CAPÍTULO XII. FINAL: La 3ª edición de W40K. tercera parte.
El principio del fin.
El principio del fin.
Mi
nombre es Sinuhé, el egipcio, y escribo la historia mi vida justo cuando esta
se está terminando y… No, un momento, se me ha ido la cabeza. No era así como
debería empezar esto, pero al fin y al cabo estamos narrando acontecimientos
épicos que dejarán su impronta en la Historia del Imperio de la Humanidad. Así
pues, dejemos constancia de los hechos para las siguientes generaciones y sepan
de la caída del Ojo del Terror. Siguiendo con la historia, explicar como, en
medio del caos y la caída, logré salvar por poco lo suficiente de la asociación
para que, en un futuro, pudiera volver a resurgir. Lo habíamos dejado en que ya
me había marchado hace meses de la asociación y los socios y las siguientes
Juntas Directivas únicamente habían conseguido que el club desapareciera. ¿Era
el fin?
Un día, ya
tras muchos, pero muchos meses después de que me decidiera a abandonar el Ojo
del Terror y dejar de lado la actividad del wargammes, me entró la curiosidad
por saber que sería del club, como estaría funcionando. Nunca perdí el contacto
con los amigos, y a través de ellos supe que el Ojo del Terror iba cada vez a
peor. No me acuerdo por quien fue, creo que por Raúl, pero supe de una anécdota
que reflejaba a que miseria había llegado la asociación. Una tarde uno de los
socios veteranos decidió pasar por la sala para saludar y se encontró a un
chavalito jugando al Risk… él solo. No había nadie más, no existía ningún
control y el declive era total.
Al enterarme
de aquello, pensé que era el momento de hacer algo, porque si no todo por lo
que luchamos se perdería. Así pues, con decisión y con bastante caradura, todo
hay que decirlo, me planté en la sala dispuesto a tomar al asalto el Ojo del
Terror. La bestia de mi interior volvía a aullar anhelando la batalla. Nunca
devolví el juego de llaves de los armarios, y como los conserjes siempre me han
dado total confianza, pude acceder a la sala sin problemas. Efectivamente, tal
y como me dijeran, aquello era el final. La sala vacía a excepción de Maikel y
unos cuantos jugando (como no) al Magic. Los juegos en mal estado, muchos
desaparecidos, los tapetes horrorosos, algunos volaron, la escenografía
machacada, mucha nos la robaron. ¿Qué era aquello? Por Russ y por Crom que no
lo podía permitir. Acumulé en el sótano centro muchas cajas de cartón y las
comencé a llenar con la mejor escenografía y con aquella que estuviera en buen
estado. En otras cajas metí juegos de rol, los estatutos, los cuadernos, el
sello y varios papeles, incluyendo material para construir escenografía.
A la pregunta
del presidente de turno (que era el niñato aquel hijo de papá con dinero que se
lo gastaba todo en cartas caras de Magic) argumenté que bajaba todo el material
al sótano para que no se estropeara y estuviera a buen recaudo. El chaval no
estuvo muy convencido de lo que dije, pero pasé absolutamente de él e hice lo
que me propuse, más que nada porque ya no se me podía detener. A los pocos
días, en cuanto tuve el coche de mi madre, que es grande, me pasé por el Centro
y en menos de cinco minutos me llevé todas las cajas ya cerradas y las puse a
salvo, dejándolas con reverencia y profundo respeto en una cripta bendecida y
ungida con oleos sagrados en la parcela de mi hermana. Tras colocar los sellos
imperiales y recitar letanías sagradas e himnos de batalla, activé los pernos y
las puertas blindadas se cerraron, poniendo a salvo todo aquel precioso
material que ya formaba parte de mi vida y de la de mis amigos.
No estaba
dispuesto a consentir que todo aquello (escenografía, papeles, estatutos,
materiales…) se perdiera por la incompetencia, egoísmo y banalidad de unos
cuantos. Guardaría con sangriento celo el tesoro y lo mantendría a salvo, a la
espera de que llegara el momento oportuno para, si el Emperador lo quisiera,
volver a sacarlo a la luz. Nunca más me volví a pasar por el Centro, ni quise
saber nada del club. Satisfecho de haber cumplido con mi deber, dejé pasar el
tiempo. Está decisión de tomar todo aquello y llevarlo fuera del alcance de los
que todavía se encontraban en el otrora poderoso club fue una de las decisiones
más acertadas que tomé a lo largo de muchos años. Gracias a esto, y aunque este
muy mal decirlo por mi parte, se pudo salvar un importante legado que de otra
manera a buen seguro se hubiera perdido para siempre. Cuando años más tarde nos
volvimos a reunir los socios veteranos para relanzar el Ojo del Terror, en
2008, ante sus asombrados ojos deposité el tesoro y las reliquias guardadas en
la cripta en lo más profundo de mi fortaleza. Entonces nos dimos cuenta de que
el espíritu del Ojo del Terror nunca había muerto, sino que se había retirado
para curar las heridas y volver con mayor fuerza posible. Aprendiendo de los
errores del pasado, con nuevos bríos y aún mayores ganas, el Ojo del Terror
despertó para terror de los enemigos de la Humanidad. El lobo que hay en mi,
ahora ya viejo y más experimentado, sonrió con perverso placer. El trabajo, la
perseverancia y mi natural astucia habían dado sus frutos. El Ojo del Terror
había vuelto.
Pero esto, ya
es otra historia que quizás deba contarse dentro de unos años, porque ahora ya
no es el momento de narrar, sino el de vivir y hacer la Historia.
“Haz a los demás lo que ellos te hagan a ti,
sólo que procura que nunca más te lo vuelvan a hacer”. Proverbio cimmerio.
También
puedes seguir las Crónicas Lupinas en el Foro de la asociación Ojo del Terror. Crónicas Lupinas están escritas
por Juan Carlos Sánchez Clemares y debidamente registradas a su nombre (así que
ojito o Crom te puede patear el trasero).
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