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lunes, 22 de agosto de 2011

Avance CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO


Dönitz, Karl nació el 16 de septiembre de 1891 en Grünau, cerca de Berlín, hijo de un próspero ingeniero en el seno de una familia burguesa. Comenzó su carrera en la Marina Imperial en abril de 1910. Durante sus primeros años como oficial de marina, el teniente Dönitz los pasó a bordo del crucero SMS Brelau. Tuvo una breve experiencia en un escuadrón de hidroaviones hasta que en 1916 comenzó su carrera en el arma submarina. Pasó nueve meses en cautiverio, en un campo de prisioneros, hasta 1920.

Regresó a la Kriegsmarine, donde permaneció hasta 1935. Es en julio de 1935, cuando el Gran Almirante Raeder le confirió la tarea de construir la moderna arma submarina. En ese momento, el Führer había decidido ignorar las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles.

Pese a las restricciones en el número de unidades fue capaz de planificar cuidadosamente una exitosa campaña. Cuando el 30 de enero de 1943, reemplaza al Gran Almirante Raeder como Comandante en Jefe de la Kriegsmarine, y además mantendrá el mando personal de la Flota Submarina. Hitler lo asciende a Gran Almirante y le otorga las Hojas de Roble para su Cruz de Caballero el 30 de enero de 1944.

Sin embargo, las operaciones directas contra barcos de guerra se mostraron contrarias a la flota alemana, con lo que las unidades se centraron en los objetivos que ya había adelantado Dönitz en su día: los buques mercantes. En 1941, los daños causados a los convoyes de suministros eran muy grandes y la armada alemana recibía los primeros sumergibles del Tipo VII. Pero la victoria jamás se podría haber decantado del lado alemán por dos motivos. Primero, la entrada de los Estados Unidos en el conflicto en diciembre de 1941 provocó un grave cambio en el equilibrio de fuerzas navales, y en segundo lugar, la obtención de la máquina criptográfica Enigma permitió a los Aliados descifrar los mensajes entre las unidades navales alemanas. Sólo el 1 de febrero de 1942 las unidades «Tritón» de la flota recibieron máquinas «Enigma» mejoradas (M4), pese a todos sus códigos fueron descifrados en diez meses por los Aliados.

El 19 de mayo de 1943 su hijo menor, Peter Dönitz, muere en el hundimiento de su submarino U-954, en el Atlántico Norte, donde servía como oficial.

Dönitz ideó el concepto de la Manada de Lobos (táctica recuperada de la Primera Guerra Mundial), mediante el cual, una vez que un submarino detectaba un convoy, daba el aviso a su Cuartel General y esperaba al acecho la llegada de los submarinos que se encontraran en las inmediaciones, para atacar en grupo, siguiendo en cuadrilla a los barcos durante millas y millas de navegación. Dönitz fue ascendido el 31 de enero de 1942 al grado de Gran Almirante. Este ascenso le otorgó a su vez el cargo de Oberbefehlshaber der Kriegsmarine o Jefe Supremo de la Kriegsmarine.

Al final de la guerra, los últimos modelos de submarinos alemanes operativos, los tipos XXI y XXIII, fueron capturados intactos por los Aliados.

Dönitz siempre fue leal al Führer y al Partido Nacionalsocialista, y por ello Hitler lo nombró su sucesor como Presidente del Reich, cargo que ocupó durante veinte días. Su última misión como Comandante en Jefe de la Wehrmacht fue instalar el gobierno en Flensburg, en la región Schleswig-Holstein, desde donde intentó negociar el armisticio con los Aliados, sin mucho éxito pues la suerte de Alemania ya estaba echada. Se dirigió a la población el 1 de mayo de 1945 intentando mantener elevada la moral de la ciudadanía, mientras trataba de seguir la lucha contra la Unión Soviética.

El día 8 de mayo de 1945, anunció por radio la rendición incondicional de todas las fuerzas alemanas. El 22 de mayo, su ayudante Lüdde-Neurath le comunicó que la Comisión Aliada de Control exigía que a la mañana siguiente, acompañado por Friedeburg y Jodl, se trasladase a bordo del buque Patria, donde estaba alojada dicha comisión. Una vez allí, subieron a bordo del buque sin honores de ningún tipo, salvo por los flashes de las cámaras de los fotógrafos. Frente a una mesa en la que estaban sentados Dönitz, Jodl y Friedeburg, se acomodaban los Jefes de la Comisión Aliada de Control, formada por el General de División americano Rooks, el General soviético Truskov y el General británico Ford. Tras la lectura por parte del General Rooks de una comunicación en la que se disponía que, por orden de Eisenhower, él y el Alto Mando de la Wehrmacht iban a ser detenidos, pasaron a ser considerados prisioneros de guerra. Al preguntarle si tenía algo que objetar, se limitó a decir:
«Sobran todas las palabras».

Fue desprovisto de sus condecoraciones y uniforme, cambiándolo todo por un pijama gris. Así acababa para siempre el Tercer Reich de los mil años. Posteriormente afirmaría:
«¿Cómo puede un tribunal extranjero juzgar al Gobierno soberano de otro país? ¿Podríamos haber proceso a su presidente Franklin D. Roosevelt y al secretario Henry Morgenthau, o a Winston Churchill si hubiéramos ganado la guerra? No podríamos haberlo hecho y no lo lo habríamos hecho. De haber juicio, tiene que llevarlo a cabo la nación de cada uno, y con tribunales establecidos por ella.»

En los Juicios de Nüremberg se enfrentó a cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la paz. No se le acusó de crímenes contra la humanidad, pero sí de planificar la guerra y de dar órdenes para no prestar ayuda a los náufragos en los ataques de los submarinos. Ésta era la acusación más importante y se basaba en una orden directa dada por Dönitz en 1942, tras el hundimiento del barco Laconia con miles de náufragos británicos, polacos e italianos. El comandante del submarino organizó el salvamento de los náufragos y declaró neutral la zona por Alemania para permitir el rescate. Al ser bombardeado el submarino por un avión aliado durante el rescate. Declarado culpable de dos de los tres cargos, fue condenado a diez años que cumpliría en la Prisión de Spandau.

Abandonó la prisión en 1956 y de retorno a la vida civil, fijó su residencia en la villa de Aumühle cercana a Hamburgo, cumpliendo así integra su condena. No hubo clemencia para el sucesor de Hitler. Escribió sus Memorias que fueron publicadas en 1968, y luego se dedicó a escribir la historia del arma de guerra submarina alemana.

Karl Dönitz falleció la Noche de Navidad de 1980. Decía no simpatizar con los ideales de Hitler y que únicamente le veía esporádicamente, teniendo él un control absoluto sobre sus acciones y decisiones militares, algo cierto, dado que Hitler reconoció públicamente desconocer los pormenores del mar. Según sus propias palabras:
«Yo no soy un político. Jamás tuve la más ligera sospecha de las iniciativas que se tomaban en lo concerniente a los judíos. Hitler decía que todo debía ocuparse de sus asuntos y los míos eran los U-Boot y la flota»

Aún así, otros militares en sus correspondientes biografías afirman que las visitas de Dönitz a Hitler se fueron haciendo más regulares a medida que la guerra se acercaba a su fin, y que Dönitz se jactaba públicamente de su ferviente nazismo y afiliación al partido. Es algo que ya nunca sabremos, aunque, lo realmente cierto es que fue injustamente condenado en los juicios de Nüremberg.


Biografía recogida en el libro
CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO. A la venta por EDICIONES MEDEA, también en formato digital a través de EDITORA DIGITAL. Es una obra de Juan Carlos Sánchez Clemares.

Nota: La biografía aquí recogida es un resumen de la aparecida en el libro citado.


martes, 9 de agosto de 2011

CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO



CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO, excelente libro de Historia sobre la Segunda Guerra Mundial, una guía sobre los oficiales alemanes que consiguieron la medalla alemana al valor por excelencia: la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Es un libro muy completo, con detalladas biografías tanto de alemanes bien conocidos como Rommel o Guderian, y otros no tanto como por ejemplo Matthäus Hetzenaur, el mejor tirador de la II G. M. El libro se completa con la historia de la Cruz, de los diferentes estamentos del ejército alemán y nazi y otras cosas como batallas, fechas, operaciones bélicas y similares. Está escrito pensado para ser una referencia tanto para los estudiosos de la II G. M. como para los aficionados.
Medea Ediciones pretendía sacar una línea de libros de Historia ambientados en la II G. M. y se pensó que este libro sería ideal para ser el primero. No hay ningún libro en español sobre el tema, tan sólo en ingles o alemán, pero no en español; es, por tanto, el primero en su género.
Las condiciones que puse para escribir el libro fueron las siguientes: NO se debía ensalzar el nazismo, al contrario, en todo el libro lo criticamos con fiereza. Se debía ensalzar el valor del soldado alemán, más prohibí que se hablara o se pusieran biografías de asesinos y soldados alemanes que cometieron crímenes de guerra. NO es una apología del nazismo, en todo caso, sí del valor del soldado alemán que defendía una causa y su patria, aunque esa causa estuviera equivocada y su patria fuera el hogar de escoria nazi.
Otra condición, dado que la obra es divulgativa, era que teníamos que ser lo más exactos posibles, sin intentar omitir información, contrastando las fuentes y siendo muy cuidadosos con las fechas y biografías. Mucho esfuerzo nos ha costado, porque hemos tenido que investigar en foros, documentos, libros e Internet; el esfuerzo mereció la pena y se puso a la venta el libro que desde el primer momento ha sido un éxito de ventas y críticas especializadas.
La verdad es que nunca me imaginé que iba a escribir libros divulgativos sobre la II Guerra Mundial, y mucho menos sobre la Alemania nazi, pero esta demostrado que la vida de un escritor da muchas vueltas y uno nunca sabe en lo que va a tener que trabajar. Al principio fui muy reacio a escribir el libro, por dos motivos importantes. Uno era que no entendía mucho de la II G M y el otro que no me atraía el tema. A lo primero, tras meses de estudiar y leer libros pude ponerme más o menos a la altura del trabajo que se me avecinaba. Hoy, tras dos años de trabajo, leer miles de datos, contrastar fuentes y bucear en foros del tema, se puede decir que me he convertido en un experto. Y en cuanto a lo segundo, sigue sin atraerme mucho, pero a veces, escribir, es una obligación necesaria tanto para ganar dinero y seguir en la lucha como para poder publicar otras obras. Una de las condiciones que puse para trabajar en la obra es que luego se me publicaran otras novelas, cosa que he conseguido.
Con todo, es un libro esperado por los aficionados al género y que ha sentado las bases para seguir sacando otros.
Primera edición: mayo de 2010
1ª reimpresión: septiembre de 2010
2ª edición: octubre de 2010
3ª edición: diciembre de 2010
4ª edición: abril de 2011
Editorial Medea Ediciones
ISBN: 978-84-96789-61-6
La obra CABALLEROS DE LA CRUZ DE HIERRO se vende en librerías y centros comerciales a través de EDICIONES MEDEA y por su página Web. También a la venta en formato digital en EDITORA DIGITAL. Es una obra escrita por Juan Carlos Sánchez Clemares.

lunes, 1 de agosto de 2011

CRÓNICAS LUPINAS III

CAPÍTULO III. Ultramarines al poder

Mis primeros pasos en el mundo del Warhammer 40.000

Tal y como narré en el anterior capítulo, algo había cambiado en el mundo del W40K: había nacido la 2ª edición, la mejor edición del juego hasta el momento y posiblemente el mejor juego de estrategia de la Historia. Debéis comprender que por aquellos lejanos tiempos apenas existía manera de poder enterarte de ciertas cosas. Los móviles recién comenzaban a aparecer, Internet no existía ni como palabra y en Madrid había pocas tiendas de miniaturas o comics. Games Workshop sólo tenía dos tiendas en toda la Comunidad de Madrid: una en la calle Princesa, la más conocida, y la otra enfrente del estadio de fútbol Santiago Bernabéu, que era para ricos por su ubicación. Esto hacía muy difícil poder enterarse de las novedades, sobre todo porque en Getafe éramos pocos los que nos interesábamos por estas cuestiones. La revista White Dwarf apenas llevaba unos números en venta y era muy difícil encontrarla, porque no se vendía por entonces en quioscos, sino tan sólo en las tiendas oficiales. Vamos, el caso es que la salida me pilló por sorpresa y las pocas noticias a las que tuve acceso me llenaron de curiosidad y satisfacción porque, efectivamente, la calidad del juego se había multiplicado a niveles insospechados.

A Ripley Comics comenzaron a llegar con cuenta gotas novedades: blisters de Marines del Caos o Marines Espaciales, Orkos, cajas de Rhinos, de Marines, cosas así, y cada cosa era mucho mejor que la anterior, pero siempre había una raza y ejército que me llamaban poderosamente la atención: los Marines Espaciales, en concreto, los Ultramarines. Esas minis azules, con números en sus hombreras, símbolos marciales, con estandartes para identificar a los oficiales, rezumaban disciplina, poder, valor y decisión. Debía saber más de ellos, así que acudí a mi fuente oficial para estas cosas: Maikel Caos. Maikel me contó muchísimas historias sobre los Ultramarines, y me trajo panfletos de propaganda y fotos sueltas de aquí y allá. Habló sobre la historia de los Ultramarines, de la Herejía de Horus y como los Ultramarines inventaron el Codex. Eran el epitome de la perfección humana, leales, disciplinados, sumamente organizados, eficientes y valientes hasta el final; referencia obligada para el resto de Capítulos de Marines Espaciales. Salían en todas las cajas, y cada vez que Games sacaba una novedad tipo genérica lo hacía pintada con los colores de los Ultramarines. Sí, por Crom, y por la Loba, los Ultramarines eran los romanos del 41º Milenio. Era evidente que Games se había basado en la Antigua Roma y sus legiones para crear a los Ultramarines (los de Games nunca han sido un prodigio en cuanto a originalidad), así que el romano que era yo supo que mi destino ya estaba sellado: entraría a formar parte del mundo del W40K y el Emperador y los Ultramarines serían mi ejército.

Por entonces la revista White Dwarf ya había salido, pero como ya explicara, su tirada era muy corta y se vendía en tiendas de Games. De cuando en cuando lográbamos cazar alguna y la devorábamos con ansia buscando fotos, noticias, minis y trucos para pintar. Como sospechaba, los Ultramarines eran el Capítulo referencia para el resto de Capítulos. El Destino quiso que no tuviera en mis manos revistas que hablaran sobre los Lobos, aunque sí que les conocía de pasada, referencias vagas; y vi un par de minis pintadas como Lobos, pero eran minis genéricas de Marines sin ninguna personalización. A pesar que el nombre era poderoso, los Ultramarines acaparaban toda mi atención. Decidí, pues, comenzar a coleccionar mi ejército. Mi primera adquisición fue una caja de seis Marines de plástico multi componentes, que eran bastantes buenas a excepción que la cabeza ya venía encajada siendo la gran pega. Luego un Rhino para transportar a la mini escuadra y un blister de Marine Devastador con cañón láser para dar apoyo pesado a la mini escuadra. En esas estaba, cuando descubrí a los Ángeles Sangrientos. ¡El Emperador me asistiera! Impresionantes eran sus minis de personajes especiales, y la historia de su Capítulo molaba mogollón; sobre todo esos tipos de armaduras negras y cruces rojas medio enloquecidos y sedientos de sangre. Mephiston era un mini impresionante (para mi gusto, el mejor diseño de personaje Marine Espacial de todos los tiempos), y Corbulo me fascinaba con su pose heroica grial en alto. Ahora se me presentaba un dilema: sí, los Ultramarines eran la leche, pero los Ángeles Sangrientos eran alucinantes por sus minis de personajes especiales.

En plena pugna por elegir que Capítulo hacerme, descubrí otro nuevo Capítulo. Lo hice a través de una novedad. A la tienda llegó la caja del renovado tanque Predator de los Marines, y en contra de la costumbre de presentarlo pintado de azul Ultramarine, lo hicieron en Verde Ángel Oscuro. Crom, Macha y Nemain, que ese tono de verde flipaba de verdad. ¿Quiénes eran esos Ángeles Oscuros? La mezcla de túnicas, de ornamentos góticos funcionaba a la perfección, pero sobre todo ese verde oscuro para pintar el Capítulo era magnifico. Conseguí como pude información sobre los Ángeles Oscuros y pronto pude saber más sobre ellos. El trasfondo de los ÁO no me gustaba demasiado, eran un poco caóticos para mi gusto, pero me gustaba bastante que se dividieran en compañías especializadas, aunque no me entusiasmaba demasiado el color de los exterminadores, de hueso, pero bueno, cada cual podía pintar las miniaturas con el color que le diera la gana. Bueno, la cuestión era que andaba hecho un lío, porque durante un par de semanas debatí mucho sobre que Capítulo hacerme, si Ultramarines, si Ángeles Sangrientos o Ángeles Oscuros. Mucho rumié, pensé, reflexioné, maldecí a los dioses por ponerme en tan dura encrucijada. Incluso llegué a pensar, ingenuo de mi, en hacerme los tres Capítulos. Cada mes compraría una cosa relacionada con un Capítulo diferente y poco a poco haría los tres.

Rápidamente tuve que desechar tal idea, porque pronto descubrí que hacer tres Capítulos era tarea imposible para mi presupuesto, sobre todo porque necesitaba rápidamente minis para comenzar a jugar, y si cada mes compraba una cosa para un Capítulo, pasarían muchos meses antes de que pudiera tener un miserable ejército con que enfrentarme a mis oponentes. No, esa no era la solución, debía elegir un Capítulo y dedicar todos mis esfuerzos a él. Tras muchas agónicas torturas mentales, opté por quedarme con los Ultramarines. ¿Por qué los Ultramarines y no los demás? Bueno, básicamente puse en una balanza los pros y contras de cada Capítulo, sus trasfondos, personajes, absolutamente todo. No elegí Ángeles Sangrientos por un motivo muy claro: no me gustaba el color de su Capítulo. Los personajes eran muy chulos, muy heroicos, pero el resto del ejército era horrible todo pintado de ese rojo chillón; y que decir de los vehículos, rojo brillante, espantoso, más propio de niños que de Marines Espaciales. Había que tener en cuenta que en aquel entonces el equipo artístico de Games pintaba al estilo de la época, con colores brillantes, mezclando claros con oscuros para conseguir fuertes contrastes, y los Marines no eran la excepción. Muchos años más tarde los Ángeles Sangrientos serían pintados con un tono más oscuro y tintas negras, haciéndoles más épicos, mejores, pero entonces era así.

No elegí los Ángeles Oscuros porque su trasfondo no me gustaba, no me agradaba la historia de su Primarca y lo cerca que estuvieron de traicionar al Emperador. Pero tampoco me molaban las pocas opciones que ofrecía el Capítulo. Sí, era cierto que tenían compañías muy especializadas, pero nada más. Vamos, que no me convencían. Finalmente me quedé con los Ultramarines por muchos motivos. Eran como los romanos, disciplinados, muy organizados y eficientes. Podían optar a todo tipo de armamento y poseían muchas minis de cualquier tipo: Apotecarios, Semánticos, Epistolarios, Bibliotecarios, Señores del Capítulo, Sargentos, Veteranos, Tropas de asalto, Tácticas, Devastadores, TecnoMarines, servidores, armas de apoyo, vehículos de todo tipo, Exploradores y podían utilizar todas las miniaturas genéricas de Marines Espaciales sin importar como fueran. También me convenció observar una foto de una Compañía entera desplegada de manera espectacular. Sí, los Ultramarines serían mi Capítulo de Marines.

Elegido ya el Capítulo, mi intención fue marchar a Games Princesa y comprar el Codex, para comenzar de inmediato, mes a mes, la compra de material tanto para jugar como para montar y pintar las miniaturas. Ya en la tienda, hice un descubrimiento asombroso: Games sacaba a la venta cajas de ejércitos completos de W40K, entre ellas las de los Ángeles Oscuros, Ángeles Sangrientos, Ultramarines, Eldars, Orkos y Tiránidos. Eras unas cajas enormes, con 2.000 puntos de 2ª edición, que eran muchos puntos, y comprando la caja no sólo tenías todo el ejército con personajes (los vehículos no se incluían), sino que además te ahorrabas un montón de dinero (por entonces Games hacía buenas ofertas). La oferta era limitada, pero no temía quedarme sin ella, porque era un buen pico de dinero de golpe (25.000 pesetas de la época; unos 150 €) y no había mucha gente que diera esa cantidad tan fácilmente. Me propuse comprar la caja, esperar paciente un mes y hacer muchos sacrificios, pero la oferta era demasiado buena para dejarla pasar. Transcurrido el mes de penurias, con mi dinero en el bolsillo, corrí de inmediato a Games a por la caja edición limitada del ejército de los Ultramarines. El viaje en Cercanías RENFE y Metro fue de lo más agónico y lento, pero finalmente llegué a mi destino. Con el corazón desbocado, las ansias del comprador, el ceño fruncido (¿y si se había agotado la caja?) y jurando quemar la tienda si no conseguía mis propósitos, entré en el establecimiento como un toro en el ruedo. No sólo llevaba dinero para comprarme la caja, sino también el Codex, un tanque Predator y puede que algo más. Miré en el lugar donde colocaban los de Games las cajas grandes, y allí estaba, gloriosa y con mi nombre marcado: la estupenda caja de Ultramarines. Ya nada me podía detener, era mía. ¿O no? Continuará…

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