LOS DIOSES
OSCUROS
“Este es un
libro de aventuras y de ficción, es por eso que no se respeta la Historia ni se
pretende dar lecciones sobre nada excepto en entretener y dejar volar
libremente la imaginación. Dentro del mundo en el que vivimos, existen otros
que pudieron ser, que no se rigen por las mismas leyes que el nuestro. Este es
uno de esos mundos.”
Cuando comiences a leer una de mis
novelas y veas esta introducción, eso significa que te vas a adentrar en una
historia donde en cierto momento (ya bien sea de pasada o insertada en la trama
principal) te vas a encontrar con referencias a los Dioses Oscuros y/o sus
seguidores. Ahora la pregunta es la siguiente: ¿qué o quiénes son los Dioses
Oscuros?
Los orígenes
Cuando publiqué por primera vez con
Ediciones Medea (allá por el lejano año de 2006) “La caída del Águila” los
lectores se encontraron con una historia rara que se salía fuera de lo común,
pues la historia se centraba en un hecho histórico en el año 9 a. C. y después
pasaba a convertirse en una aventura de ficción con elementos sobrenaturales
perturbadores que recordaban poderosamente a las entidades cósmicas de H. P.
Lovecraft. “La caída del Águila” es una ucronía sobrenatural, una novela que
incide en un determinado momento histórico transcendental que supuso para la
antigua Roma un punto de inflexión, aunque eso no es de lo que quiero hablar en
esta entrada, sino de los Dioses Oscuros.
En un punto de la trama los
personajes se toparon con cosas que no pertenecían a su mundo, criaturas abominables
que poseían seguidores que las adoraban y obedecían. Dichas criaturas eran a su
vez siervos de otras inteligencias más poderosas y tan extrañas a todo lo
humano que eran sencillamente incomprensibles: los Dioses Oscuros.
Que son los
Dioses Oscuros
En la novela, los Dioses Oscuros son
entidades que moran en abismos más allá de nuestra realidad y universo,
desterrados a otros planos por una coalición de dioses tras una lucha que se
libró hace eones en los confines del universo. Derrotados, los Dioses Oscuros
han jurado retornar y destruir la Creación y con ella la Vida, que es lo que da
sustento a los dioses que los mortales conocen y adoran. O quizás tengan otros
motivos, pero eso es algo que no se puede saber con certeza ya que sus mentes
alienígenas y poderosas están muy por encima de nuestros pobres conceptos de
Bien y Mal, comprensión y empatía.
Puesto que los Dioses Oscuros no
pueden acceder a nuestro plano de la realidad y se encuentran mermados en
cuanto a poder, deben actuar con cautela para evitar llamar la atención de los
demás dioses que, confiados, creen que el peligro de los Dioses Oscuros ha sido
erradicado. Para evitar ser descubiertos, los Dioses Oscuros han aprendido a
enviar siervos, criaturas ínfimas pero que aún así son poderosas, a nuestra
realidad para que ejecuten sus planes. Estas criaturas fueron tomadas por
dioses por los primeros hombres y adoradas como tales, cometiendo en su nombre
atrocidades y horribles crímenes. Los siervos de los Dioses Oscuros pretendían
llevar a la depravación y degeneración al ser humano, para de esta forma
conducirlo a la locura y permitir el paso a nuestra realidad a los Dioses
Oscuros. Por fortuna, la Humanidad siempre ha contado con campeones que se han
enfrentado a estas criaturas y han acabado con ellas, pero no con todas.
También, en ocasiones, ciertos
dioses han intervenido a favor de la Humanidad a pesar de que han menguado en
poder debido a que sus adoradores han ido decreciendo en número a lo largo de
los siglos. Esto ha conducido a enfrentamientos entre los mortales, tribus
contra tribus, imperios contra imperios, manipulados unos y otros por los
dioses como se puede apreciar en La Saga del Águila.
Influencias
Es obvio, para el lector avispado,
que los Dioses Oscuros son una clara influencia de los dioses primigenios,
creaciones de H. P. Lovecraft englobadas en lo que se conoce como Mitos de
Cthulhu. Es algo que nunca he negado ni escondido, al contrario. Cualquiera que
se haya leído la edición de “La caída del Águila” de Medea habrá comprobado en
la introducción o en la dedicatoria que la novela está dedicada a tres de los
autores que más me han impresionado e influenciado en esto de escribir: H. P.
Lovecraft, Robert E. Howard y Arthur Conan Doyle. Del primero su terror
cósmico, del segundo su sentido de la aventura y la épica y del tercero el
suspense. Estos tres autores conforman para mí una triada insuperable. Los
Dioses Oscuros beben mucho de Lovecraft, pero también de los otros dos autores.
De unos y otros he ido tomando esto, aquello y dándole mi particular visión y
haciéndolo encajar en el universo que a su vez creé. No se trata de un plagio,
sino de un sentido homenaje. Si en el universo primigenio de Lovecraft la
Humanidad no es más que una mota de polvo insignificante que se encuentra
indefensa, en mi universo es una pieza importante del tablero cósmico, dueña de
su destino y capaz de influir en los acontecimientos aunque la mayoría de las
veces ni tan siquiera sea consciente de ello. Si en Lovecraft no hay
prácticamente forma de enfrentarse a las abominaciones que surgen de abismos
pavorosos, en mi universo el honesto valor humano, el buen acero y el fuego son
armas eficaces para acabar con cualquier monstruo a pesar de su poder. Incluso
las poderosas entidades como los Dioses Oscuros son vulnerables a ciertos
hechizos o dependen de los humanos para llevar a cabo sus planes.
En definitiva, aunque en un
principio puedan parecer muy parecidos, las entidades de Lovecraft y las mías
difieren en muchos aspectos, siendo el principal que en mi universo la
Humanidad escribe su propio Destino mientras que en el de Lovecraft está
condenada a la extinción o a la más pavorosa de las locuras.
Los Dioses
Oscuros en la realidad
No solamente Lovecraft o Howard han
influido a la hora de crear los Dioses Oscuros, también lo ha hecho la Historia
y los propios seres humanos. No hay más que acercarse a los libros de Historia
y Antropología para darse cuenta que, increíblemente, los seres humanos hemos
estado adorando (y seguimos haciéndolo) por miles de años a los Dioses Oscuros.
Estos han desfilado por la historia
con otros nombres, tales como Huitzilopochtli, Ahriman, Moloch Baal, Melkart, Satán
y tantos otros a los que se ha sacrificado vidas humanas o dedicado guerras en
su nombre. Son los dioses oscuros de nuestra Antigüedad, dioses de los muertos,
de la Muerte y de la destrucción, del caos, la locura y la sangre, dioses que
siempre han tenido necios adoradores que han sembrado de muerte y fuego las
páginas de la Historia. Son arquetipos oscuros que nacen en lo más profundo de
nuestra psique, pues no hay que olvidar que cada uno de nosotros posee un trozo
de oscuridad enterrado en lo más profundo de nuestro ser que en ocasiones
dejamos aflorar a la superficie, bien sea de forma consciente o no.
No solamente los Dioses Oscuros han
proliferado en la Antigüedad, sino que han llegado a nuestros días, ya que se
nutren principalmente de la estupidez, malicia, avaricia y sobre todo de la
ignorancia de los seres humanos, defectos que en la actualidad siguen abundando
por desgracia en las sociedades, sobre todo, por paradójico que parezca, en las
llamadas “primeras naciones”. Han cambiado de nombre, por supuesto, pues los
Dioses Oscuros son hábiles en seguir vivos a través de las eras, son mutables y
saben adaptarse para llegar con mayor facilidad a los débiles de mente y negros
de corazón. Han adoptado el nombre de fascismo, comunismo, socialismo,
progresismo, consumismo desenfrenado, fanatismo, intolerancia, arrogancia… y en
su nombre se llevan a cabo guerras o se destruyen países, se conduce al hambre
y a la miseria a naciones o se las expolia de sus recursos, se sacrifican niños
en aras de supuestos derechos o se inmolan personas en nombre de la Ciencia.
Ellos están ahí, siempre han estado ahí aunque nos neguemos a reconocerlo. La
oscuridad es su mejor baza, que no se crea en ellos también, pues así tienen
más libertad de movimiento y pueden llevar a cabo sus planes. No en vano se les
conoce como los Dioses Oscuros.
¿Por qué crear
un universo así?
La respuesta más simple es porque
no. Cuando escribí “La caída del Águila” comprobé que había calado mucho entre
los lectores la idea de los Dioses Oscuros. Cuando más adelante escribí “Carnis
Vorax” y “Vampirus” me dije que sería gracioso meter algún pequeño detalle que
conectaran estas dos novelas con “La caída del Águila”. Fue entonces cuando me
di cuenta que bien podía crear un universo ficticio que tuviera una cosa en
común: los Dioses Oscuros en mayor o menor medida. No es un universo con una
fácil comprensión o con un sentido cronológico de los acontecimientos. Juego
con la idea de que si bien, quizás, “Apocalipsis maya; con zombis” y “Madrid
Zombi” sí que pueden pertenecer al mismo universo y seguir un orden, no tiene,
en cambio, que pasar lo mismo con “La caída del Águila” o “Vampirus”… ¿o puede
que sí?
Cada lector puede sacar sus propias
conclusiones. Mi intención es atizar la imaginación del lector para que pueda
volar a otros mundos tan fantásticos como aterradores y pasar un buen rato. Que
tenga, además, la sensación de que se ha introducido en un mundo que parece
estar conectado, que juegue con esa idea que potenciará aún más la historia que
se ha leído y por tanto la apreciará más. O a lo mejor es consciente de que
viaja por diferentes mundos, otras realidades que se juntan gracias a un hilo
común que es la presencia de entidades perturbadoras más allá de nuestro
entendimiento, capaces de ir de un plano existencial a otro y dejar allí
plantada su semilla de lo que nosotros consideramos el mal, pero que para ellos
no es más que llevar adelante sus proyectos, como cuando nosotros construimos
una casa y no nos fijamos, ni nos importa, que cuando las máquinas excavadoras
crean los cimientos estamos destruyendo hormigueros y otros mundos de ínfimo
tamaño.
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