CAPÍTULO VII. La gestación del club, 2ª parte
El puñetero Uno.
Era el momento
de no dejarse llevar por el pánico, porque una buena impresión al concejal de
Juventud nos permitiría tener sala y otras prebendas. No fue entrar el concejal
en la sala cuando Dani y yo nos levantamos para saludar y así, como quien no
quiere la cosa, puse el maletín con las miniaturas justo encima del periódico,
tapando la maldita foto. Confiando en que el concejal no me haría mover el
maletín, esbocé sonrisa tipo lobo cuando atisba un corderillo solitario y procedí
a explicar al concejal que era lo que esperábamos de él. La verdad es que la
reunión nos fue muy bien y se llevó en un ambiente distendido. Como era de
esperar, se nos preguntó por el susodicho rol y si era perjudicial, pero ya
teníamos preparado el guión y pudimos vender bien nuestro producto. Enseñamos
las minis, la escenografía, hablamos de ecología (la escenografía se hace con
cartón, latas, arena…), del servicio que prestamos a la comunidad (sacamos a
los chavales de la calle y les damos una afición), de prestar servicios de
voluntariado (talleres, jornadas, cursos…) y como a estos poliquitejos todas
esas palabrejas les ponen cachondos (aunque luego ellos sean unos hipócritas en su mayoría, como casi
todos los políticos) pues el concejal nos concedió graciosamente, tal si fuera
un rey, una sala en el Centro Cívico San José, hala.
Debíamos
ponernos en contacto con el coordinador del centro, Juanma de nombre, que nos cedería
sala y armarios para nuestras actividades culturales y comunitarias. Mucho nos
abstuvimos de hablar al concejal que en realidad lo que buscábamos era un lugar
donde hacer tronar los bólteres, escuchar el chasquido de los cañones láseres,
el tronar de la artillería, el gemir de los heridos, el crujir de los huesos al
ser triturados por las aceradas orugas de los tanques, el correr de la sangre y
las enloquecidas carcajadas de dioses sedientos de sangre, ja, ja, ja. Por
supuesto que no dijimos nada de eso, porque entonces ya nos podíamos olvidar de
la sala. Que pensaran que éramos unos chicos buenos y majos, no unos
conspiradores que andábamos preparando el sector Getafe para su próxima
asimilación al Imperio, ja, ja, ja (o tal vez ser esclavizado por los Orkos de
Dani, o por los caóticos de Maikel).
No tardamos en
acudir, papeles firmados y sellados en mano, al Centro Cívico en día de diario.
Conocimos a Juanma, y aquí es preciso abrir un pequeño inciso para hablar del
coordinador del centro. Juanma, funcionario del Ayuntamiento, es de esos pocos
que pregonan con el ejemplo, y desde el principio se volcó en ayudarnos y
prestarnos cuanta ayuda necesitáramos. Nos asesoró en todos los pasos
necesarios para constituirnos en asociación, nos cedió salas, tiempo, dinero,
recursos y nos defendió a capa y espada del Ayuntamiento y de la Comunidad.
Siempre estuvo a nuestro lado, nos apoyó en todo e incluso nos trató, en muchas
ocasiones, con estatus de privilegio. Además, es un tío simpático e
inteligente. La asociación nunca hubiera salido adelante más allá de un año si
en vez de estar Juanma como coordinador del centro hubiera estado otro.
Realmente, Juanma fue el impulsor de que la asociación creciera y se
convirtiera en un club con cierto prestigio. Cuando conquistemos este
planetucho para el Emperador, se le pondrá una estatua en el Salón de los Héroes.
Volviendo al
tema del centro, Juanma nos entregó una sala en la cuarta planta, arriba del
todo, con un armario para que pudiéramos guardar nuestras cosas. No era una
sala muy grande, pero lo suficiente para jugar dos partidas a la vez. Nos
gustaba mucho, porque era excelente para nosotros. Juanma nos informó que la
sala nos la podían quitar otras asociaciones si no nos establecíamos nosotros a
su vez como asociación. ¿Qué debíamos hacer para convertirnos en asociación?
Juanma nos facilitó la labor trayendo información, papeles a rellenar y la
dirección a donde debíamos acudir para iniciar los papeleos y el trámite.
Pero existía
un primer problema que debíamos solucionar cuanto antes: el club necesitaba un
nombre. No era cosa de andarse con remilgos y necesitábamos un nombre cañero,
que demostrara a las claras quienes éramos, que pretendíamos y de que iba
nuestra afición. Ahora puede parecer una tontería, pero entonces nos estrujamos
los cuatro la cabeza por culpa del dichoso nombrecito. Más de dos y tres tardes
la pasamos en la sala apostando por aquel y ese nombre, hasta que hubo uno que
nos convenció y que además demostraba que éramos unos cachondos dispuestos a reírnos
de cualquiera, incluso de nosotros mismos. Ese nombre era “El puñetero Uno”.
Sí, como leéis, en un principio quisimos poner “El puñetero Uno” como nombre al
club. Alguno me diréis: ¿pero, qué clase de nombre es ese para una asociación?
Oh, infelices pardillos, paso a explicaros.
Atended, ¿qué
es lo que mas fastidia cuando estas jugando una partida al W40K y llega el
momento de realizar la tirada más decisiva, aquella que te dará la victoria o
la más ignominiosa de las derrotas? Pues sacar 1 en el dado. El 1 es la
pesadilla de cualquier jugador, y a pesar de que en un dado de seis caras hay otros cinco
números, y que el 1 tiene las mismas posibilidades de salir que el resto de los
demás números, lo cierto es que, tras tener una larga experiencia de jugador,
contemplas horrorizado que las matemáticas y las estadísticas se van a la porra
cuando se juega al W40K y que el 1 es el que más veces sale. Sí, es cierto,
sostengo la teoría de que es debido a las tormentas de disformidad y a la
siempre ponzoñosa presencia del Caos. Que horror es ver como tus dados ruedan y
la mitad acaban sacando ese puñetero 1, ¡Crom le parta!
Así que, ¿algo
más lógico que llamar al club con ese nombre? Lo cierto es que mucho nos reímos
y votamos a favor del nombre, pero Juanma, en su sabiduría, nos comentó que la
gente no entendería el nombre y pensarían que seriamos una asociación tipo
anarquista o giliflautica, vamos, que nos daría problemas. No cedimos y
continuamos adelante con la intención de que la asociación se llamara “El
puñetero Uno”, pero, las cosas no salieron como deseábamos, al Emperador
gracias. La verdad es que debo reconocer con humildad que no tengo ni pajolera
idea de cómo fue. Lo único que me acuerdo era que estando en la sala jugando
una partida contra los Ángeles Oscuros del Hermano Soriano (por cierto, al que
estaba machacando, juas, juas, juas…), alguien dijo que un nombre bonito sería
“El Ojo del Terror”, que era como se conocía en el Universo de W40K a una
inmensa tormenta de disformidad donde el espacio normal y la disformidad
chocaban, hogar de demonios, traidores y herejes.
La luz se
encendió en todos nosotros: “El Ojo del Terror”. Sí, cuanto más pronunciábamos
el nombre, más nos gustaba. Ese sí que era un nombre ideal para el club. Con
gritos de jubilo y pegando tiros al aire, alarmando al centro y al resto de
usuarios que ya pensaban que el mundo se terminaba, dimos por bueno el nombre y
decidimos cambiarlo, dejándolo por el definitivo “El Ojo del Terror”. ¿Qué fue
lo que nos llevó a tan drástico cambio? ¿Surgió el nombre de manera casual? ¿De
una conversación entre amigos, tal vez alguien lo leyera en una revista White
Dwarf? ¿O no fue casualidad? ¿Fue el Emperador quién nos puso el nombre en la
mente? ¿O acaso el Caos, que en su maldad quería traernos la perdición? Que más
daba, porque la asociación ya tenía nombre y con ese se iba a quedar para la
eternidad. Que tiemblen los mismos cimientos del Universo, que los dioses se acurruquen
miedosos en un rincón, que los mortales se preparen para la guerra, porque el
mundo ya no iba a ser el mismo. Getafe se convirtió en testigo privilegiado del
nacimiento del club más prestigioso (porque lo digo yo) de toda España. Había
nacido EL OJO DEL TERROR. Continuará…
También puedes seguir las Crónicas
Lupinas en el Foro de la asociación Ojo del Terror. Crónicas Lupinas están escritas
por Juan Carlos Sánchez Clemares y debidamente registradas a su nombre (así que
ojito o Crom te puede patear el trasero).
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