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jueves, 6 de diciembre de 2018

SUCEDIÓ EN LA NOCHE DE LOS REYES MAGOS


SUCEDIÓ EN LA NOCHE DE LOS REYES MAGOS

            Quedaban apenas tres días para la noche más mágica del año en España: la noche de los Tres Reyes Magos. César andaba preocupado, porque todavía no había encontrado el regalo principal que su pequeña hija Sara, de seis años, le había pedido. O más bien había pedido a Baltasar, Melchor y Gaspar, claro, los tres Reyes, porque Sara creía en ellos, por supuesto. César cometió el error de dejar pasar un par de semanas confiado en que encontraría la muñeca a tiempo, pero ahora resulta que el juguete se encontraba agotado en jugueterías y centros comerciales.
            Era la muñeca de moda, por la que todas las niñas ese año suspiraban: Cindy Superstar. Una muñeca creada según los estándares actuales, delgada, muy moderna, con carácter y repleta de detalles y complementos que, como no podía ser menos, se vendían aparte. Bueno, suspiró resignado César, si era la ilusión de Sara él no podría por menos que no defraudarla. Pero un gasto inesperado en casa le había supuesto gastar lo que tenía ahorrado para los Reyes de Sara y tuvo que esperar a recuperar el dinero de otro lado. Para colmo, se había comprometido con su mujer en ser él quien se encargara este año de los regalos, así que no le quedaba otra que cumplir con lo prometido. Sara le había besado en la mejilla y advertido muy seriamente sobre las letales consecuencias de que los Reyes Magos no le trajeran a Cindy Superstar.
            Por eso se encontraba ahora César montado en un autobús viajando por Madrid, de centro comercial en centro comercial y de juguetería en juguetería en busca de la dichosa muñeca. En todas partes le habían dicho lo mismo: agotada y no se repondría hasta pasado al menos dos semanas después de Reyes. Aquello hundió en la desesperación a César, pero pasados los primeros momentos de estupor no dejó que la mala noticia le pudiera y partió a otros sitios. Mediante Internet por el teléfono móvil, logró conectar con foros y páginas Web donde otros padres ponían lugares donde se vendían los juguetes, los mejores descuentos, precios, esas cosas… Así supo que la caja básica donde venía Cindy Superstar tenía dos versiones. Una era la normal, la muñeca, un vestido de recambio y unos pocos complementos; y la versión edición limitada (y más cara) con tres vestidos, complementos especiales, un cómic sobre la muñeca, un CD con la música favorita de Cindy Superstar y otras cosas. Bueno, a César le daba igual la edición limitada que la normal que la cutre. Él quería un maldito ejemplar de la muñeca y santas pascuas.
            Pero por más que había buscado no encontraba el juguete. Una alerta en el móvil le indicó que en una tienda existían algunos ejemplares, por eso viajó hasta la otra punta de Madrid al instante. Cuando llegó tuvo que batirse bravamente con otras madres y padres, avanzando férreamente por los pasillos atestados de compradores de la juguetería hasta llegar a las estanterías donde Cindy Superstar se encontraba. Para su horror ya no quedaba ni una sola muñeca; otra vez tarde. ¿Qué hacer, donde ir, a quien acudir? El tiempo se agotaba, aunque todavía quedaban tres días para la búsqueda.

            No fueron suficientes. Con una celeridad pasmosa los días pasaron y César se encontró con que era el día previo a los Reyes Magos y la esquiva Cindy Superstar no se encontraba con el resto de los regalos de Sara. Todavía había tiempo, se decía a sí mismo César. La noche previa a los Reyes las tiendas permanecen abiertas hasta las 24:00 horas. Enfundado en un grueso abrigo, con bufanda y guantes, con el móvil en la mano y alerta a todo, se lanzó de nuevo a las calles de Madrid, viajando de tienda en tienda dispuesto a encontrar la muñeca. Cuando ya todo parecía indicar que Sara se quedaría sin su juguete deseado, una nueva alerta en el teléfono avisó a César que una gran superficie en un centro comercial había encontrado varios ejemplares de la muñeca y los había puesto a la venta. ¡Qué suerte! César apenas se encontraba a unas pocas paradas de autobús de aquel centro comercial. Es más, si echaba una carrera llegaría antes incluso que el autobús, porque si esperaba la llegada del transporte público más que seguro que perdería mucho tiempo.
            Sin pensarlo más, César corrió durante más de veinte minutos hasta llegar al centro comercial. Sin parar para recuperar el aliento se internó en las galerías comerciales para llegar al supermercado y su sección de juguetes. Esquivó personas, carritos de la compra y alguna que otra empleada que le gritó a saber qué. ¡Maldición! La estantería de la muñeca otra vez vacía. ¡No! Quedaba una caja. Lanzando un grito de triunfo César agarró la caja con fuerza. ¡Ya era suya!
—¡Oiga! —exclamó una mujer regordeta y con la cara excesivamente cargada de maquillaje— Esa muñeca es mía. Yo la vi primero.
—Con todos mis respetos, señora, pero la he cogido antes —respondió César agarrando más fuerte la caja.
—¡Qué maleducado! Es usted un gamberro. Esa muñeca me pertenece. La vi antes…
—Aquí no se trata de quien la vea antes, sino quien la agarra antes.
—¡Qué me la de le digo!
—¡Señora! ¡Suelte la muñeca!
            La mujer enganchó la caja con fuerza a la vez que se puso a gritar como una loca, pero César no estaba dispuesto a soltar su codiciado botín. Así que tras la sorpresa inicial dio un fuerte tirón y logró que la señora soltara la caja. A los gritos acudieron dos guardias de seguridad que demandaron saber qué pasaba. César se explicó, pero la señora seguía berreando y exigiendo la muñeca.
—Señora, cálmese —intentaba razonar uno de los guardias—. Este señor llegó antes y tiene derecho a la muñeca…
            Pero aquella mujer ni razonaba, ni se callaba. César se escabulló entre la confusión y el gentío dejando a los dos pobres guardias de seguridad capear el temporal. Para eso los pagaban.

            Más tarde, y muy satisfecho consigo mismo, César viajaba en el Metro hacia casa, ya era muy tarde, casi la hora de cenar, pero todos los esfuerzos habían merecido la pena. Cindy Superstar estaba en su poder y Sara tendría su juguete soñado. Era la versión normal, pero a estas alturas era todo lo que se podría conseguir. A Sara le daría lo mismo. El vagón de Metro contaba con pocos viajeros, ya casi todos los madrileños estaban en sus casas cenando, o comiendo el Roscón o preparando los juguetes. Además, hacía mucho frio y la noche invitaba a estar entre los tuyos. Justo enfrente de César estaban sentadas una madre de unos treinta años y su hijita de una edad parecida a Sara. Eran latinas, de pelo negro y ojos oscuros y muy expresivos. A juzgar por la ropa debían de ser condición humilde. La mujer llevaba una bolsa con lápices de colores y unos cuadernos para dibujar.
—Mami, pero yo quiero una muñeca para Reyes… —decía la niña con su voz infantil y los ojitos medio llorosos.
—Ya, cariño, pero mami te ha explicado que no tenemos dinero para otra cosa. Tendrás que conformarte con unos lápices para dibujar —explicaba la madre con mucha paciencia y sincero pesar en su voz, pero mirando con mucho amor y ternura a su hija.
—Pero mamá, si son los Reyes Magos quienes traen los regalos, ¿qué tiene que ver el dinero con esto? —argumentaba la chiquita con su aplastante lógica infantil.
—Hija, no es todo como piensas.
—Mamá, en mi clase mis amigas tienen muñecas y juguetes bonitos, y me preguntarán que me han traído los Reyes y no tendré ninguna muñeca que enseñarlas. Se ríen de mi porque tengo remendones en la ropa, son malas…
—No las hagas caso, corazón.
—No importa, mamá, sé que los Reyes me traerán una muñeca. He sido buena todo el año y sé que ellos son buenos, ¿verdad, mamá?
—Sí, hija —respondió la madre con la voz quebrada por el dolor.
            César no pretendía espiar la conversación, pero no pudo evitar escucharla y comprendió muchas cosas. Comprendió que aquella buena mujer pasaba por un mal momento económico y que no podía comprarle juguetes a su hija. Y supo también que aquella niña de cara ingenua se llevaría al día siguiente una tremenda desilusión al descubrir que los Reyes, finalmente, no le habían traído esa muñeca tan deseada. Y con ello en el corazón de la niña se rompería algo y perdería esa ilusión que hace tan maravillosa y mágica la infancia, sobre todo en Navidad. César supo entonces que estaba en sus manos impedir que la chiquita pasara por un mal trance que podría marcarla para el resto de su vida. Eran cosas materiales, cierto, pero a estas edades un detalle así podía apuñalar la ilusión de una niña y hacer que la perdiera para siempre, creciendo en edad mental incluso antes de lo esperado y deseado. No, los niños han de ser niños todo el tiempo que puedan. Llevado por un poderoso impulso interno, César se levantó y se acercó a la mujer.
—Perdone, hum… —al principio no supo que decir, pero de inmediato a la mente le vino una idea y rápidamente se las ingenió para componer una pequeña mentira—. Señora, las he escuchado hablar, perdone mi osadía, y creo que tengo una solución.
—Señor, ¿qué dice? —dijo la mujer tomando a su hija de la mano.
—Vera… hum… soy voluntario en una asociación que se dedica a recoger juguetes para las familias más necesitadas. Precisamente voy a la asociación para llevar esta muñeca y donarla. Bueno, pues creo que usted necesita esta muñeca, ¿verdad?
—Señor, no puedo permitir tal cosa. Otros niños necesitarán juguetes y…
—Señora, no me rechace un regalo. Se lo doy de buena fe, téngalo y no lo piense más.
—Señor, yo… —la mujer se quedó asombrada al contemplar la bolsa con la caja de Cindy Superstar envuelta en papel de regalo—. No sé qué decir…
—No diga nada, acéptelo y Feliz Navidad, aunque en este caso toca mejor decir felices Reyes Magos.
—¿Es usted un Rey Mago? —preguntó la niña con una luminosa sonrisa.
—No —contestó César guiñando un ojo—. Sólo soy uno de sus ayudantes.

* * *

            Tras haber entregado la muñeca a la niña, César sintió una profunda sensación de bienestar en su interior, orgullo por haber hecho lo correcto y una gran paz, a lo que se sumaba una intensa alegría. César pensó mucho en su acción, porque no era alguien dispuesto a estar pendiente de los problemas de los demás, bastante tenía con los suyos. Pero se alegraba. Pensaba que no tendría que quedar todo ahí, algo que ocurre únicamente en Navidad, sino que podía hacer algo similar el resto del año. A lo mejor podía acercarse a una asociación, una ONG o una parroquia y apuntarse como voluntario para colaborar en asuntos sociales. Tal vez podría dedicarse a guardar juguetes todo el año y luego donarlos en Navidad. Sí, eso haría, se prometió a sí mismo con mucha solemnidad.
            Pero cuando llegó a casa y se enfrentó a la ira de su mujer, a César todos los pensamientos filántropos se le fueron al traste. Su mujer se enfadó mucho con él, ya que se había comprometido a encontrar a Cindy Superstar y había fallado. ¿Cómo se lo tomaría Sara? Porque la niña no dejaba de hablar de la muñeca y de la ilusión que le daba el tenerla; porque los Reyes Magos se la traerían, seguro. César debía hablar con su hija, pero no pudo reunir el valor necesario para hacerlo.
            Esa noche fue muy dura para él, enfrentándose por un lado a las miradas acusadoras de su mujer y por el otro a la ilusión de su hija. César se sentía muy mal, con la sensación del fracaso presionando sus espaldas. ¿Qué le diría a Sara a la mañana siguiente cuando descubriera que Cindy Superstar no se encontraba con el resto de regalos? ¿Pero por qué demonios regalaría la muñeca? En menudo lío se había metido…

            Le costó mucho conciliar el sueño, y su mujer ni tan siquiera le deseó buenas noches. Muy de temprano le despertaron los gritos, risas y ruidos de Sara que, como casi todos los niños en aquel día, se había despertado muy de mañana para ir a todo correr al salón en busca de los regalos que los Reyes le habían traído.
—Ahora a ver que le dices a tu hija —fue el saludo mañanero de su mujer.
            César marchó despacio al salón, bostezando y pensando a toda prisa en una excusa que contar a Sara.
—¡Mira, papá! ¡Me la han traído! ¡Los Reyes Magos me han traído a Cindy! —exclamaba loca de alegría Sara alzando la muñeca a lo alto y sin dejar de correr de un lado a otro del salón— ¡Y es la edición mega especial limitada platino!
—¿Eh? Pe… pero… pero… —balbuceó César sin dar crédito a lo que veía.
—Ah, cariño, que tonta he sido, como me has engañado —su mujer se abrazó a su cuello y le dio tiernos besos—. Ya sabía que no nos fallarías. Eres el mejor. Qué gran sorpresa.
—¿Eh? Pe… pero… pero… —¿de dónde infiernos había salido esa muñeca?, pensó César.
            Sara daba vueltas por el salón haciendo volar a la muñeca y enseñándosela a su madre. César se acercó y cogió la caja de la muñeca. Efectivamente, era una edición muy especial, únicamente tres mil unidades en toda Europa, con muchos más complementos y detalles especiales. Pero todo esto no respondía a la inquietante pregunta.
            Fue entonces cuando César reparó en un sobre al pie del árbol de Navidad. Se agachó, lo tomó y pudo leer “Para César”. Extrañado, lo abrió y leyó la nota que había en su interior.

“Las buenas acciones tienen su recompensa.
G, M & B
P.d.: no se te olvide cumplir tu promesa.”

            César casi se desmayó. Pero que caray, es la noche más mágica del año.







jueves, 27 de septiembre de 2018

LA FASCINANTE VIDA DE MILLONARIO DE UN ESCRITOR


LA FASCINANTE VIDA DE MILLONARIO DE UN ESCRITOR       



Desde ya hace bastante tiempo me he ido encontrando que se me ha planteado una pregunta a través de mis amigos, compañeros autores o simplemente seguidores y lectores del blog que es siempre la misma: ¿cómo es posible que el autor gane tan poco dinero cuando publica si es que logra ganar algo? A esta pregunta le suele seguir la siguiente: ¿quién o quiénes son los responsables de que los escritores ganen tan poco?, y para terminar tenemos esta: ¿se puede hacer algo al respecto?
            Bien, esta entrada se encamina a intentar dar respuestas a dichas preguntas, aunque aviso con antelación que posiblemente las respuestas no te vayan a gustar, amable lector o compañero escritor. También hay que tener en cuenta que las respuestas van a ser muy simplificadas, pues estos son temas muy complejos que no vienen de ahora, sino que vienen arrastrándose desde hace muchos años, décadas, y que lejos de tener planteamientos o soluciones sencillas son bastante complicados en todos los aspectos. Pero aclarado esto, voy a intentar dar tanto mi opinión al respecto como a dar cabida explicación de lo que sucede.
            Como siempre digo en estos casos, voy a hablar de lo que conozco: el mercado español. Aunque sé cómo funciona el mercado anglosajón, el estadounidense o el franco-belga, incluso el latinoamericano, principalmente voy a hablar del mercado literario español que además suele influir mucho (a veces para bien, a veces para mal) en el mercado literario latinoamericano.

Que posibles beneficios puede obtener un escritor publicando en España

            Vamos a comenzar por aquí. Pongamos que consigues que una editorial española de tipo medio se interese por uno de tus libros y decida publicarlo en los dos formatos imperantes, el libro de papel y el electrónico. Puesto que ya he explicado en otras entradas el asunto de los contratos, derechos y responsabilidades de autores y editores, vamos a centrarnos en el tema de la entrada: el dinero para el escritor. Si eres un autor poco conocido, y aunque lo seas te va a dar igual, los beneficios que obtienes por la venta de tus libros son de un 8% en la inmensa mayoría de los casos, que puede aumentar a un 10% si vendes bien, llevas un tiempo en la editorial y puedes negociar con el editor. A veces ocurre de autores que ganan un 12 ó hasta un 15% de las ventas, pero esto ya es raro y es porque los autores son bien conocidos y generan grandes volúmenes de ventas. Lo normal es un 8 ó un 10% en caso excepcional.
            Es decir, pongamos que publican tu libro y lo ponen a la venta con un precio para el público, con impuestos incluidos, de 20 euros. Tus beneficios por la venta son de 1,70 ó 2 euros dependiendo del tanto por ciento. Aquí ya el autor es cuando pone el primer gesto de sorpresa y desilusión. ¿Tus beneficios por vender un libro son de 2 euros? ¿A dónde van a parar los 18 restantes? Siguiendo con el ejemplo, si eres un autor novel o desconocido lo más normal es que la editorial no confíe demasiado en tus posibilidades comerciales, al menos de momento, con lo que la tirada de ejemplares de tu novela será de entre 500 y 1.000 ejemplares, y ya estamos siendo generosos y hablando de una editorial de importancia media. 

            Vamos a imaginar que la tirada es de mil ejemplares y que los vendes todos. Eso supone que para el autor queda un beneficio de 2.000 euros si tienes un 10% de beneficios por venta. Vaya, ahora la cosa cambia, ¿verdad? Dos mil euros ya es una cantidad algo más interesante. Pero el problema es que esos mil ejemplares no los vas a vender en un mes, sino que será a lo largo de los meses cuando se irán vendiendo, si es que se venden, y que tampoco se te dará el dinero al momento, sino en un plazo de seis meses desde la puesta en venta de la novela. Siguiendo con la historia, digamos que has tenido relativo éxito y has vendido todos los ejemplares en seis meses y te van a dar los dos mil euros. Esto significa que has conseguido 333 euros mensuales por la venta de los mil ejemplares de tu novela.
            Pero he sido demasiado generoso. Desde ya te digo que el 99,9% de los autores noveles o desconocidos no venden mil ejemplares de su primera novela (o segunda, o tercera novela) en menos de un año o más bien nunca. Y que las editoriales no suelen arriesgar tanto (y mucho menos dar oportunidades) con escritores desconocidos. Lo corriente es una tirada de entre 200 y 500 ejemplares y un 8% de beneficio para el autor. ¿Dónde está ese supuesto beneficio entonces? En ninguna parte. Si tenemos en cuenta lo difícil que es poder publicar en España fuera del circuito de las grandes editoriales y el generar grandes ventas, entonces nos damos cuenta que el escritor apenas gana dinero con sus obras. Y se dan innumerables casos de editoriales que no pagan a los escritores noveles al considerar que ya les están “pagando” simplemente con publicar su libro.
            La cosa se complica cuando el autor encima ha tenido que realizar gastos para escribir su novela. Por ejemplo, al comprar libros de Historia para aprender y documentarse a la hora de escribir su relato histórico. Como fue en mi caso, que para escribir la trilogía de “Crónicas de un conquistador” invertí algo más de quinientos euros en libros de estudio.

Frustración, desilusión, impotencia

            Imagina a un autor que durante largos meses ha estado trabajando duramente en su novela, quitándose horas de sueño, de ocio y de estar con la familia. Como es normal que tenga que trabajar en otra cosa para poder pagar facturas y comprar garbanzos para el rancho, encima tendrá que compaginar trabajo con escribir, y los escritores sabemos lo difícil que resulta escribir cuando se tiene la mente y el cuerpo agotados por el trabajo.
            Inviertes dinero en tu obra, cuando la terminas tienes que registrarla, lo que hace gastar más dinero. Luego la mueves por editoriales, que en ocasiones te piden les envíes una copia de la novela por correo a sus oficinas, lo que significa más gastos. Durante mucho tiempo, puede que años, penas por diferentes editoriales en constantes intentos de que te publiquen la novela y cuando lo consigues (que lo normal es que no) te encuentras con unas condiciones económicas lamentables que te hacen preguntar si ha merecido la pena tanto esfuerzo, sacrificio y sudor.

            Y hay que tener en cuenta esto. Si, como en el ejemplo anterior, vendes tus mil ejemplares y sacas unos trescientos euros mensuales ya eres afortunado, porque este dinero vendrá condicionado por las ventas. Porque si no vendes, no cobras. Si vendes tus mil ejemplares a lo largo de dos o tres años el editor pensará que no tienes gancho comercial y no habrá segunda edición, con lo que no cobras. Y si tus ventas se paran en doscientos ejemplares y los otros ochocientos acumulan polvo por años (o por meses, porque en la actualidad se considera “vieja” a una novela escrita un año atrás) al final se saldarán a precios irrisorios y prácticamente cobrarás nada por su venta en saldo. Y este panorama desolador que he te planteado, lector, es el que te vas a encontrar por norma general dentro del mundo de las editoriales y la venta de libros en España.
            ¿Cómo es posible entonces que existan escritores que se ganen la vida con sus obras? Existir, existen, pero son más pocos de los que imaginas. Incluso muchos escritores de reconocimiento mundial no ganan dinero a través de sus obras, sino por otras vías, bien por su trabajo o por otros ingresos que pueden estar vinculados a sus novelas (un ejemplo son los beneficios que puede dar rodar una película o serie de televisión basada en una novela). Además, los escritores famosos que generan muchas ventas tienen unas condiciones que no tienen los demás escritores, tales como conseguir un 15 ó hasta un 20% por las ventas o que se les pague tanta cantidad para que escriban una novela en exclusividad para la editorial, o que se les ofrezca un contrato de exclusividad para trabajar en una editorial a cambio de una remuneración fija mensual durante el tiempo que dure el contrato. Pero, como digo, estos casos son extremadamente raros en España.
            Realmente la situación descrita es muy deprimente y la lógica pregunta que nos viene a la mente es: ¿por qué el autor gana tan poco dinero cuando es la parte más importante dentro del proceso que es publicar una novela y ponerla a la venta? Está claro que si el escritor no escribe no hay novela, y por tanto las editoriales se hundirían arruinadas y los lectores tendrían que conformarse con leer las recetas de los medicamentos. Siendo entonces el escritor el pilar sobre el que asienta el mundo literario, se nos antoja totalmente injusto que su importancia, trabajo y sacrificio no sea remunerado de forma adecuada.

¿Por qué sucede esto?

            Aquí vamos al meollo de la cuestión. Sigamos con el ejemplo. La editorial decide publicar tu novela, mil ejemplares de tirada. En España se da una circunstancia que es que primero se saca la novela en formato de “lujo” (tamaño grande, papel de calidad, mejor impresión, portada de cartón duro con relieves, guardas…) y a un precio caro y si tiene éxito más adelante se saca en formato de bolsillo (tamaño pequeño, letra pequeña, papel de menor calidad, tapa blanda…) a un precio más reducido. La media de los libros de “lujo” son de 24 euros, mientras que los de bolsillo 10 euros; bastante caros, por cierto.
            La editorial decide tirar la casa por la ventana y saca tu novela en un formato “atractivo”. Bien, los costes de imprimir un libro con, pongamos cuatrocientas páginas y tapas duras normales son de 6 a 8 euros por ejemplar. A medida que las tiradas son más bajas el precio se encarece, y si en vez de imprimir mil ejemplares se imprime cinco mil entonces esos seis euros se pueden convertir en cuatro. Por supuesto, poner letras doradas o de relieve en la portada, lomo redondeado y cosido en vez de pegado y demás cosas encarece el producto, pero el libro será de tamaño grande y tapas duras. Al ser una tirada de mil ejemplares bien puede costar seis euros el ejemplar. ¿Y por qué cuesta tanto imprimir un libro?
            Entran muchos factores: la tinta es cara, el papel también. Hay que pagar a los trabajadores de la imprenta, los gastos ocasionados de luz y electricidad por tener a las máquinas trabajando y otros factores. Pero sobre todo, hay que tener en cuenta que las imprentas, como negocios, se ven acosadas por los impuestos que desde ayuntamientos, la Comunidad donde estén ubicadas y el Estado se les impone, que son muchos. Para poder competir, las imprentas se han visto obligadas a reducir precios y condiciones. Antes no imprimían nada que no fuera como mínimo cien ejemplares. Ahora te imprimen un solo libro si hace falta. Y se ven obligados a bajar los costes de impresión, claro que con sus sacrificios, como despedir a trabajadores, reducir los sueldos y beneficios o marchar con el negocio a otro terruño; a China, por ejemplo, donde en muchos casos el sueldo de los trabajadores es darles de comer una vez al día.

            Ya tenemos seis euros de gastos de impresión más dos euros que se da al escritor nos hacen ocho. ¿Y los doce restantes? Pasemos a la editorial. Como es de recibo, la editorial también tiene sus gastos: maquetadores, correctores, agentes comerciales, el mismo editor, electricidad y sobre todo impuestos que desde ayuntamientos, la Comunidad donde esté ubicada la editorial y el Estado no hacen más que lastrar la productividad de la editorial. Y a todo esto, le añadimos el 21% de IVA que en el caso de la literatura no solamente encarece más el precio del libro sino que además impide que la editorial obtenga mayores beneficios. Pero aquí no acaba la cosa, porque también hay que pagar al librero o a la superficie comercial que ponga a la venta tu libro. De los doce euros que le quedan a la editorial de ahí hay que sacar un tanto por ciento que el librero debe cobrar por poner a la venta tu obra.
            Todo esto no es más que un círculo vicioso donde comprobamos que a pesar de lo enormemente caro que son los libros en España, editoriales, autores y libreros apenas logran sacar unos paupérrimos beneficios y eso si los consiguen sacar. De esta forma, se pueden explicar muchas cosas, entre ellas que las editoriales no quieran correr riesgos y no se decidan a dar oportunidades a autores noveles o desconocidos en el panorama literario. Lo más normal es que un autor novel apenas logre vender unos pocos centenares de ejemplares de su novela, y con algo de suerte, con lo que la editorial ha perdido dinero. Es mucho más fácil y menos arriesgado publicar la obra de un gran autor, un número uno en ventas, que te va a generar beneficios desde el primer momento. Esto ha llevado a que las grandes editoriales se enroquen en esta política y hayan cerrado las puertas a autores que no sean top en las listas de ventas. Es una decisión acertada a corto plazo pero la ruina a medio y largo como en la actualidad se está demostrando, pues incluso los autores top dejan de serlo cada cierto tiempo e incluso ya no generan tantos beneficios. Se suman otras políticas erradas y caducas de las editoriales y el afán de monopolio que tienen para que los autores se vean arrastrados a una espiral donde no pueden publicar y cuando lo hacen apenas consigan dinero por ello. No voy a detenerme más en este tema pues de esto he hablado más extensamente en otras entradas.

¿Quién o quiénes son los culpables?

            Como se ha podido comprobar, imprentas, editoriales y libreros tienen que hacer frente a unos gastos desmesurados que vienen sobre todo por parte de los impuestos que un Estado opresivo, rapaz, voraz y sumamente antidemocrático en cuanto a la libertad económica y de hacer negocios se trata que parasita a los empresarios y a las PYMES en un intento desesperado de seguir manteniendo el reino de las diecisiete taifas. Como se puede desprender de numerosos informes, especialmente el de infoautonomos.es, la carga fiscal que soportan los autónomos y empresarios españoles es de un 49%, superando la media europea un 8,7%. Según el estudio de Sage en 2017(empresas de soluciones contables), las PYMES deben emplear un 40% de sus beneficios para pagar impuestos.
            ¿Es de extrañar entonces que los autores, la parte más vulnerable del mercado literario, apenas consigan ganar dinero con sus obras aún teniendo ventas aceptables? No son los editores culpables (aunque existan excepciones sobre todo por parte de las grandes editoriales) de la situación, ni los libreros, ni los intermediarios, sino la excesiva carga tributaria y burocrática que sobre el mundo de la literatura existe. Tampoco podemos achacar este problema a la piratería o descarga de libros de forma ilegal por Internet. El libro electrónico sigue sin poder imponerse al libro tradicional y las ventas en España por Internet de libros electrónicos apenas alcanza el 15% del volumen de ventas total.
            Aunque es verdad que existen editores que se aprovechan de los autores y les pagan autenticas miserias, son una minoría. Si bien las grandes editoriales llevan unas políticas literarias erradas que no favorecen en nada a los autores más que a los suyos que trabajan en exclusiva para ellos, tampoco son los culpables por entero. Hay que reflexionar bien sobre esto y que cada cual saque sus propias conclusiones, pero si de un libro que tienes que sacar a la venta por veinte euros ya tienes que estar restando un 40% en impuestos ya podemos entender el porqué a los editores y libreros les cuesta conseguir beneficios y que los autores apenas ganen dinero con sus obras a no ser que se conviertan en autenticas máquinas de ventas.


¿Cuáles son las soluciones?

            No es la intención de esta entrada encontrar soluciones, pues también tengo otras entradas donde hablo de esto, pero puedo decir que las soluciones no son fáciles, aunque todas pasan por dos caminos que considero son imprescindibles de seguir: la reducción de impuestos y la eliminación de carga fiscal a las empresas y PYMES, y el cambio de concepto de autor que se tiene en España.
            El cambio de concepto de autor es algo muy importante y podemos mirar como ejemplo lo que es un autor en los países anglosajones o en Estados Unidos. Allí los autores deben contar con la figura de un agente literario si quieren publicar, y esto, lejos de ser una carga, es una ayuda valiosa cuanto que el agente no cobra sus honorarios hasta que la novela de su cliente ha encontrado una editorial que la compre y publique. En España es lo contrario. Si decides contratar los servicios de un agente literario debes pagar una mensualidad (que es carísima) publiques o no publiques. Es decir, si tu agente tarda doce meses en colocarte la novela, son doce meses de pagos. En los países anglosajones o en Estados Unidos la editorial debe pagar antes una suma de dinero acordada con el agente al autor para comprar los derechos de publicación de la obra. Aparte de este pago que puede variar según la editorial, importancia del autor o calidad de la novela (un pago que tiene unos mínimos), la editorial debe pagar un porcentaje de beneficio al autor por ventas. Como he explicado a lo largo de la entrada, en España no hay ese pago inicial y los porcentajes de beneficios son más bien bajos y en ocasiones hasta inexistentes. Además de todo esto, existen sindicatos de autores, abogados especializados y leyes que defienden al autor y sus derechos, que velan porque sus intereses sean respetados y las condiciones del contrato cumplidas. Aunque en España también existen estas medidas de protección al autor, el problema es que en su mayoría no son aplicables debido a la lentitud de la Justicia, a la excesiva burocracia o al hecho de que son tantas las trabas que se ponen a los autores que prácticamente estos se encuentran indefensos cuando se topan con problemas. Si quieres defender tus derechos te ves obligado a contratar abogados por tu cuenta o a unirte a asociaciones de editores y autores.
            Como se puede comprobar, las formas de publicar y de ganar dinero con tus novelas son muy diferentes dependiendo del país donde se publique. Lo que está claro es que los escritores no consiguen vivir de lo que escriben, con lo que la idea que está arraigada en el común de los españoles de que “los escritores son gente que gana dinero por no hacer nada” es errónea y estúpida. Conociendo esto, tal vez comprenderás cuando un autor te dice aquello de “no escribo por dinero, sino por otros motivos”, y esto es porque el autor sabe muy bien que conseguir beneficios con sus obras no está a su alcance incluso aunque consiga publicar con una editorial.


¿Se puede ganar dinero publicando de forma independiente?

            He dejado para lo último una nueva tendencia que de cinco años para acá ha ido consiguiendo más adeptos: publicar de por libre. Gracias a Internet y a plataformas tipo Amazon o Lulú, los autores que no consiguen publicar de forma tradicional con editoriales tradicionales encuentran la manera de que sus obras vean la luz publicando a través de Internet, bien sea en el formato libro electrónico o formato papel mediante ventas según pedidos.
            Se podría pensar que eliminando a las editoriales y a todos los intermediarios, los precios de las obras se abaratan y el autor puede optar a un porcentaje mayor de beneficios. Esto es así en los libros electrónicos, pero no en los libros de papel que se venden según demanda por Internet. Con todo, las ventas de libros electrónicos no alcanzan los volúmenes de los libros en papel. Y si eres un autor novel y deseas competir con las grandes editoriales y los autores de renombre, debes poner tus obras a precios competitivos y llamativos, con lo que tus porcentajes de beneficios bajan. Es decir, te pongo de ejemplo mis novelas electrónicas. Para poder vender y competir tengo mis obras a 2,99 euros. De aquí me llevo un 70% de beneficio, lo que significa aproximadamente 1,60 euros de beneficio por venta. Todo un sueldazo, oigan…
            Claro que se puede ganar dinero publicando de forma independiente, pero si pegas el pelotazo en ventas; si no es así, puedes olvidarlo.
            No es mi intención desanimar a los futuros escritores o a los autores que están intentando medrar en este difícil mundo, sino dejar muy claro los problemas a los que se van a enfrentar, y que si la meta es hacerse rico escribiendo entonces te has equivocado de profesión. Si te preguntas por qué un escritor gana tan poco y a donde va a parar el dinero de las ventas de tus libros ya te he contestado. Ningún profesional te va a contar nada de esto al respecto a no ser que tenga tu confianza, pero es así. Soy escritor, pero también fui editor literario y socio de una editorial por años. Sé de lo que hablo y la experiencia ganada decido compartirla como forma de ayuda a mis compañeros autores.
            Si lo tuyo es escribir hazlo, pero no lo hagas por dinero. Si el dinero viene, estupendo, pero no cuentes con ello.