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domingo, 29 de abril de 2012

CRÓNICAS LUPINAS VI

CAPÍTULO VI. La gestación del club
Los primeros pasos.

La idea de formar el club nos vino de la necesidad de tener espacio donde poder jugar, ya que las casas no eran el lugar indicado. No disponíamos de mesas los suficientemente grandes y además los padres nos miraban con malos ojos, ya que ocupábamos comedores, patios, terrazas con miniaturas, maletines, cajas, dados y tapetes. También queríamos tener un lugar fijo para poder montar unos armarios y comenzar a trabajar con escenografía. Deseábamos jugar en campos de batalla tal y como venían en las revistas. El problema era que no sabíamos como conseguir un local.
La solución nos llegó gracias al grupo de amigos con los que jugábamos al rol los domingos por la tarde, en un pequeño centro cultural situado en un lateral del Ayuntamiento de Getafe, ahora reconvertido en no sé que chorrada municipal, muy pijo, pero poco funcional. En la época de la que os hablo allí se reunía lo más selecto de la sociedad: roleros, wargameros, grupos musicales que iban a practicar, diferentes asociaciones, todas relacionadas con actividades jóvenes y culturales. Como el lugar era pequeño, para jugar al rol nos cedieron una minúscula sala en el sótano, justo al lado de las salas donde los grupos musicales realizaban sus prácticas. Era horrible, porque como podéis imaginar, jugar al rol en medio de una estruendosa cacofonía no era la mejor manera de pasar una tarde. Las partidas del “Señor de los Anillos “ o “Vampiro; la mascarada” se veían amenizadas por gritos, chirridos, tambores y sonidos extraños y martirizantes, ya que los grupos eran del estilo trans-metal, neo-metal, punky-metal, chorrada-metal y unas cuantas cosas más acabadas todas en metal, que lo único que quieren decir es que no sabían tocar, mucho menos cantar, porque cuando un grupo de “músicos” se juntan y quieren tocar sin tener ni idea, dicen ser transgresores y vanguardistas y hala, a aporrear y tocar sin más. Yo me imaginaba que eran Marines del Caos o el mismo Caos, por eso deseaba largarme de allí cuanto antes.
No duramos mucho en esa sala, pero la cuestión es que Maikel, Dani, Soriano y mi menda nos dimos cuenta que podíamos solicitar salas para nuestra afición, ¿pero, donde? Porque el pequeño centro estaba hasta arriba de gente y allí no nos darían sala. En un principio pensamos pedir sala en un centro en Fuenlabrada, y hacia allí encaminé mis pasos, pero en Fuenlabrada, por entonces, sólo había un centro de la Juventud, también hasta arriba de asociaciones, y no nos pudieron ceder sala; al menos, no bajo unas condiciones aceptable. Que diferente hubiera sido todo si nos hubieran dado una sala en Fuenlabrada, ¿verdad? Pero el Emperador tenía otros planes para nosotros.
Gracias al coordinador del centro cívico de Getafe, ese de los Marines del Caos, pudimos conocer al concejal de juventud, que nos dio una cita en su despacho para que le habláramos de nuestro problema y ver que solución se podía encontrar. El coordinador del centro, cosa curiosa, era el mismo que ahora es coordinador del centro cívico del Sector 3, allí donde El Ojo del Terror volvió a renacer de sus cenizas (aunque no me acuerdo de su nombre, porque en fin, majo es, pero le esterilizaba en nombre del Emperador para que no procreara y estropee la simiente genética humana). La cita en cuestión nos fue concedida para dentro de un mes, así que teníamos ese tiempo para planear que debíamos decir y como abordar el tema para evitar problemas. ¿Porque digo esto? Ahora mismo lo sabréis.
Un año, más o menos, antes, ocurrió un suceso único hasta el momento en España pero que conmovió a la sociedad española (borreguil, porque con millones de parados y crisis en marcha —sí, por aquella época también, no aprendemos—, sólo se fijaron en eso y que el Sevilla y el Celta bajaban a segunda división  por falta de crédito financiero) y la puso a mal con los pobres roleros. Me refiero al espantoso (música de “Psicosis”) Crimen del rol. Unos chalados inventaron un juego de rol en vivo sobre razas y lo pusieron en práctica saliendo a la calle a matar al primer desdichado que pillaron y, claro, aquello conmocionó a todo el mundo. El rol saltó a la palestra y de repente todos lo descubrieron, tachándolo de aberrante, que pervertía la mente de los niños, que incitaba a la violencia y yo que sé que chorradas más, pero el caso es que desde ese momento todos aquellos que practicábamos dichos juegos fuimos malditos y perseguidos.
La ignorancia general metió en el mismo saco a los roleros, pero también a los aficionados a los juegos de cartas, wargammes, lectores de cómics, manga y todo aquello relacionado con el mundillo, así que pronto tuvimos fama de asesinos y locos. De repente nos fue más difícil poder encontrar gente con la que jugar, personas que nos prestaran atención. Era necesario convencer al concejal de que en realidad éramos inocentes e inofensivos corderillos. Dispusimos un plan: vestirnos normal, traer minis pintadas y escenografía y hablar de las bondades del juego al concejal explicando que era una afición beneficiosa para los chavales. Disponíamos de varios días para preparar la entrevista; lo que no podíamos imaginar es que las cosas no saldrían como previmos.
Por aquel entonces eran las fiestas de Getafe y era costumbre, sigue siéndolo, que se celebren conciertos de música. Solían tocar los grupos en los descampados que se encontraban cercanos a la Universidad y a la discoteca Tropic Costa, hoy desaparecida, por el barrio de Las Margaritas, que era muy chungo por culpa de la delincuencia y la droga. Una noche tocó un grupo de estos anarquistas anti todo menos anti dinero, claro está, y se armó la gorda porque vino más gente de la normal y el recinto no daba para tanto, así que la Policía tuvo que desalojar parte del personal —el concierto era gratis— para evitar asfixias y turbas. Esto se lo tomaron los punkies y los anti sistemas estos como una ofensa personal, pobrecitos, y no se les ocurrió mejor manera de protestar que quemando coches, destrozando cristales de negocios y varias barbaridades más, convirtiendo esa noche Las Margaritas en zona de guerra, porque la Policía se trajo a los antidisturbios dispuestos a todo.
Pasaba yo por allí de venir de casa de mi amigo Antonio, que vivía en Las Margaritas con su madre, y decidí tomar un atajo por el lado de la Universidad donde se ubicaría la futura parada del MetroSur, que en buena hora se me ocurrió. En un principio comencé a ver grupos dispersos de punkies, gentucilla varia, que no me alarmaron, en peores bregados he estado, pero a poco aquello se iba convirtiendo en manadas que, litronas en mano, se volvían más violentas e incontrolables. ¿Dónde me había metido, por Russ? Pronto me vi rodeado de centenares de individuos de la más variada condición y de ambos sexos, realizando actos incívicos y sumamente reprochables. En estas que pensaba si sacar el bólter o el lanzallamas pesado para purificar a la peña, cuando la turba comenzó a correr todos hacia el mismo sitio, tal si fueran ovejas huyendo del lobo.
Que menos, porque lo que se acercaba era la Policía con todas las fuerzas disponibles: antidisturbios, a caballo, en furgoneta, a pie, en  tanques Leman Russ y aeronaves Valkirias, jolines, como para no echar a correr, porque estos, cuando se lían a meter porrazos, no reparan en Marines ni nada. Así que hala, a correr yo también, porque no era cosa liarse a bólter limpio con las fuerzas de la Ley, compañeros al fin y al cabo aunque ni ellos mismos lo sepan. Pude escaparme gracias a mi buena forma física, y porque en vez de seguir al ganado que huía desbocado, todos directos a la trampa que los antidisturbios habían preparado en la esquina de la calle Madrid, justo donde empieza ahora la peatonal, me eché hacia un lado, salté los coches aparcados y me perdí por los bajos y soportales del bar de los bocatas (y quien sea de Getafe sabe a que me refiero).
Aquello no fue más que una anécdota, pero al día siguiente pude saber que la cosa fue a peor y me podía haber metido en un buen lío de no haber andado fino. Los gamberros hicieron de las suyas y la Policía se tuvo que emplear a fondo, no andando ellos tampoco muy comedidos, y durante semanas Getafe estuvo en boca de toda España por aquello; ya se comenzaba por entonces a gestar el fenómeno “botellón” con sus fatales consecuencias. Pero ya veis como es la España actual. Por entonces, a los roleros y wargameros se nos perseguía a muerte por lo del (música de “Psicosis”) Crimen del Rol, y en cambio el botellón y sus disturbios, con varios muertos incluidos, apenas causa cierta conmoción más allá de unas primeras planas por unos pocos días. Desde diferentes administraciones, tanto de la Comunidad, como de los Ayuntamientos e incluso desde el Gobierno del Estado, se tomaron severas medidas contra el rol, y muchos “expertos”, “doctores” y “padres preocupados” se encargaron con saña y diligencia en destruir el mundo del rol, su sub-cultura y todo lo relacionado, creando desde entonces, la maldición que ha perdurado hasta nuestros días: la fama de que los roleros, otakus, comiqueros, wargameros y demás ralea somos fikkies, inadaptados o gente rara a la que hay que vigilar.
Pero pasó el tiempo y olvidé los disturbios que azotaron las fiestas de Getafe, porque se acercaba el día de la entrevista con el concejal de juventud. Allá que fuimos Dani y mi persona al Ayuntamiento, una soleada mañana, bien vestidos, con nuestros maletines con los Lobos y los Orkos pintaditos, sin polvo, y un poco de escenografía; era el momento de triunfar, de hacer comprender al concejal que éramos gente simpática, amable, comprometidos con la sociedad (esta palabreja siempre queda bien ante los progres, los pijos y los borregos) y que merecíamos un local donde practicar nuestra afición, o sea: planear la conquista de la Tierra en nombre del Emperador.
Una amable, pero más falsa que una peseta blanca (por entonces la peseta era rubia), secretaria nos acompañó al despacho del concejal. No había nadie, pero nos pidió que esperáramos unos minutos. Dani y yo sonreímos, todo iba a las maravillas, saldría bien, hasta que posé mi mirada en un montón de periódicos locales, ya un poco atrasados, donde en primera plana, a todo color y con una pedazo de foto, el titular rezaba así: “Vándalos destrozan Las Margaritas durante un concierto de música. La Policía se tuvo que emplear a fondo. Coches incendiados, escaparates rotos, actos de violencia empañan las fiestas locales”.
La foto, a todo color como dije, ocupaba la mitad del periódico. Dani y yo maldecimos alto y furioso, porque en la foto salía mi persona, ¡o sea, yo!, cuando estaba corriendo con los gamberros aquellos, instantes antes de escapar por los soportales. Ahí estaba, retratado para la posteridad, corriendo como un poseído en primera fila, nada menos, bien visible y reconocible, justo debajo de la palabra “VÁNDALOS”. Que Crom nos asistiera, porque ahora a ver como explicábamos “aquello”. Y el concejal a punto de llegar. ¡La catástrofe! Continuará…

Puedes seguir las Crónicas Lupinas en el Foro de la asociación Ojo del Terror. Crónicas Lupinas están escritas por Juan Carlos Sánchez Clemares.



domingo, 8 de abril de 2012

Avance CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE


El famoso caballero negro           

Von Schleich, Eduard Ritter,  es uno de los pilotos alemanes de la Primera Guerra Mundial más famosos y exitosos, conocido también como “el Caballero Negro”. Nació el 9 de agosto de 1888 en Múnich, pero su familia se trasladó muy pronto a Bad Töiz, una ciudad famosa por sus balnearios donde acudían personas de todo el Imperio para gozar de las instalaciones. Era hijo de un artista, pero estaba claro que al joven Schleich no le atraía en absoluto el mundo bohemio de los artistas y deseaba ser militar, algo muy común entre los jóvenes de la época. Además, y esto era muy importante para él, no podría validar el título de noble hasta que no se graduara con honores militares, puesto que el resto de nobles no le tratarían con el debido respeto si solamente fuera un “pintor” o “escultor”, profesiones que por entonces no gozaban de mucho prestigio entre la más alta y rancia nobleza prusiana. Después de terminar la escuela, von Schleich decidió inscribirse en un programa militar para cadetes, que gozaba de excelente reputación entre los militares, en el ejército bávaro en el año 1908. En 1909, ó 1910 (las fechas varían según las fuentes consultadas), obtuvo una comisión con el 11º Regimiento de Baviera para terminar de formarse como soldado. Pero no fueron buenos tiempos para el joven, pues al parecer tuvo serios problemas de salud relacionados con su físico que a punto estuvieron de hacerle dejar el servicio militar. Durante un pequeño periodo de tiempo llegó incluso a estar fuera de servicio, pero finalmente, y por fortuna para él, logró recuperarse y continuar con su vida como soldado.
Tras su ingreso de nuevo en el ejército, gracias a su intachable expediente, fue ascendido a teniente, justo antes de que comenzara la Primera Guerra Mundial. Con cientos de miles de hombres movilizándose para los frentes de batalla, la unidad de von Schleich marchó a primera línea de combate, siendo nombrado poco después comandante de la misma. Fue gravemente herido en la batalla de Lorena el 20 de agosto de 1914, justo el mismo día de la contraofensiva alemana en un intento de romper las defensas francesas. En los cruentos combates que se dieron esa jornada, von Schleich luchó valientemente, hasta que fue impactado por metralla (algunas fuentes aseguran que fueron balas perdidas) y por consiguiente fue retirado del frente. Sus heridas eran bastante preocupantes y se llegó a temer incluso por su vida. Como fuera, parecía que la guerra había terminado para el joven oficial.
Mientras se recuperaba de sus heridas, von Schleich decidió pedir el traslado de manera voluntaria a la Fuerza Real Aérea de Baviera, destino que no le denegaron pues se pensaba, por aquel entonces, que ser piloto de aviones de reconocimiento no era algo que necesitara de un buen físico como la guerra en tierra. Comenzó de inmediato, y sin estar recuperado del todo, con los entrenamientos para convertirse en observador aéreo. Después de un tiempo realizando misiones de observación con un Fokker de dos plazas, solicitó ser entrenado como piloto de combate, terminando los entrenamientos en septiembre de 1915.
En octubre de 1915 se unió, como comandante en jefe, al escuadrón de Defensa nº 28, poco después fue trasladado al Jasta 1 y finalmente terminó recalando en el Jasta 21 como oficial al mando. En enero de 1916, cerca de Verdún, se le encomendó una vital misión de reconocimiento sobre las líneas enemigas. Era muy importante poder recabar información sobre las posiciones enemigas, y von Schleich se tomó muy en serio su obligación. En mitad del vuelo de observación fue herido en un brazo por una explosión antiaérea, pero en vez de volver a la base para curar la herida, ordenó a su acompañante Hans Adam, (futuro as de la Jagdgeschawader I) que le vendara la herida en pleno vuelo para poder continuar con la importantísima misión. Entre el tronar de las balas y las explosiones de las baterías antiaéreas enemigas, Adam curó como buenamente pudo a von Schleich y después continuaron volando terminando con éxito el reconocimiento. Ambos valientes fueron premiados con la Cruz de Hierro de Primera Clase por esta acción.
La herida significó para von Schleich el retiro hasta su total recuperación, lo que le obligó a estar sentado detrás de un escritorio hasta septiembre de ese año, para frustración del piloto. Dado que no había aviones disponibles para combatir, von Schleich se apropió de un aparato Nieuport francés capturado en una escaramuza anterior y ordenó que le pintaran ambos lados del aparato de color negro y que luego pintaran encima la cruz teutónica. Después, salió a volar con este avión y entró en combate. La decisión de von Schleich no gustó nada al Alto Mando y le retiraron el avión, pero tanto insistió y se quejó von Schleich, que finalmente fue enviado a la escuela de pilotos de combate, donde su instructor, Erwin Boehme, sólo le pudo retener catorce días. Von Schleich tomó entonces el mando del Fliegerschule 1 y el 21 de mayo fue enviado de nuevo al frente al mando del Jasta 21.
El 25 de mayo de 1917, von Schleich entabló un feroz combate contra un oponente de gran habilidad, un piloto francés que plantaba cara al alemán con valentía y resolución. Tras el disputado combate, von Schleich logró abatir a su oponente y contempló como el avión se estrellaba. Dispuesto a intentar salvar al valiente piloto, von Schleich no dudo en aterrizar su aparato y correr hasta el enemigo, pero ya era tarde, pues había muerto. Era el famoso as francés René Dorme. No pudiendo hacer ya nada por su enemigo, von Schleich subió de nuevo a su avión y se retiró a la base, no sin antes ordenar a unos soldados alemanes que llevaran el cuerpo del piloto abatido a las líneas francesas con una nota que decía:
«Este piloto ha muerto valientemente luchando por Francia.»
Esta anécdota nos revela el gran carácter de este increíble piloto, su valentía y honor. Por si fuera poco, y como otra muestra de su gran valía, el Jasta 21, antes de la llegada de von Schleich, poseía un historial bastante pobre en combate y su moral era muy baja. A la llegada de von Schleich, y en un solo mes, la moral había subido y se habían derribado 36 aviones enemigos; 19 de esos derribos fueron efectuados por von Schleich.
Un suceso muy importante que marcó la vida de von Schleich fue cuando su mejor amigo del Jasta, el teniente Erich Limpert, fue asesinado en un combate cuerpo a cuerpo cuando su avión se vio obligado a efectuar un aterrizaje de emergencia en las líneas enemigas. Después de recuperar el cuerpo de su amigo, von Schleich estaba tan conmocionado que ordenó pintar su avión de negro en memoria de Limpert. Desde entonces, a von Schleich se le comenzó a conocer como “el  Caballero Negro”. Volando siempre por delante de su escuadra, el avión negro destacaba sobre los demás,  trayendo el temor a los enemigos y subiendo la moral de los pilotos alemanes y de los soldados que le observaban desde tierra. Entre los aliados la escuadra de von Schleich comenzó a ser llamada “el escuadrón del hombre muerto”. Pero “el Caballero Negro” también era muy bromista, tanto que con sus bromas rallaba la temeridad.
En una ocasión, tomó un avión francés capturado, un Spad, y pintó cruces alemanas a ambos lados del aparato. Una vez en el aire con este aeroplano se topó con una escuadra francesa, pero en vez de huir o combatir se unió a ellos en la patrulla.
Voló bastante tiempo con los franceses que no se dieron cuenta de nada, hasta que el líder de la patrulla contó los aeroplanos y se dio cuenta que había uno de más. Se acercó y descubrió las cruces alemanas en el intruso. Von Schleich logró escapar a duras penas de las iras de los franceses, pero no de las severas reprimendas de sus superiores. Otra anécdota curiosa es aquella que cuenta que von Schleich cayó enfermó de disentería y se le ordenó guardar cama y alimentarse con sopa.
Tras unos días, el Caballero Negro estaba más que harto de aquella vida y mandó que se le preparara el avión. Antes se comió un pollo asado, bebió vino y disfrutó de un gran cigarro. Después se puso a los mandos de su avión, despegó y le dio tiempo a derribar a un enemigo antes de retornar a su base. Fue arrestado nada más bajar del aparato y se le encerró en sus habitaciones con guardias en la puerta y ventanas. Cuando terminó de curarse, se le concedió una licencia de seis semanas. A su regreso, von Schleich fue asignado a un nuevo Jasta, pero los desacuerdos entre Prusia y Baviera hicieron que terminara destinado a un grupo recién creado en Baviera, el Jasta 32, que más tarde pasó a formar parte de la Jagdgeschwader 8. Para octubre de 1917 la cuenta de victorias del  Caballero Negro ascendía a 25. Fue entonces propuesto para recibir la Pour le Mérite, pero debido a otras disputas entre Prusia y Baviera acerca de cuál medalla era de más prestigio, no se le terminó de conceder, pero a cambio se le dio el rango de Oberleutnant. Finalmente, el 4 de diciembre de 1917 le fue entregada la prestigiosa condecoración de manos del propio emperador y unos días más tarde fue premiado con la Orden Militar de Max-Josef por el rey de Baviera. Fue entonces cuando recibió el título de caballero, o sea, von. En agosto de 1918 fue ascendido a Hauptmann (capitán) y en octubre de ese año se le ordenó viajar a Berlín para probar unos prototipos de cazas. Cuando regresó al frente la Gran Guerra había terminado. Tuvo que ser hospitalizado brevemente para que pudiera recuperar fuerzas después de tantos años de luchas. En 1919, fue nombrado inspector del Servicio Aéreo de Baviera. En abril de ese año, el Partido Comunista de Alemania tomó por la fuerza el control de Munich y el nombre de von Schleich fue puesto en una lista para su detención y posterior juicio. No obstante, las tropas leales al gobierno lograron expulsar a los comunistas al mes siguiente, devolviendo Baviera a la Republica de Weimar. Después de una breve temporada como piloto en la Policía, se convirtió en oficial de enlace con la Comisión de Paz del Ejército, responsable de la aplicación de los términos del armisticio. Pero finalmente, debido al Tratado de Versalles, muchos pilotos fueron desmovilizados en diciembre de 1921, entre ellos von Schleich, que se vio obligado a trabajar como granjero de turba y más adelante como piloto de la aerolínea de Lufthansa, donde permanecería hasta 1933. Antes, en 1929, fundaría un club de vuelo en Munich. Deslumbrado por las promesas de gloria del Partido Nazi, se convirtió en miembro de la SS-Fliegerstaffel y del Partido Nazi en 1931. La SS-Fliegerstaffel era una organización paramilitar de vuelo, encargada de entrenar a las Juventudes Hitlerianas para formar a los cadetes y convertirlos en futuros pilotos de guerra. A von Schleich se le dio control total sobre una de estas escuelas y fue ascendido a General y nombrado Presidente de la Liga Alemana de Deportes de Aire, además de ser elegido para el Reichstag. Con la creación de la Luftwaffe en 1935, von Schleich regresó al servicio militar supervisando la formación de unidades de aire de reserva y para entrenar a los pilotos en los bombardeos en picado. Luchó en la Guerra Civil Española en la famosa Legión Cóndor. A su regreso de España se le nombró comandante de la nueva Jagdgeschwader 234 en 1937 y más adelante del Jasta 132 que fue bautizada como Jasta 26 “Schlageter”. Su misión era la defensa de la frontera occidental de Alemania. Finalmente, debido a los delirios de Hitler, Alemania entraba de nuevo en guerra; comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
Von Schleich se convirtió en comandante de la escuela de pilotos de combate en Viena-Schwechat, Austria, en diciembre de 1939. A finales de 1940 fue enviado a Rumania para ayudar en la organización y creación de la Fuerza Aérea Rumana. En 1941 se convirtió en comandante de las fuerzas de ocupación en Dinamarca, puesto en el que estuvo casi dos años y medio, hasta que fue nombrado teniente general el 1 de septiembre de 1943. Su siguiente destino fue Noruega, como comandante de las fuerzas de tierra de la Luftwaffe, cargo que ocupó hasta finales de 1944, cuando fueron disueltas las fuerzas. A mediados de noviembre von Schleich engrosó las listas de la reserva.
Cayó prisionero de los ingleses nada más terminar la guerra y fue internado en un campo de prisioneros para oficiales de alto rango. Von Schleich ya se encontraba enfermo y sufrió una afección cardiaca que le provocó la muerte el 15 de noviembre de 1947, a los 59 años de edad. Fue enterrado con todos los honores militares en Diessen am Ammersee, cerca de Munich. Desparecía así un extraordinario soldado dueño de una insólita personalidad, respetado y temido por sus adversarios, el tan temible “Caballero Negro”, sólo superado en fama por el mismísimo Barón Rojo. Eduard Ritter von Schleich fue unos de los mejores pilotos de la Primera Guerra Mundial, con 35 victorias confirmadas y posiblemente algunas más no concedidas.


Esta biografía forma parte de otras muchas recogidas en la obra CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE escrita por Juan Carlos Sánchez Clemares y publicada por Stuka Ediciones. Puedes adquirir la obra en librerías especializadas y grandes superficies y a través de la página Web de la editorial.

domingo, 1 de abril de 2012

CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE


Continuando con el éxito de los libros de la Segunda Guerra Mundial, atendiendo a las necesidades y demandas de estudiosos y aficionados a la Historia de la Primera Guerra Mundial, la obra es la primera en su género en castellano. Cuando se habla de la Primera Guerra Mundial a la mente acude de inmediato la guerra de trincheras, las escaramuzas aéreas y los inicios de la guerra tóxica. Pero es mucho más que eso: son historias de héroes alemanes cargando contra nidos de ametralladoras, de caballeros del aire realizando increíbles hazañas en aviones de papel, de brillantes generales maniobrando ejércitos. Todos ellos forman parte de una élite conocida como LOS CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE.
            En un intento por ofrecer obras de divulgación que sean en cierta manera inéditas, me vi obligado a trabajar con la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra como la llamaron acertadamente en esos tiempos. La idea surgió de mi editor: hacer algo parecido a los CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO, pero con los alemanes del Imperio Alemán. Tengo que reconocer que sabía muy poco de la Gran Guerra, pero a base de estudiar el conflicto desde muchos puntos de vista y con nuevos documentos que en las últimas décadas han salido a la luz, uno no puede dejar de comprobar hasta que punto el ser humano es capaz de afrontar las más duras pruebas con un arrojo y un valor increíbles, con honor y tenacidad, haciendo gala de un esfuerzo insuperable… para matar a otros seres humanos. Más allá del horror de la guerra y de las atrocidades que en ella se cometen, surgen destellos de épica y valentía que merecen ser recordados y sobre todo estudiados para que no se vuelvan a repetir.
            CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE es de nuevo otra obra impuesta por la necesidad: la que tiene un escritor por ganar algo de dinero para comer y para conseguir que otras obras más personales puedan ser publicadas. No obstante, tras trabajar en el presente libro, he de reconocer que la Gran Guerra me ha atraído por muchas cuestiones, sobre todo la parte de los pilotos de guerra. Además, CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE, como ya he dicho un poco más arriba, es la primera obra en castellano del género; por tanto, nos hemos vuelto a adelantar, y a día de hoy la obra se vende bien y se está convirtiendo en referencia obligada entre los aficionados al tema.
            Mucho trabajo me dio, pues la información se acumulaba por doquier y todo al principio me parecía incomprensible, pero a medida que iba conociendo términos y fríamente estructuraba el horror de la Gran Guerra, pude finalmente trabajar con dichos datos y poner orden en el caos. El resultado es un libro muy interesante y bastante imparcial del conflicto que supuso un devenir diferente en la Historia de la Humanidad. Tras el éxito, los aficionados ya demandan más obras, así que ya ando estudiando y preparando nuevos títulos.
            El plato fuerte del libro es la autobiografía de Manfred von Richthofen, el Barón Rojo, el más famoso piloto de todos los tiempos y en opinión de los expertos, el mejor piloto de guerra hasta la actualidad. Dicha autobiografía me costó muchísimo trabajo, pues la tuve que traducir de nuevo, pues las anteriores traducciones españolas eran muy malas. No sólo debía traducir, sino que también debía respetar el estilo y las ideas que quería expresar el Barón Rojo en sus memorias. Con abundantes notas al pie y correcciones, creo, en mi modesta opinión, que la autobiografía del Barón Rojo recogida en CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE es la mejor hasta el momento.

“Conoce la historia de la Medalla más famosa de la Primera Guerra Mundial, así como las biografías de los héroes que la obtuvieron en los campos de batalla europeos y que alcanzaron las mieles de la inmortalidad, y la historia del poderoso ejército imperial alemán que resultó derrotado por las potencias de la Entente Cordiale (Francia, Inglaterra) con la ayuda del gigante americano.
Descubre la trepidante biografía del más famoso piloto de combate de la historia de la aviación, El Barón Rojo, o del futuro responsable de la Luftwaffe, Hermann Goering, y a los oficiales de infantería más osados y valientes de la Gran Guerra, o a los primeros ases de los temidos submarinos, con una cantidad abrumadora de hundimientos que jamás han sido superados. Conoce mejor que nunca el primer conflicto bélico a escala mundial y los frentes en los que combatió el Ejército Imperial Alemán y sus aliados.
Además, esta obra recoge la biografía del Barón Rojo escrita por él mismo en 1918 muy poco antes de su muerte con una traducción fiel, excelente e interesantísimas notas al pie de página.”


Primera edición: noviembre de 2011
Segunda edición: diciembre de 20011
Editorial Medea Ediciones
ISBN: 978-84-96789-43-2






CABALLEROS DE LA POUR LE MÉRITE ha sido escrito por Juan Carlos Sánchez Clemares y publicado por StukaEdiciones. Puedes adquirir la obra en librerías especializadas o en grandes superficies y también a través de la página Web de la editorial.