CRÓNICAS
DE UN FRIKI IX
LOS
CÓMICS (o tebeos); octava parte.
La
vida de un friki en las tiendas especializadas.
Antes se llamaban tiendas de
cómics. Ahora son tiendas o librerías especializadas. Antes te encontrabas
tebeos hasta en el techo y de cuando en cuando alguna camiseta o poster. Ahora
tienes merchandising hasta en la sopa y de cuando en cuando te encuentras algún
cómic. Las tiendas de cómics han evolucionado y cambiado mucho desde sus
primeros tiempos. En España, en concreto en Madrid, la primera tienda fue
Madrid Cómics, situada en la Gran Vía, tal y como explicara en la anterior
entrada de mis crónicas. Y fue un lugar donde solía comprar los números de mis
colecciones, pero no terminó de solucionar mis problemas de tener asegurados
los ejemplares porque Madrid Cómics era un tienda pequeña por aquel entonces y
también porque especulaba un tanto con los precios, sobre todo de los números
atrasados.
Afortunadamente
no tardaron mucho en aparecer otras tiendas, como Crisis Cómics, una de mis
favoritas y la segunda en nacer, Arte 9, Atlántica y tantas otras. Además,
prácticamente todas aparecieron en la misma zona de Madrid, en apenas un radio
de un kilometro de distancia, en los aledaños de Gran Vía, muy bueno para los
aficionados y coleccionistas, pero a largo plazo muy malo para los dueños de
las librerías que terminarían pagando muy caro su miopía comercial. Aunque este
no es el sitio donde comentar tales cosas. Como decía, a raíz de la aparición
de nuevas tiendas la oferta fue más amplia y con ello la posibilidad de
encontrar más material, aunque la especulación y los abusos respecto a los
precios de los números atrasados fueron en aumento. Afortunadamente, nunca tuve
problemas al respecto ya que conseguí mantener siempre al día mis colecciones.
Una
tarde de compras
¿Qué
tiene de diferente comprar un cómic en un quiosco que en una librería
especializada? Lo primero es que la cantidad de cómics era mayor. Si en un
quiosco traían uno, dos o puede que cuatro ejemplares de una colección, en una
tienda traían hasta veinte o treinta ejemplares. Y si te quedabas sin él, te
ibas a otra tienda y lo conseguías. Segundo, en caso de no poder comprar el
ejemplar, tarde o temprano lo volvían a traer y simplemente buscabas en la
sección de números ejemplares y allí lo tenían. Eso sí, cuanto más atrasado
fuera el número más dinero tendrías que soltar. Tercero, no solamente se
vendían cómics. Si bien al principio no había más que unos pocos posters,
alguna chapa y varias camisetas, no tardó mucho el merchandising en hacer acto
de presencia y copar los escaparates y las estanterías. Aparte de comprarte el
tebeo de tu héroe favorito también te podías comprar una taza con su efigie, o
una figura articulada, o la camiseta, o el pañuelo, o mil cosas más. Cuarto, la
posibilidad de comprar el cómic original, es decir, de importación, de USA, en
inglés, tener en tus manos el producto original.
Pero
lo mejor de las librerías especializadas es que estaban dirigidas por personas
que también eran lectores de cómics, frikis, y que entendían mucho sobre el
producto que vendían. Ya bien atendieran al público o no, eran personas que
sabían de los gustos de los clientes porque ellos mismos eran sus principales
clientes. Aunque con el paso del tiempo dejaran de leer cómics o coleccionarlos
por defecto profesional, seguían siendo personas con amplios conocimientos
sobre ese mundo. Incluso los empleados de las tiendas eran personas, jóvenes
casi siempre, con los que te podías identificar porque también eran
coleccionistas. Era muy común ir a una tienda y echar unos minutos de agradable
charla con el dependiente o el dueño acerca de los súper héroes, las películas
del momento o cualquier otra cosa relacionada con la literatura, video juegos,
etc. Podías exponer tus dudas y pedirles consejos, porque no se limitaban a
vender, sino que buscaban también la satisfacción del cliente. ¿Qué era lo más
interesante de leer en el momento? ¿En qué podía invertir mi dinero? ¿Merecía
la pena su lectura?
También
el ambiente de estos lugares era especial. Te dabas cuenta de que no estabas
solo, y tampoco éramos tan pocos como creíamos. Ibas allí y veías a otras
personas como tú, que compraban sus cómics y hablaban de ellos con toda
naturalidad, puesto que en las tiendas nadie te iba a decir o reprochar nada
acerca de tus aficiones. Si bien es cierto que durante muchos años únicamente
eran hombres los clientes, al final, y gracias sobre todo al manga y el anime,
también las mujeres se animaron a entrar en el mundo del lector y coleccionista
de cómics y empezaron a ser multitud en las tiendas. Otra cosa que tenemos que
agradecer a las tiendas especializadas.
Tu
punto de encuentro
Debido
a la masiva aparición de librerías especializadas, pronto los coleccionistas
nos vimos en la necesidad de tener que elegir unas pocas en las que gastar
nuestros dineros. Estoy hablando de Madrid, claro, capital y una gran ciudad
española, donde en su momento de mayor auge llegaron a existir más de cuarenta
librerías de cómics estando casi el 60% de ellas en los alrededores de Gran Vía.
Sé perfectamente que, excepto en Barcelona, en el resto de ciudades no pasaba
esto, teniendo suerte si, por ejemplo, en Santander existían cuatro o cinco.
Al
ser tanta la variedad, cada cual eligió su punto de compra según sus
necesidades o recursos. Dado que el precio de los cómics no variaba, los baremos
para decantarse por una tienda iban desde la cantidad de merchandising hasta la
acumulación de números atrasados, donde ahí sí que podían existir variaciones
de precios debido a la competencia. También influían mucho los dependientes. No
era lo mismo ir a comprar a una tienda donde el dependiente entendía de cómics,
era simpático, abierto y te seguía la conversación que a la tienda donde te
atendía un tipo seco que ni te miraba mientras te cobraba o una chica muy mona
pero que no tiene ni repajolera idea de quién es Ben Grimm. En fin, ciertamente
tuve dos lugares a los que acudía a comprar mis cómics. Uno era Madrid Cómics y
el otro fue Crisis Cómics. Esto me llevo a dejar de lado el adquirir los tebeos
en los quioscos, y no creáis que no me resultó duro tener que abandonar una
costumbre que seguí a rajatabla durante muchos años. Ya me había acostumbrado a
acercarme al quiosco y ya conocía al señor quiosquero, pero, la vida es así y
en el mundo comercial impera la ley de la oferta y de la demanda y el quiosco
frente a la librería especializada salía perdiendo.
Madrid
Cómics fue mi primera elección, pero marcada por la nostalgia. Dado que fue la
primera tienda en nacer y la primera que descubrí, aquello me llevó durante un
tiempo a ser un cliente fiel. Pero poco a poco me fui asomando a otras tiendas
y de ellas fue Crisis Cómics quien terminaría por copar toda mi atención.
Aquí
huele a cómic
El
porque de elegir Crisis como mi lugar de compra fue debido sobre todo a su
dueño, Miguel, un tipo muy majo y abierto gran conocedor de este mundo, siempre
dispuesto a charlar contigo y darte consejos. Luego estaban los dependientes,
también agradables y que sabían de todos los vicios relacionados con los cómics
y siempre aprendías cosas de ellos. Y sobre todo, por la enorme cantidad de
cómics que te podías encontrar en la tienda. Miguel fue de la filosofía de
tener cuantos más cómics mejor, entre atrasados y actuales. Aunque también
cuidó el merchandising, su lema fue “aquí encontrarás el tebeo que te falta”.
No era una tienda muy sofisticada, ni el local el ideal, partido en dos y con
columnas por en medio, pero en cuanto subías los dos escalones para acceder a
su interior lo primero que te asaltaba el olfato era el olor a tinta, papel y
aglomeración de cómics. Y es que los había por todas partes, de todas las
colecciones y editoriales, incluidos originales norteamericanos. Y por si fuera
poco, Miguel era de los que más baratos solía vender los números atrasados.
Muchas
y muy buenas tardes pasé allí, buscando en los cajones, mirando en las
estanterías y ojeando las revistas y los cómics, de charla con algún conocido,
haciendo amigos y departiendo con Miguel y los dependientes. Como no podía ser
menos, te convertías en un cliente y eso te daba ciertos beneficios: te
guardaban los cómics con lo que siempre te asegurabas tener tu ejemplar (y
creedme, hubo un tiempo que esto fue un lujo, sobre todo en la época de las grandes
ventas de los mutantes, donde era más que posible que te quedaras sin tu
número), te hacían descuentos, te obsequiaban con regalos y otros detalles que
sin ser grandilocuentes sí que agradaban por el detalle en sí. En la librería
te podías enterar de las nuevas novedades, de las colecciones que iban a salir,
de los movimientos y trabajos de los dibujantes y guionistas y de mil cosas más
no solamente relacionados con los tebeos. Con el paso del tiempo, la librería
especializada de cómics se terminó convirtiendo en punto de encuentro de amigos
y una forma agradable de pasar una tarde.
La
parte negativa de las librerías ya lo he explicado en esta y otras entradas de
las crónicas. Existían libreros que se dedicaban a especular con el precio de
cómics o material de merchandising con precios abusivos, creando un mercado
negro que durante años se dedicó a realizar una competencia desleal con dinero
negro, abusando de los aficionados y compradores. Finalmente se terminó eso
porque Cómics Fórum fue sacando poco a poco colecciones de clásicos, segundas
ediciones y material atrasado con precio justo. También los hubo que no eran
aficionados a los cómics, ni tan siquiera a las aficiones que los frikis
solemos compartir, sino meros comerciantes que se dedicaban a vender un
producto sin cuidarlo demasiado, convirtiendo la librería en otra cosa muy
diferente, más parecido a la pescadería de un supermercado que a un lugar de
encuentro y venta de cómics.
La
proliferación excesiva de librerías por el centro de Madrid tuvo consecuencias
nefastas para los libreros, pero positivas para los clientes, pues la
competencia fue feroz y eso se tradujo en bajadas de precios o mucho material,
aparte que algunas librerías se fueron especializando en determinadas
aficiones. Pero el paso de los años y la superpoblación hicieron mella y muchas
fueron las librerías que terminaron por quebrar y cerrar. Pero tampoco este es
el lugar donde debatir esto.
Con
la aparición de las librerías de cómics mi afición dio un vuelco radical. Nunca
más me quedé sin mi ejemplar y siempre estuve al tanto de las últimas
novedades. El comprar cómics dejó de ser una prueba de habilidad, constancia y
rastreo para convertirse en un paseo agradable, comprar tranquilamente y
después, quizás, departir un poco con otros clientes o los dependientes. Se
terminaron las largas caminatas por las calles buscando lugares donde vendieran
cómics. Ahora siempre ibas al mismo sitio y sabías que allí te guardaban tus
ejemplares. Pero dejadme que os diga un secreto: echo mucho de menos esos
tiempos donde iba con mi bicicleta al quiosco desesperado en busca del nuevo
número de Spiderman. Para mí, fue mi mejor época de coleccionista de tebeos, un
recuerdo precioso que tendré siempre conmigo, algo que me hizo disfrutar la
afición de manera que los chavales de hoy en día no pueden ni imaginar. Y me
siento afortunado por haber vivido esa etapa, de haber conocido en persona la
salida de los Cómics Fórum, la aparición de las primeras librerías
especializadas en España y de la edad dorada del cómic de superhéroes en
nuestro suelo patrio. No lo cambio por nada.
¿Y
ahora qué?
El
paso siguiente para un loco friki coleccionista de cómics, a poco que tenga la
oportunidad, es muy lógico. Lo veremos en el último episodio de este apartado
de las crónicas. Todo tiene un final, y considero que llegué a mi final tras
una etapa de mi vida que me fue crucial, no solamente en mi afición sino porque
tuve la oportunidad de conocer a las personas que se convirtieron en mis nuevos
amigos y porque viví otra etapa memorable con nuevas aficiones y nuevos retos.
Os espero en la última entrada dedicada a los cómics.
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