LA NUEVA CENSURA
EN LA LITERATURA ESPAÑOLA
Bienvenidos a una nueva entrada en
mi blog, dentro del apartado opinión y denuncia. Un tema bastante caliente y
que despierta polémica, pues son muchas las personas que niegan que exista la
censura y que no entienden que los protocolos de “corrección política” y las
imposiciones ideológicas no son más que impedimentos a la libertad de
expresión, a la libertad misma y a la dignidad de los ciudadanos, tanto autores
como no.
Esto que voy a decir puede que te coja
de sorpresa, pero es inútil ocultarlo más bajo falsos eufemismos: en España
está implantada la censura en la Literatura. Cierto, no existe un organismo
repleto de censores que se dedican a vigilar atentamente todo lo que se publica
(o sí, pues el Ayuntamiento de Madrid, gobernado por una coalición
extrema-izquierda-comunista está intentando crear o ya ha creado una concejalía
encargada de vigilar que no se publique nada en Madrid “políticamente
incorrecto”), pero ya desde diferentes medios de comunicación, agentes
sociales, asociaciones, ONGs partidos políticos y demás se presiona, señala y
se condena a todo autor que ose salirse de lo que ellos consideran moralmente
correcto y de la ideología política imperante; o que ellos pretenden imponer
silenciando a los demás.
¿Cómo es esa
presión sobre los autores?
Principalmente es el ostracismo. A
no ser que seas un autor muy conocido y que publiques con una potente
editorial, la mejor forma de presionar a un autor es el olvido, el desprecio.
Se le señala, se le acusa de racista, machista (si eres mujer, traidora a tu
género), fascista o cualquier otra cosa que valga. El autor, presionado, solo,
pues posiblemente nadie le ayude (porque nadie quiere verse tampoco en esa
posición de señalado), termina por claudicar y escribe o realiza cambios en su
obra que le conduzcan a salir de la situación de ostracismo en la que se
encuentra. Si decides ser fiel a ti mismo y negarte a realizar cambios en tu
novela, entonces te encontrarás apartado allá al fondo, etiquetado como
“enemigo social” y autor “maldito”.
Otra forma de censura es negar las
subvenciones o las diferentes formas de ayudas que un autor puede recibir por
parte de un organismo oficial o asociación directamente relacionada con dicho
organismo. Si deseas ese dinero o ayuda para escribir o promocionar tu obra,
debes atenerte a las reglas que te impongan. Esto yo mismo lo he sufrido por
parte del Ayuntamiento de Getafe (hace ya más de quince años; la cosa ya viene
de lejos…), donde podía optar a publicar uno de mis relatos cortos siempre y
cuando ese relato se ajustara a unos parámetros que ellos me imponían. Esos
parámetros no eran más que una gran carga ideológica política, campaña
electoral clara y falsedades encaminadas a ensalzar a unos y a desprestigiar a
otros, a todos aquellos que no pensaran como ellos. Como no podía ser de otra
manera, me negué a escribir lo que ellos me imponían y me quedé sin la
posibilidad de publicar mi relato.
También las mismas editoriales
imponen sus criterios a la hora de publicar una novela. Existen muchas que se
siguen ciñendo únicamente a criterios de calidad y éxito comercial, pero cada
vez más surgen editoriales pequeñas y medianas que se nutren para su
supervivencia o bien de fondos públicos (mediante subvenciones o ayudas), o
simplemente no yendo a contracorriente, es decir, rindiéndose a la ideología y
prejuicios reinantes. Esas editoriales no aceptan manuscritos que no se ajusten
a los perfiles que desde otros estamentos (políticos) les imponen.
Existen muchas más formas de
presionar a un autor, pero la más fiable, sutil pero no por eso menos eficaz es
la de autocensurarse.
La autocensura
Es un arma poderosa que se ha creado
conscientemente para anular la capacidad de resistencia de las personas. Como
ya he explicado más arriba, uno de los métodos más eficaces para conseguir la
anulación de la voluntad y transformar a los ciudadanos en esclavos es la
presión social, el señalar públicamente a aquellos que se salen de la manada y
osan pensar de por libre. A casi nadie le gusta que sus vecinos, amistades y
conocidos le señalen como intolerante, racista, homófobo, machista y cosas
parecidas, y como no gusta que se acusen de cosas ciertamente horribles, pues
se intenta evitar todas las situaciones que te hagan caer en el escarnio
público. Además, se sabe que una vez que has sido señalado, es prácticamente
imposible que puedas conseguir aquello que te proponías, en este caso, publicar
tu obra. Imagínate la situación. Eres escritor y vas de editorial en editorial
intentando publicar tu novela, pero esta ya lleva el cartel de machista,
racista o cualquier otra cosa acabada en –ista. Vamos, la peregrinación desde
Madrid a Moscú de rodillas y sobre brasas ardientes es mucho más fácil que
conseguir que tu novela se vea publicada. Sabes perfectamente que los
mecanismos que te han señalado como “oveja negra” poseen unos automatismos que
de inmediato anulan tus posibilidades como autor. No deseas que ocurra eso,
como no deseas que te insulten por redes sociales o que cada comentario tuyo
sea retuiteado mil veces y siempre para mal.
Entonces se pone en marcha la
autocensura, un monstruo divinamente evolucionado que se adapta a todas las
situaciones. En tu novela escribes la palabra “mariconadas” en boca de uno de
tus personajes, por ejemplo, y enseguida notas que te entran sudores fríos,
comienzas a pensar: “¿No habré puesto
esta palabra mal? ¿No será una falta hacia un colectivo que se puede sentir
ofendido? ¿No pensarán los editores, los lectores, que tras esta palabra se
encuentra un sentimiento de homofobia, qué inconscientemente he revelado que no
soy más que un homófobo? ¿Y si no me publican la novela por esto, y si los
lectores me insultan, y si…?”. Y, finalmente, quitas la palabra
“mariconadas” y la cambias por, digamos, “gilipolleces”, que es muy neutra
hasta que algún subnormal (uy, que ya me he metido con otro colectivo; la que
me espera…) arguya que esa palabra ofende o no sea inclusiva y también esté
prohibido mentarla.
Este ejemplo que he puesto es mucho
más corriente de lo que se puede pensar. Y es tan verdad que incluso grandes
autores de la talla como Pérez Reverte se han visto ante esta situación. En un
estupendo artículo, Reverte explica como él mismo se autocensuró, y si él lo
hizo, que es Dios en esto de las letras, imaginaos la autocensura que se puede
hacer un autor que comienza en el difícil mundo de las letras (aquí el enlace
del artículo por si lo quieres leer: https://www.xlsemanal.com/firmas/20180923/perez-reverte-mariconadas.html). Reverte se
crítica a sí mismo por caer en la autocensura, sí, muy loable reconocer su
error, pero lo hizo. Más adelante volveré con Reverte, autoproclamado
salvapatrias, pero que se ha hecho millonario a base de ceder muy
voluntariamente a todos los tópicos, prejuicios, fobias y racismos de toda
clase sobre España y más concretamente su Historia en sus novelas.
Creo que ha quedado muy claro en qué
consiste la autocensura. Vamos ahora a explicar de qué modo, personalmente, me
he visto atacado por la censura impuesta hoy en día.
Mis novelas no
se pueden publicar; son políticamente incorrectas
Los problemas me han venido
concretamente con dos de mis obras más queridas: la trilogía de novela
histórica ambientada en la Conquista de México “Crónicas de un conquistador”, y
“El pueblo de las nubes”, otra novela histórica ambientada en la expedición de
Juan de Oñate en 1598. Ambas obras las he movido tanto en España como en
algunos países de Iberoamérica, pero ha sido en España donde me he topado con
la censura.
“Crónicas de un conquistador”
directamente me ha sido rechazada por dos editoriales no porque no sea una
historia entretenida o porque no esté bien escrita, sino por el tema. En una de
las editoriales me dijeron que el tema era muy polémico y podía despertar
ofensas en los colectivos indigenistas, algo sencillamente absurdo. Si alguien
se siente ofendido por leer sucesos que ocurrieron hace quinientos años es su
problema, pero no se puede dejar de publicar algo porque ofenda a otras
personas, por muy colectivo que sean. Y en la otra editorial, que ahora no era
el momento adecuado para sacar a la venta algo de este estilo, lo cual no es
cierto cuanto que las librerías están repletas de libros con temática parecida
y, volviendo a Reverte, comprobamos que además venden muy bien. ¿Entonces,
cuales fueron realmente los motivos que llevó a estas editoriales a no querer
publicar la trilogía?
Indagando un poco, me di cuenta que
las dos editoriales publicaban libros y novelas de temas, digamos, acorde con
estos tiempos, es decir, nada que pueda conducirles a polémicas con diferentes
colectivos. Es más, si publicaban novelas con “denuncia social” podían optar a
ayudas y subvenciones concedidas por asociaciones y entidades directamente
relacionadas con el Ayuntamiento o Gobierno de la Comunidad de turno. Por
“denuncia social” se entiende publicar historias que pongan a los blancos como
racistas, a los españoles como malos, se niegue a España la grandeza
inconmensurable de su pasado, se insulte y menosprecie únicamente los
sentimientos religiosos de los católicos, se denuncie el heteropatriarcado, se
esté a favor del feminismo radical, el aborto es un derecho y no se discute y
lindezas parecidas. Atacar a Estados Unidos, aun sin razón, también vale (menos
la etapa de cuando gobernó Obama, claro…) para publicar o al menos tener
posibilidades de hacerlo con estas editoriales. Es más que comprensible que una
novela que versa sobre la Conquista de México, que huye de las mentiras y la
propaganda y se ciñe a los acontecimientos históricos, donde no hay blanco y
negro, sino tonos de grises y donde los españoles no son tan malos y los indios
no tan buenos, no sea entonces publicada. Pero como podéis comprobar, no se
publica más que por razones políticas, no editoriales, por tanto, mis libros
fueron censurados por motivos ideológicos.
Podréis argumentar que me equivoqué
de editorial, cierto es, pero eso no borra el verdadero problema: que se
censuran libros e historias. Y no os creáis que son pocas las editoriales que
hacen esto; son muchas más de lo que parece. También podréis comprobar que no
hace falta un censor o una organización que vigile las editoriales. Los editores
que no quisieron publicar mi trilogía no quisieron buscarse polémicas ni perder
las prebendas económicas que obtenían a base de publicar lo que el régimen
desea que únicamente se publique. Se autocensuraron por una parte y se
vendieron por la otra. En el momento en que te vendes por dinero o favores y
aceptas sus reglas te has convertido en un esclavo.
Con “El pueblo de las nubes” la cosa
fue más sangrante todavía. De nuevo, otras dos editoriales diferentes. Una
contestó a mi solicitud de publicación que la novela prometía, pero que para
publicarla se debían hacer unos pocos cambios. Bien, puedo aceptar eso. Como ya
he explicado en otras entradas al respecto de publicar tus obras, es muy normal
que los editores exijan cambios en tus novelas. Esos cambios normalmente se
suelen dar por criterios de calidad literaria o comerciales y casi siempre son
para mejor. Este no era el caso. Los editores me dijeron que mi novela debía
cambiarse radicalmente, pues no podía ser que los indios cometieran traiciones
y asesinatos y fueran los primeros en declarar la guerra. ¿Qué era esto? ¿Pacíficos
indios, que viven en paraísos naturales siendo los agresores? De eso nada. Como
todos saben, los únicos que cometen traiciones y hacen la guerra son los
blancos, que son malos y opresores. Respondí que es un hecho histórico que no
se puede cambiar y me respondieron a su vez que si quería que el libro se
publicara los indios debían ser buenos, muy buenos, y los españoles malos, muy
malos; no había otra. Y como no había otra, los mandé a freír espárragos.
En la segunda editorial también
pedían cambios, sí. ¿Los indios cometiendo felonías? Tijeretazo. ¿Los españoles
comportándose con honor, valentía y diplomacia? Tijeretazo. La historia debía
ser más inclusiva, me dijeron. ¿”Cómo se
hace eso”?, pregunté. Había que meter cosas y conceptos modernos: luchas de
clases, una soterrada denuncia al capitalismo, una pareja homosexual, indios
buenos y tolerantes… En fin, hablamos del siglo XVI principios del XVII;
aberrante es decir poco. “¿Y si no hago
estos cambios no publico?”. No sólo no publico, sino que es muy difícil que
publique en otras editoriales. En fin, me marché con mi novela intacta y con
cajas destempladas.
¿Es posible publicar mis novelas en
España? Claro que sí. Como he dicho, hay muchas editoriales que publican
novelas de estos temas. Ya mismo las dos primeras partes de “Crónicas de un
conquistador” vieron la luz en formato papel hace unos años. Pero el hecho de
que existan numerosas editoriales, cada vez más, que se niegan a publicar
ciertas novelas porque tocan temas que según ellos son “sensibles y ofensivos”
nos indica que la censura poco a poco se está imponiendo.
Lo que es
“correcto” y vende
Y llegados a este punto, vuelvo al
tema Pérez Reverte. Las personas no somos blanco y/o negro, como ya he dicho.
Hay muy pocas personas que sean excepcionalmente buenas como hay muy pocas que
sean excepcionalmente malas. Todos nos movemos en escalas de grises y con
comportamientos en muchas ocasiones ambiguos o impredecibles; ni siquiera
nosotros a veces sabemos porque hacemos lo que hacemos. Dicho esto, el lenguaje
es perverso, y las palabras no se utilizan a la ligera, sino que siempre hay
una clara intención tras ellas. Nadie duda, y yo menos, que Reverte es un tipo
inteligente, culto y que conoce, quizás no a la perfección, pero sí en
profundidad la Historia de España. Por eso, uno se asombra cuando se acerca a
sus novelas y lee en ellas esa autocensura que ya he ido denunciando a lo largo
de esta entrada. Voy a poner como ejemplo la saga de novelas del Capitán
Alatriste, que se sitúan en la España de Felipe IV, siglo XVII más conocido
como el “siglo de Oro español”. ¿Son novelas históricas? Es lo que cree la
mayoría de la gente y quizás esa fuera la intención de Reverte al escribirlas,
pero no son más que obras de aventura (capa y espada) que muy poco tiene que
ver con la realidad histórica. El truco que Reverte utiliza es dar ciertas
pinceladas históricas a sus relatos y mover a sus personajes por un Madrid y
otras ambientaciones muy cuidadosamente recreados, pero eso es todo.
¿Dónde se encuentra la autocensura?
Los libros de Alatriste son un compendio de clichés falsos, de tópicos más
falsos aún, de prejuicios, fobias, mentiras, falsa propaganda y un montón de
leyenda negra y que, a pesar de todo, muchos lectores, por no decir la mayoría,
creen que son “hechos históricos” y lo dan todo como verdadero. Para poner un
ejemplo y que se me entienda, es como si yo escribiera un libro sobre el Madrid
del siglo XXI y pusiera a los hombres españoles como toreros, futbolistas y
chulos de bar, mientras que ellas son flamencas, matronas o beatas puritanas.
Es un Madrid plagado de corrupción, robos, de guardias civiles muy malos que
van pegando palizas a la gente porque les apetece y una sociedad corrupta,
analfabeta y cruel, siempre dispuesta a robar y mentir, aunque los domingos va
a misa y se considera católica. Pues así son las novelas de Alatriste. La
pregunta es por qué Reverte, siendo un hombre culto, defensor de la Historia,
crea historias que se basan más en mentiras, propaganda falsa y leyenda negra
que en hechos históricos.
Bien, yo no conozco a Reverte ni sé
lo que piensa, pero recomiendo a los lectores de este blog la lectura del libro
“Imperobia y leyenda negra” de María Elvira Roca Barea, editorial Struela, y
podrá conocer una amplia respuesta a la anterior pregunta y conocer como
comienza en España la censura que en la actualidad comienza a azotar al mundo
de la literatura (como ya hace en el caso del humor, el cine, la TV…). Pero
como no quiero dejar al lector con las ganas de saber por qué Reverte escribe
las novelas de esa forma, puedo adelantar que posiblemente (posiblemente,
recalco) lo hace porque sabe que hay un público que sí acepta una Historia de
una España corrupta, decadente, fanática, inculta, atrasada y pobre mientras
que lo contrario no lo acepta, como se demuestra en el caso de novelas del
mismo género que no consiguen ventas tan millonarias como las de la saga
Alatriste. Así pues, Reverte, sus motivos tendrá, se autocensura a sí mismo y
se deja llevar por la corriente de pensamiento dominante del momento, aquella
que exige a los autores que deben escribir sobre tal cosa, abstenerse de otras
y cambiar sus historias por otras más “políticamente correctas”, más de “estos
tiempos”, e inclusivas.
E insisto, aunque peque de pesado.
Si Reverte, para mí un escritor genial, hace esto y se rinde a la evidencia,
¿qué se puede esperar entonces del resto de desdichados autores noveles, poco
conocidos o que ansían publicar su primera novela?
Reflexiones
finales
No
estoy aquí para decir a nadie lo que debe hacer, no es esa mi intención. Esta
entrada es para dejar constancia de lo que ocurre y de las dificultades que los
escritores tenemos para publicar nuestras novelas. A las dificultades ya
conocidas y a las que he dedicado ya otras entradas, nos enfrentamos también
ahora a una nueva censura y a la autocensura, mucho más eficaz que la primera
en cuanto a represión.
Por eso, la entrada es más informativa
que otra cosa, para que si a ti, autor, te ocurre lo que a mí y a otros autores nos ha pasado no te pille
de sorpresa y sepas actuar en consecuencia. No te extrañe nada de lo aquí
planteado, no te obceques con publicar al precio que sea y piensa que existen
muchos caminos y oportunidades. Persevera, sé fiel a ti mismo y trabaja, no
dejes de hacerlo.
Como he dicho, no todas las
editoriales son así, ni todas exigen esos cambios a los autores, pero el mayor
peligro se encuentra en la autocensura, en esa lucha con nosotros mismos y
nuestros principios, en no dejarnos abatir por el miedo y en el qué dirán y en
seguir adelante en nuestros objetivos. Cada cual que haga lo que quiera, pero
yo prefiero quemar todas mis obras antes que ceder o dejar que me digan lo que
debo escribir, porque si así lo hiciera, ese día dejaría de ser escritor para
convertirme en esclavo. Y si caes, o te rindes, al menos ten la decencia de
admitirlo. Al fin y al cabo, no somos más que humanos, solo humanos…
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