
Aliens, Indiana Jones y unas cuantas más. Eran colecciones de una editorial
norteamericana llamada Dark Horse (que sigue funcionando y entre otras cosas es
la que edita Conan el bárbaro al hacerse con los derechos) que en realidad eran
series limitadas de cuatro o seis números con diferentes autores en las que se
exploraba los universos de las criaturas que provenían del mundo del cine. Eran
aventuras e historias muy, pero que muy interesantes. Pero por desgracia, Norma
siempre se caracterizó por ser una editorial muy cara, muy irregular y con
mucha falta de respeto al lector. Todas las colecciones terminaron por ir
cerrando.
El final
Curiosamente, cuando Marvel comenzó
a ver la luz al final de un túnel oscuro que le lastró duramente muchos años,
Ripley Cómics cayó. Tras cuatro años y medio de lucha perpetua, finalmente no
pude más y tuve que tomar la dolorosa decisión de cerrar la librería. Hice todo
lo que estuvo en mis manos, pero sinceramente me encontré ante una difícil
encrucijada de la que hablaré un poco más adelante. ¿Cuáles fueron los motivos
para cerrar? Varios.
Lo que más rabia me dio fue que
tenía clientes y tenía ventas, pero el porcentaje de beneficio de la venta de
cómics es más bien pequeño. Si un cómic de esos años valía 1,95 euros y la
tienda se quedaba con un 30% de beneficio de la venta, os podéis imaginar
cuantos cómics son necesarios vender para poder vivir de ello. Los beneficios
lo daba la venta de números atrasados, donde se podía especular y en muchas
ocasiones sacar incluso un 500% de beneficio si eras un ladrón de los buenos,
cosa que sucedía en muchas otras librerías. El problema de la venta de números
atrasados es que necesitabas tener un buen fondo de años y eso era una enorme
inversión de dinero. En Ripley había números atrasados, pero como mucho de tres
o cuatro meses anteriores, y nunca cobraba más que cinco céntimos de más por
aquello de la bolsa donde estaban metidos. Otra cuestión es que apenas vendía
miniaturas porque las tiendas en Madrid me hacían mucho la competencia. Sobre
el tema del merchandising me pasaba algo igual. Aunque en ventas de juegos de
rol prácticamente ganaba bastante (era de las pocas librerías donde se seguía
vendiendo rol), aunque poseía camisetas, posters, figuras, etc., seguía sin
poder competir con las grandes librerías que iban abriendo en Madrid.
Con todo, todavía podía seguir con
la librería abierta, pues como digo, tenía una buena cartera de clientes que me
eran fieles y me permitían seguir reponiendo material. Pero había otra cosa que
también me lastraba: los impuestos. Como dije en la anterior entrada, que nadie
se llame a engaño. Aunque te digan que vives en una democracia esta no tiene
porque ser tal, y España es uno de los peores países del mundo para montar un
negocio (no lo digo yo, lo dicen multitud de organizaciones internacionales,
incluidas Bruselas y la ONU). El poco beneficio que obtenía se me iba en pagar
impuestos y más impuestos, que encima no dejaban de subir, pues a las pequeñas
empresas nos trataban como a las grandes solamente que sin sus beneficios y
ayudas. Todos los días del año trabajando casi doce horas diarias para que
luego no vieras nada de beneficios. Pero la tienda necesitaba material si
quería seguir atrayendo clientes y asegurarme que no se me fueran los que ya
tenía. Así que estuve entre la espada y la pared, pues no podía dejar de pagar
y a la vez necesitaba ese dinero para poder meter un impulso a la tienda.
Hice de todo. Dejé de cobrar mi
sueldo, tuve que prescindir de mi hermana (que también trabajaba en la tienda),
me eliminé mi contrato y dejé de pagar la Seguridad Social (error que estaría
pagando durante años), por no decir que tiré de todos mis ahorros duramente
conseguidos durante años. Y no sirvió de nada, porque la voracidad
administrativa, la tiranía en la que seguimos inmersos, me devoró. Y entonces
llegué a la encrucijada que antes os comenté. Ya no podía más, debía cerrar la
tienda. Pero todavía me quedaba un último cartucho. Podía pedir un gran
préstamo a un banco, coger un local más grande, comprar muchísimo material y
abrir una nueva y más poderosa Ripley Cómics. Si salía mal el banco me
crucificaría. Pero si lograba aguantar otros cuatro años calculaba que para entonces
ya habría devuelto el crédito al banco.
Pero la realidad me dio una
bofetada. Ya no tenía más dinero en mi cuenta corriente y las grandes librerías
de Madrid se habían convertido en Sociedades Anónimas con múltiples inversores
y otras grandes empresas por detrás. Para colmo, FNAC, El Corte Inglés y otras
grandes superficies entraron también en el mundo del cómic y el merchandising…
Contra eso mi modesta Ripley Cómics no podía competir. Y para hacerlo el
préstamo a pedir al banco tendría que ser astronómico. Para colmo de males, la
Seguridad Social me pilló y me multó por el tema de dejar de pagar (ya sabéis,
en Andalucía políticos y sindicatos pueden estar treinta años robando que no
pasa nada y ni se entera nadie, pero, ay, del pobre infeliz autónomo que dejé
de pagar uno o dos meses la cuota…), lo que terminó de hundirme.
Sí, amigos míos, llegó el momento
tan temido por cualquier autónomo: finiquitar tu negocio. Tras sopesar todas
las opciones tomé la que considero fue la más acertada: cerrar. Aún me quedaba
algo de dinero y pagué todas las deudas, evitando así mayores problemas y
dejando mi conciencia tranquila. Nadie pudo decir que le dejé a deber nada,
pero todo lo perdí. Fue un duro varapalo económico del que ya no logré
recuperarme. Pero como he dicho varias veces, también fueron de los mejores
años de mi vida. ¿Volvería a abrir Ripley Cómics a sabiendas que cerraría? Sí,
lo volvería a hacer.
Ripley me dio mucho, experiencia y
amigos, y la oportunidad de luchar por un sueño, de saber que lo intenté por
todos los medios y que mi lucha fue honesta. ¿Qué más se puede pedir?
¿Qué fue de mi
afición a los cómics después de Ripley?
Continué leyéndolos, claro, pero
tuve que prescindir de muchas colecciones. Prácticamente me quedé con las de
siempre: Spiderman, Los 4 Fantásticos, Conan, Los Vengadores, La Patrulla-X…
Pero con el paso del tiempo fui dejando de lado las colecciones regulares hasta
prácticamente no volver a coleccionar ninguna. ¿Por qué? Porque el universo
Marvel evolucionó por unos derroteros que nunca me gustaron. No voy a decir que
fuera malo, simplemente que no me gustaba. Crecí con los cómics de Stan Lee,
Jack Kirby, Steve Ditko. John Buscema, Roy Thomas, George Perez, John Byrne,
Frank Miller, Chris Claremont, Ross Andru, Gil Kane, John Romita padre e hijo,
Roger Stern y otros tantos guionistas y dibujantes, con un estilo de superhéroe
muy especifico. Si leo un tebeo de cuando era niño, adolescente y ya un hombre
entrando en la madurez me puedo sentir identificado y disfruto con ello. Con
los cómics de hoy en día y su punto de vista no. Es así, pero ya en mi casa
tengo más cómics que varias librerías juntas y puedo pasar el resto de mi vida
leyéndolos tranquilamente que nunca me cansaré.
En la actualidad me dedico a comprar
tomos donde se recopilan sagas enteras, hitos de la historia Marvel, o algo
moderno que me llame la atención, bien por los autores, bien por la historia.
El cine me ha dado otra oportunidad de seguir atentamente las aventuras de mis
héroes favoritos solo que por otro medio. Es decir, no he dejado de lado los
cómics. También sigo comprando tebeos de Mortadelo y Filemón, de Johan y
Pirluit (de los tebeos de Los Pitufos), Conan el bárbaro, novelas graficas
históricas…
Y es que una vez friki, se es friki
hasta la tumba.
Hasta aquí hemos llegado con
Crónicas de un Friki dedicado a los cómics. En las próximas crónicas, que
tardarán un poco en ser puestas, hablaré de mi otra gran afición: los
Playmobil. Os espero. Mike mine Marvel!! Nuff said!!
Si
te gustan las Crónicas de un Friki, aquí tienes los enlaces para ir a la
primera entrega y la penúltima. Únicamente pincha en los nombres.
También
puedes leer:
Son
mi iniciación en el mundo del Warhammer 40.000 y digamos una continuación de
Crónicas de un Friki a partir del cierre de la tienda.
Interesantísimo artículo, Juan. Yo voy a abrir una tienda de cómics dentro de muy poco, y aunque el mundillo haya cambiado muchísimo desde entonces, hay cosas que desgraciadamente no cambian nunca, como lo de que te saquen dinero y todo para pagar los caprichos del político de turno, que no son pocos. La verdad es que me apena leer anécdotas así, ya que en un país como España cuando uno cierra su negocio difícilmente se recupera, ya no sólo por motivos económicos sino por presión social. En otros países, como me dijo un amigo francés, si uno termina cerrando su negocio no llega a deprimirse mucho porque toma todo lo sucedido como una lección de vida, como errores de los que uno ha aprendido algo y que no repetirá a la hora de reabrir su negocio. Pero aquí parece que tener tu propio negocio es una odisea, como si no quisieran que fuéramos autónomos sino piezas más dentro de un engranaje sin compasión alguna hacia el trabajador...
ResponderEliminarEn fin caballero, ha sido un placer leer la parte X y XI de Crónicas de un Friki. Desconocía tu blog hasta que mi madre lo encontró el otro día buscando anécdotas de libreros que, al igual que yo ahora, decidieron abrir su propia tienda de cómics. Un saludo y espero conocerte en persona cuando haya abierto mi local. Serás bien recibido :)
Hola, Roy. Muchas gracias por tus comentarios y seguir mi blog. Pues sí, ha cambiado mucho el mundo de los cómics en España, y quizás para mejor, pero desde luego ya no es como antes. La competencia es feroz con las grandes superficies y seguir siendo un autónomo es una odisea en España. La tienda no fue mi primer negocio, también estuve colaborando con una editorial y hemos tenido que instalara en París porque aquí no hay manera. Bueno, encantado de ir a tu tienda. Cuando la abras me pasas la dirección y te la reseño en una entrada, que toda publicidad es buena. Un saludo. Carlos.
EliminarNovelas gráficas históricas? como cuales?
ResponderEliminarHay muchas novelas graficas históricas, pero te tienes que ir para ello al cómic europeo, en concreto al franco-belga. En USA apenas hay novela grafica histórica, ya que se centran mucho en su vertiente heroica. Respecto a la novela grafica europea tienes de todas las épocas y estilos, en su mayoría la etapa napoleónica, claro, que para eso los francos son muy chauvinistas. En su momento me gustaron mucho Murena, la vida de Nerón, y Quetzalcóatl, la Conquista de México, pero ojo, el problema de la novela grafica europea, sobre todo la franco-belga, es que de histórica tiene muy poquito. El 80% de las novelas no tienen rigor histórico y son más bien un compendio de clichés, falsedades, tópicos y manías personales de los autores. Por eso tienes que leerlas con mucho cuidado. Un saludo.
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