CAPÍTULO II. El círculo del Dragón
Los días dorados de Ripley Comics
Ripley Comics fue mi vida, mi pasión y mi alegría. Fue todo eso e incluso más, pues aparte de potenciar mis vicios me hizo descubrir otros nuevos; pero lo mejor fue que me hizo conocer a algunos de mis mejores amigos, compañeros inestimables, y vivir momentos gloriosos e irrepetibles. Es innegable que tras casi cuatro años tuve que cerrar la tienda perdiendo mis ahorros, mis energías y acumulando deudas que me costaron más de seis años poder solucionar, pero a pesar de eso fue una experiencia de que la nunca me arrepentiré. Y la volvería a repetir, aunque supiera de antemano que como negocio no saldría bien. Pero dejemos de lado el porque no funcionó, pues no atañe a la historia del Lobo y vayamos a lo que interesa.
En Ripley no sólo se vendían comics, sino también juegos de rol, carátulas y libros de cine, miniaturas, Magic, camisetas e incluso al principio hasta video juegos y consolas, y todo eso fue lo que me llevó a conocer a mis amigos. Entre los primeros que conocí fue a Maikel, seguido del señor Oliver (Olí para los colegas) y luego Daniel, Sergio, Samuel (hermano de Daniel) y otros, que luego, mucho más adelante, a su vez me llevaron a conocer a Iván, Miguel “hermano perro”, Soriano, Juan Alberto, Mike y otros. Pero los primeros pasos que me condujeron al mundo de las miniaturas fueron con el Rol. Ya Maikel comenzó a darme mis primeras lecciones, pues en la tienda vendía minis, e incluso cajas de Warhammer 40.000 y la mítica primera edición del juego: el Roguer Trader. Maikel (que por entonces ya era del Caos, de los primeritos traidores) se pasaba por la tienda y miraba a ver que se podía comprar, pero casi nunca tenía dinero y se le pasaron cosas que ya no existen y son de culto, como por ejemplo el Land Raider 1ª; a día de hoy los aullidos infernales de Maikel por perder el Land Raider se siguen escuchando. Maikel me hablaba del W40K y me contaba historias del Emperador, los Marines Espaciales, sobre todo largaba historias del Caos, que le pirraba y mucho, pero a mi no me hacía maldita la gracia, aunque las historias molaban, pero es que era ver las minis de 1ª y echarse a llorar; sobre todo la de los Marines o la Guardia Imperial, que era algo así como una especie de ejército ruso con minis deformes que eran ogros, enanos y cosas parecidas. Vamos, que no le veía la gracia a la cosa y Maikel, que intentaba que me pasara al Caos, no pudo convencerme de que prestara atención a la cosa.
La cuestión es que las minis me fueron necesarias para jugar al rol y ahí fue cuando mi interés dio un giro bestial. Solíamos jugar sobre todo al “Señor de los Anillos” y a veces ocurría que los personajes tenían que darse de piños contra pandas de orcos, esqueletos o soldados de la guardia, y entonces, para clarificar, acelerar y visualizar el combate, colocábamos miniaturas y escenificábamos las luchas. El que solía traer las minis era Maikel, pues el resto no teníamos, pero ya nos fuimos comprando minis del “Señor de los Anillos” y otras marcas para tener cada uno su personaje. Así, mi primera mini fue un jinete de Rohan del “Señor de los Anillos”, de una marca que era bastante mala, ya que las minis eran de muy mala calidad y estaban mal esculpidas. Para colmo, las bañaban con una especie de capa de imprimación gris que era muy toxica, pero por aquel entonces no se cuidaba mucho esas cosas. El caso es que poco a poco me fui internando en el mundo de las minis y Maikel, siempre andando a la caza y captura de almas para el Caos, nos enseñó varias minis pintadas por él. Fue todo un revuelo, porque las minis pintadas eran muy buenas. En mi interior algo se despertó, e intuí que yo también podía pintar si me lo proponía. Maikel me pasó unos botes de pintura (una mezcla de botes entre Armorica, Vallejo y las míticas primeras pinturas de Citadel) y pincel en mano le eché valor. Mi primera mini pintada fue ese jinete de Rohan, cosa fina. No se me dio mal la cosa y pensé que si practicaba lo suficiente mejoraría mucho. La verdad, la mini era horrible, pero incluso para ser la primera estaba mejor pintada que las de otros que llevaban ya algún tiempo con ello.
Seguimos jugando al rol, y del “Señor de los Anillos” se pasó a otros juegos como “Rolemaster”, “La llamada de Chuthllu”, “Aliens”, “Paranoia”… y cuando se cerró la tienda ya teníamos para entonces un grupo consolidado de jugadores que durante dos años nos reuníamos todos los domingos en mi casa para jugar. Éramos los cuatro del Apocalipsis: Olí, Daniel, Maikel y mi menda. Luego, a base de esfuerzo y tesón, logramos enganchar o atraer a otros jugadores: Mike, Raúl, Nada, Soriano, Iván, Juan Alberto y otros más, y cuando el Ojo del Terror fue creado, jugábamos todos los domingos a los juegos arriba mencionados más otros nuevos, como “Vampiro: la mascarada”, “Hombre-Lobo”, “La leyenda de los 5 anillos”, “Era Hiborea”, una de celtas inventada por Iván y otros más, creando entonces una leyenda que ha perdurado en la memoria colectiva de todos aquellos que participamos en aquellas gloriosas tardes entre amigos, risas, buen rollo y divertidas partidas; el Círculo de Dragón fue increíble.
Siempre me solía pillar personajes tipo guerreros, luchadores, renegados, parias o rebeldes, muy influenciado por Conan el bárbaro, pero también eran personajes reflexivos, disciplinados y marciales, como buen hijo de la Loba. En Ripley Comics, además de juegos de rol, también se vendían juegos de mesa (que entonces se llamaban así y no esa cursilada de wargames), y unos que se vendían mucho y llamaban mucho la atención eran “Heroquest”, “BattleMaster”, “Space Hulk” y “Bloodblow”. El encargado de iniciarnos en estos juegos fue, como no, Maikel, siempre muy atento a los vicios inconfesables. Los que más nos gustaron fueron el “Heroquest” y el “BattleMaster”. El primero porque era como un juego de rol del “Señor de los Anillos” pero con tableros, y el segundo por ser de batallas fantásticas, con mogollón de minis y los ejércitos del Imperio y de Orcos (¿os empieza a sonar de algo?). A mi me gustó mucho el “Heroquest” porque tenía montón de minis: los personajes principales, un enano, elfo, bárbaro y mago, y los malos, guerreros del Caos, Hechicero, momias, orcos, goblins, esqueletos, fimires… Vamos, que era muy divertido. Me pillé el juego principal y todas las expansiones, y Maikel me pintó varias minis que a día de hoy conservó como reliquias. El “Heroquest” me impulsó a interesarme más por las minis en general, y pronto estuve viendo otras marcas de minis y a poco algo me llamó poderosamente la atención.
Ese juego cutre de W40K, el Roguer Trader, había cambiado. Ahora era más atractivo visualmente, unas nuevas minis comenzaron a venir a la tienda. Estos Marines de plástico molaban más, y tenía tanques, y otras cosas muy chulas. La bestia del interior comenzó a aullar y el principio del nacimiento del Lobo estaba a punto de ocurrir. Pero de esto hablaré en el próximo capítulo. Continuará…
Puedes encontrar más aventuras de Crónicas Lupinas en el foro Ojo del Terror; allí se me conoce como carlosellobo.
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