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jueves, 11 de abril de 2013

UNOS CONSEJOS PARA ESCRIBIR DIÁLOGOS





UNOS CONSEJOS PARA ESCRIBIR DIÁLOGOS.

            En esta entrada vamos a tratar sobre los diálogos en la novela o relato corto, y aclaro esto para que se tenga en cuenta que aunque parezca parecido, existen muchas diferencias a la hora de crear diálogos para según qué medios de narración. No es lo mismo escribir diálogos para un cómic, que para un guión de cine o para el teatro. De igual forma, tampoco es igual para las novelas de ficción, pero en este caso las restricciones son menores y tenemos mucha más libertad. Aunque los principios básicos sean los mismos, a simple vista comprobamos que crear diálogos para un cómic, por ejemplo, es difícil pues nos encontramos con dos importantes limitaciones: el espacio (diminuto) y que prima más lo visual que la letra. Así pues, en el cómic es necesario saber decir mucho escribiendo muy poco y apoyándose muchísimo en la narrativa visual de la ilustración. En la novela, repito, estas dos limitaciones no existen. Claro que esto no significa que no haya ciertas reglas que hay que tener en cuenta y que los diálogos sean fáciles de inventar. Al contrario, es, quizás, una de las partes más difíciles de escribir de un libro o relato corto. Si lo deseas, puedes aceptar mis consejos (basados en la experiencia y en el conocimiento, por escasos que sean) y seguir adelante con la lectura de la entrada.

La importancia del dialogo.

            No es broma, es una de las partes más importantes de la obra y por eso hay que saber tratarla con la seriedad que se merece. El dialogo siempre ha existido en la novela, incluso aunque no lo parezca, de múltiples formas, pero siempre ha estado ahí. Se ha modificado mucho a lo largo de los siglos, pero su esencia es la misma: comunicar a los lectores, a través de boca de los personajes, información mediante los sentimientos, agilizar dicha información para hacer avanzar el argumento y presentar conflictos.
            Los diálogos no son banales, ni deben ser intranscendentes, sino que deben cumplir una perfecta función. Si no sabemos escribir diálogos no podremos escribir historias ni publicar nuestras novelas. El autor tiene un estilo a la hora de escribir que se nota enseguida cuando has leído varias de sus publicaciones, y ese estilo debe transmitirse a los diálogos pero además fusionando la personalidad de los personajes y evitando que el estilo personal del autor se imponga al del personaje, lo que no es tan fácil de conseguir a pesar de su simplicidad. Existen muchos escritores (sobre todo los principiantes o los que carecen del conocimiento de rudimentarias técnicas) que cometen muchos errores a la hora de crear diálogos y no consiguen que sus personajes se expresen de manera adecuada. Porque esto es muy importante: el personaje se da a conocer a través de sus acciones durante el argumento de la novela, de sus pensamientos a través de la narrativa y mediante su forma de expresarse ante los demás, el dialogo. Si una de estas tres cosas falla, el personaje no es creíble y el lector perderá interés por el personaje y en efecto cascada por la trama y la novela. De estos tres aspectos, donde el lector suele fijarse más es en los diálogos.
            Por eso insisto en la importancia del dialogo. Para saber un poco más sobre el tema, vamos a tratar unos cuantos puntos acerca del verdadero arte de escribir diálogos.
 
Los diálogos no son espontáneos.

            Esta es una afirmación que debes tener muy en cuenta. En literatura no existe el dialogo espontáneo porque, sencillamente, el autor ha pensado detenidamente sobre él antes de ponerse a escribirlo. Mediante el uso del dialogo el escritor desea algo (hacer avanzar la trama, presentar al personaje, introducir un conflicto…) y por eso ningún dialogo debe ser banal y está obligado a presentar información. El escritor puede intentar conseguir el efecto de que los personajes “hablen” de forma casual, espontáneamente, pero eso es porque los personajes no son “conscientes” de que detrás de sus pensamientos se encuentra el escritor. Así, antes de ponerse a trabajar en un dialogo hay que detenerse un momento y pensar en lo que se quiere transmitir en dicho dialogo. Si un dialogo no presenta información, no hace avanzar la trama, no presenta emociones y/o no crea conflicto, es un dialogo que sobra. No te pongas a escribir diálogos porque sí pensando que la “espontaneidad” te va a servir de algo. Si no tienen un propósito, el dialogo es un lastre que hundirá la novela.

Con sentimientos.

            Lo anteriormente escrito nos enlaza al siguiente consejo. Los diálogos son “vivos”, puesto que aunque sean letras son las emociones de los personajes plasmadas en sus conversaciones con los demás (o consigo mismos) y por eso deben expresar emociones. Si son planos, sin sentimientos, si están cargados de información pero esta no se ofrece mediante una emoción, entonces estamos ante un dialogo “muerto” que no servirá para nada. Hay que entender que las personas cuando nos comunicamos con la palabra expresamos intensas emociones aunque en ocasiones las intentemos reprimir. Mientras el ser humano tenga emociones, estás se sentirán cuando hable. Esta regla se aplica a los personajes de ficción. Dado que no existen realmente, los personajes de una novela están obligados a transmitir sensación de “vida” mediante el dialogo. A la hora de crear diálogos es más importante echar mano del sentimiento y lo afectivo que de la lógica o racionalidad. La lógica y la racionalidad se utilizan para crear los diálogos, pero no para que se expresen a través de ellos los personajes; espero que hayas comprendido el concepto.

Hacen avanzar la trama, presentan conflictos nuevos, los solucionan o los agravan.

            Una novela tiene dos partes a la hora de presentar el argumento: la narrativa y el dialogo. Independientemente de cuál se utilice más, ambos deben servir para hacer avanzar la trama. Si en una obra hay un montón de párrafos que crean un montón de páginas, o un montón de diálogos que se eternizan, pero nada de esto hace avanzar la historia, entonces esa novela se condena al fracaso. El dialogo es la base perfecta para hacer avanzar la trama y crear una historia más “viva” para el lector. A través de las palabras de los personajes podremos crear otros puntos de vista sobre el argumento y crear conflictos entre los personajes, solucionarlos o agravarlos de cara a hacer más interesante la novela, es por eso que se aconseja que los diálogos vayan paralelos a la historia no en el sentido cronológicamente hablando, sino en el de hacer comprender, avanzar y/o solucionar un conflicto o la trama.

¿Diálogos cortos o largos?

            Aquí entra el estilo de cada autor. No obstante, fíjate en como hablan las personas y date cuenta de una cosa muy importante: los seres humanos, cuando hablan entre ellos, no lanzan largas peroratas ni floridos discursos, sino que las conversaciones suelen ser rápidas, cortas y muy explicativas. No te quiero decir cuando los dialogantes son familiares o amigos que se conocen de muchos años, donde ya con decir dos palabras y realizar cuatro gestos se han dicho todo. Y eso se puede plasmar en un dialogo de novela.
            En cuanto a los diálogos largos, se dan en ciertas ocasiones, sobre todo en debates, discursos o cuando alguien tiene la palabra y puede hablar sin temor de que nadie le vaya a interrumpir. Puede darse el caso que en una conversación haya una o dos personas de personalidad muy fuerte que se impongan al resto de personalidades más débiles o escasa capacidad para hablar, entonces esos personajes pueden hablar durante más tiempo porque se imponen a los demás mediante su personalidad, sus conocimientos, la intimidación física, etc. Si la trama lo pide, puedes realizar diálogos largos, pero como he dicho un poco más arriba, no hay mejor escuela que la Vida misma. Sal afuera y escucha a los personas hablar, según sea su posición social y sus conocimientos así se comunicarán. No es lo mismo dos ingenieros hablando, que trabajan fuera de sus países, que dos campesinos de China analfabetos que nunca han salido de su aldea natal.

Interactivos.

            Los diálogos deben ser interactivos. Cuando dos o más personas hablan, a no ser que se encuentren en un debate con orden, se cortan entre ellas, se apoyan, contradicen o discuten, llevándose la contraria, o dándose la razón, o intercalando chistes, anécdotas, insultos… Los personajes, cuando dialogan, deben dar “vida” al dialogo. Te pongo un ejemplo. Son tres amigos hablando de fútbol.

—Te digo que Juanjo no vale como delantero…

—¡Claro! ¿Y por qué no, eh? —exclamó Luis.

—Falla todas las ocasiones que tiene…

—Pero al menos está ahí, no como otros —intervino Pepe.

—Pero no se puede fallar, porque entonces los otros nos pueden ganar.

—Eso no significa nada.

—Sí lo hace…

—Te digo que no —se enfadó Luis.

            Si te das cuenta, es un dialogo rápido y fluido, tal y como más o menos hablan las personas en la vida “real”. Puedes añadir tacos, palabras malsonantes, repeticiones, etc. Y esto nos lleva al siguiente punto.

Mejor reales que literarios.

            Error muy común entre los escritores noveles. Construir diálogos recargados, con frases complicadas, palabras raras o extremadamente cultas, floridas, construcciones literarias, poéticas…, sólo nos conduce a que el lector no se crea el dialogo. Las personas no hablamos así, y mucho menos en el día a día. Es más, como he explicado antes, las conversaciones no suelen ser educadas, ni se respeta el orden de turno de las personas, sino que intervenimos, cortamos y discrepamos con velocidad, incluso quitando la palabra a los demás. Eso se debe reflejar en las conversaciones entre personajes. En ficción, la gente debe hablar como la gente en la realidad, y a excepción de algún personaje que por motivo de la trama o por su personalidad atípica se desmarque de los demás, haz que tus diálogos se parezcan lo más posible a los de las personas.
            Sobre todo, esto se aplica a las novelas humorísticas, donde el ingenio, la gracia y el chiste deben ser a base de diálogos cortos, rápidos y directos. Si escribes novela histórica, también debes hacer lo mismo, aunque con las lógicas diferencias lingüísticas de la época, claro está. Aunque ya lo he dicho, repetir que puede darse el caso de un personaje que hable sin que se le interrumpa, por ejemplo, el presidente de una empresa durante una reunión de trabajo. En ese caso, es difícil que mientras él exponga sus criterios alguien le interrumpa (ya sea por respeto a la jerarquía, por miedo u otros motivos), pero cuando el presidente llega a su casa y habla con su mujer, ya es más que difícil que esta no tenga un dialogo fluido, rápido y con cortes con él. Pido perdón por ser reiterativo en ocasiones, pero es conveniente que se comprenda bien lo que quiero decir.

Apoya los diálogos con gestos y/o con acciones.

            En el cine y en los cómics, por ejemplo, no hace falta describir las emociones de las personas de manera indirecta, ya que se encargan de hacerlo los dibujos o los actores (si son buenos dibujantes y actores) y, en todo caso, si el guionista es muy bueno podrá hacerlo de forma sutil a través de las palabras. En la novela la cosa cambia porque no se cuenta con el apoyo visual y es conveniente dar mayor verosimilitud a los personajes cuando hablan. En otras palabras, enriquecer el dialogo para darle mayor realismo. En la vida real, las personas cuando hablamos no estamos quietas, ni aunque demos un discurso delante de miles de personas. Hay un montón de cosas que las personas hacen mientras hablan, algunas de forma consciente y las otras de manera inconsciente. Vamos a poner un ejemplo donde se vea con claridad lo expuesto.

—Manuel, ¿vas a ir o no finalmente?

—Sí. No, mejor no.

            Esto es un dialogo sin más y fuera del contexto de la trama no nos dice mucho. Pongamos que es un momento crucial donde Manuel debe decidirse por una acción: tiene que hacerla o no. Depende de lo que elija la trama tendrá un final tremendo que el lector puede intuir porque se encuentra en una encrucijada del argumento en la cual el personaje de Manuel tiene la llave para ir en una dirección u otra. Si llegamos a este punto tras un intenso conflicto y creamos un dialogo tan escueto, podemos arriesgarnos a dejar en nada el momento cumbre. A no ser que busques a propósito ese efecto y el lector sea consciente de ello, acabas de arruinar por pequeños detalles uno de los momentos claves de la novela (recordemos que esto es un ejemplo). ¿Cuáles son esos pequeños detalles? Veámoslos.

—Manuel —Pedro miró intensamente a su amigo, intentando poner mucho énfasis en su pregunta—, ¿vas a ir o no finalmente?

—Sí —Manuel contestó de forma súbita, pero de inmediato la duda y el miedo asomaron a sus ojos y tras unos segundos de confusión respondió con un suspiro de resignación—. No, mejor no.





            Fíjate como acabamos de darle un giro transcendente a un dialogo que en un principio era escueto y apenas aportaba información del conflicto en el que se encuentra Manuel. Sin contradecir nada de lo ya escrito anteriormente al respecto acerca de que los diálogos deben ser rápidos y reales, añadirles este tipo de acciones, gestos y detalles los enriquecen y estimula visualmente la lectura a nuestro querido lector. Con la suficiente experiencia, un escritor sabrá cuando un dialogo necesita este tipo de apoyos y cuando no. Sobre todo, estos apoyos sirven de mucha ayuda para los diálogos entre varios personajes.

Consejos finales.

            Si debes rescribir los diálogos, hazlo, no importa. La mejor manera de saber si te gustan y crees que son buenos es leerlos de seguido. Si notas una especie de música mientras lo haces y que hay buen ritmo (independientemente de lo cortos o largos que sean) y notas esa especie de presentimiento de que lo has hecho bien, entonces ya tienes tu dialogo. Si, por el contrario, algo no te cuadra aunque no sepas expresarlo o encontrarlo, no termina de convencerte o no te gusta el dialogo, vuelve a reescribirlo.
            No existen técnicas infalibles para crear buenos diálogos, y no hagas mucho caso a esos libros que sirven de guía. Los libros técnicos para escribir están muy bien, pero en resumidas cuentas los diálogos surgen como la vida misma, de unos personajes que has creado y que a pesar de eso tienen su vida “propia”. ¿Quieres llegar a escribir buenos diálogos? Entonces sal afuera y mira esa vida que te rodea. Haz lo siguiente: lee, escribe, habla, escucha y observa mucho, cuanto más mejor. La vida es la mejor maestra.
            Espero que mis consejos te hayan servido de algo, era mi intención ayudar y dar a conocer mis opiniones al respecto. Forma tu propio criterio y actúa en consecuencia. Como en casi todo, la experiencia será tu mejor consejera y ella te ayudará a encontrar esos diálogos perfectos que harán de tu novela o relato corto una experiencia inolvidable.



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