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lunes, 4 de marzo de 2019

LA NUEVA CENSURA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA


LA NUEVA CENSURA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA   

            Bienvenidos a una nueva entrada en mi blog, dentro del apartado opinión y denuncia. Un tema bastante caliente y que despierta polémica, pues son muchas las personas que niegan que exista la censura y que no entienden que los protocolos de “corrección política” y las imposiciones ideológicas no son más que impedimentos a la libertad de expresión, a la libertad misma y a la dignidad de los ciudadanos, tanto autores como no.
            Esto que voy a decir puede que te coja de sorpresa, pero es inútil ocultarlo más bajo falsos eufemismos: en España está implantada la censura en la Literatura. Cierto, no existe un organismo repleto de censores que se dedican a vigilar atentamente todo lo que se publica (o sí, pues el Ayuntamiento de Madrid, gobernado por una coalición extrema-izquierda-comunista está intentando crear o ya ha creado una concejalía encargada de vigilar que no se publique nada en Madrid “políticamente incorrecto”), pero ya desde diferentes medios de comunicación, agentes sociales, asociaciones, ONGs partidos políticos y demás se presiona, señala y se condena a todo autor que ose salirse de lo que ellos consideran moralmente correcto y de la ideología política imperante; o que ellos pretenden imponer silenciando a los demás.

¿Cómo es esa presión sobre los autores?

            Principalmente es el ostracismo. A no ser que seas un autor muy conocido y que publiques con una potente editorial, la mejor forma de presionar a un autor es el olvido, el desprecio. Se le señala, se le acusa de racista, machista (si eres mujer, traidora a tu género), fascista o cualquier otra cosa que valga. El autor, presionado, solo, pues posiblemente nadie le ayude (porque nadie quiere verse tampoco en esa posición de señalado), termina por claudicar y escribe o realiza cambios en su obra que le conduzcan a salir de la situación de ostracismo en la que se encuentra. Si decides ser fiel a ti mismo y negarte a realizar cambios en tu novela, entonces te encontrarás apartado allá al fondo, etiquetado como “enemigo social” y autor “maldito”.
            Otra forma de censura es negar las subvenciones o las diferentes formas de ayudas que un autor puede recibir por parte de un organismo oficial o asociación directamente relacionada con dicho organismo. Si deseas ese dinero o ayuda para escribir o promocionar tu obra, debes atenerte a las reglas que te impongan. Esto yo mismo lo he sufrido por parte del Ayuntamiento de Getafe (hace ya más de quince años; la cosa ya viene de lejos…), donde podía optar a publicar uno de mis relatos cortos siempre y cuando ese relato se ajustara a unos parámetros que ellos me imponían. Esos parámetros no eran más que una gran carga ideológica política, campaña electoral clara y falsedades encaminadas a ensalzar a unos y a desprestigiar a otros, a todos aquellos que no pensaran como ellos. Como no podía ser de otra manera, me negué a escribir lo que ellos me imponían y me quedé sin la posibilidad de publicar mi relato.

            También las mismas editoriales imponen sus criterios a la hora de publicar una novela. Existen muchas que se siguen ciñendo únicamente a criterios de calidad y éxito comercial, pero cada vez más surgen editoriales pequeñas y medianas que se nutren para su supervivencia o bien de fondos públicos (mediante subvenciones o ayudas), o simplemente no yendo a contracorriente, es decir, rindiéndose a la ideología y prejuicios reinantes. Esas editoriales no aceptan manuscritos que no se ajusten a los perfiles que desde otros estamentos (políticos) les imponen.
            Existen muchas más formas de presionar a un autor, pero la más fiable, sutil pero no por eso menos eficaz es la de autocensurarse.

La autocensura

            Es un arma poderosa que se ha creado conscientemente para anular la capacidad de resistencia de las personas. Como ya he explicado más arriba, uno de los métodos más eficaces para conseguir la anulación de la voluntad y transformar a los ciudadanos en esclavos es la presión social, el señalar públicamente a aquellos que se salen de la manada y osan pensar de por libre. A casi nadie le gusta que sus vecinos, amistades y conocidos le señalen como intolerante, racista, homófobo, machista y cosas parecidas, y como no gusta que se acusen de cosas ciertamente horribles, pues se intenta evitar todas las situaciones que te hagan caer en el escarnio público. Además, se sabe que una vez que has sido señalado, es prácticamente imposible que puedas conseguir aquello que te proponías, en este caso, publicar tu obra. Imagínate la situación. Eres escritor y vas de editorial en editorial intentando publicar tu novela, pero esta ya lleva el cartel de machista, racista o cualquier otra cosa acabada en –ista. Vamos, la peregrinación desde Madrid a Moscú de rodillas y sobre brasas ardientes es mucho más fácil que conseguir que tu novela se vea publicada. Sabes perfectamente que los mecanismos que te han señalado como “oveja negra” poseen unos automatismos que de inmediato anulan tus posibilidades como autor. No deseas que ocurra eso, como no deseas que te insulten por redes sociales o que cada comentario tuyo sea retuiteado mil veces y siempre para mal.
            Entonces se pone en marcha la autocensura, un monstruo divinamente evolucionado que se adapta a todas las situaciones. En tu novela escribes la palabra “mariconadas” en boca de uno de tus personajes, por ejemplo, y enseguida notas que te entran sudores fríos, comienzas a pensar: “¿No habré puesto esta palabra mal? ¿No será una falta hacia un colectivo que se puede sentir ofendido? ¿No pensarán los editores, los lectores, que tras esta palabra se encuentra un sentimiento de homofobia, qué inconscientemente he revelado que no soy más que un homófobo? ¿Y si no me publican la novela por esto, y si los lectores me insultan, y si…?”. Y, finalmente, quitas la palabra “mariconadas” y la cambias por, digamos, “gilipolleces”, que es muy neutra hasta que algún subnormal (uy, que ya me he metido con otro colectivo; la que me espera…) arguya que esa palabra ofende o no sea inclusiva y también esté prohibido mentarla.

            Este ejemplo que he puesto es mucho más corriente de lo que se puede pensar. Y es tan verdad que incluso grandes autores de la talla como Pérez Reverte se han visto ante esta situación. En un estupendo artículo, Reverte explica como él mismo se autocensuró, y si él lo hizo, que es Dios en esto de las letras, imaginaos la autocensura que se puede hacer un autor que comienza en el difícil mundo de las letras (aquí el enlace del artículo por si lo quieres leer: https://www.xlsemanal.com/firmas/20180923/perez-reverte-mariconadas.html). Reverte se crítica a sí mismo por caer en la autocensura, sí, muy loable reconocer su error, pero lo hizo. Más adelante volveré con Reverte, autoproclamado salvapatrias, pero que se ha hecho millonario a base de ceder muy voluntariamente a todos los tópicos, prejuicios, fobias y racismos de toda clase sobre España y más concretamente su Historia en sus novelas.
            Creo que ha quedado muy claro en qué consiste la autocensura. Vamos ahora a explicar de qué modo, personalmente, me he visto atacado por la censura impuesta hoy en día.

Mis novelas no se pueden publicar; son políticamente incorrectas

            Los problemas me han venido concretamente con dos de mis obras más queridas: la trilogía de novela histórica ambientada en la Conquista de México “Crónicas de un conquistador”, y “El pueblo de las nubes”, otra novela histórica ambientada en la expedición de Juan de Oñate en 1598. Ambas obras las he movido tanto en España como en algunos países de Iberoamérica, pero ha sido en España donde me he topado con la censura.
            “Crónicas de un conquistador” directamente me ha sido rechazada por dos editoriales no porque no sea una historia entretenida o porque no esté bien escrita, sino por el tema. En una de las editoriales me dijeron que el tema era muy polémico y podía despertar ofensas en los colectivos indigenistas, algo sencillamente absurdo. Si alguien se siente ofendido por leer sucesos que ocurrieron hace quinientos años es su problema, pero no se puede dejar de publicar algo porque ofenda a otras personas, por muy colectivo que sean. Y en la otra editorial, que ahora no era el momento adecuado para sacar a la venta algo de este estilo, lo cual no es cierto cuanto que las librerías están repletas de libros con temática parecida y, volviendo a Reverte, comprobamos que además venden muy bien. ¿Entonces, cuales fueron realmente los motivos que llevó a estas editoriales a no querer publicar la trilogía?
            Indagando un poco, me di cuenta que las dos editoriales publicaban libros y novelas de temas, digamos, acorde con estos tiempos, es decir, nada que pueda conducirles a polémicas con diferentes colectivos. Es más, si publicaban novelas con “denuncia social” podían optar a ayudas y subvenciones concedidas por asociaciones y entidades directamente relacionadas con el Ayuntamiento o Gobierno de la Comunidad de turno. Por “denuncia social” se entiende publicar historias que pongan a los blancos como racistas, a los españoles como malos, se niegue a España la grandeza inconmensurable de su pasado, se insulte y menosprecie únicamente los sentimientos religiosos de los católicos, se denuncie el heteropatriarcado, se esté a favor del feminismo radical, el aborto es un derecho y no se discute y lindezas parecidas. Atacar a Estados Unidos, aun sin razón, también vale (menos la etapa de cuando gobernó Obama, claro…) para publicar o al menos tener posibilidades de hacerlo con estas editoriales. Es más que comprensible que una novela que versa sobre la Conquista de México, que huye de las mentiras y la propaganda y se ciñe a los acontecimientos históricos, donde no hay blanco y negro, sino tonos de grises y donde los españoles no son tan malos y los indios no tan buenos, no sea entonces publicada. Pero como podéis comprobar, no se publica más que por razones políticas, no editoriales, por tanto, mis libros fueron censurados por motivos ideológicos.
            Podréis argumentar que me equivoqué de editorial, cierto es, pero eso no borra el verdadero problema: que se censuran libros e historias. Y no os creáis que son pocas las editoriales que hacen esto; son muchas más de lo que parece. También podréis comprobar que no hace falta un censor o una organización que vigile las editoriales. Los editores que no quisieron publicar mi trilogía no quisieron buscarse polémicas ni perder las prebendas económicas que obtenían a base de publicar lo que el régimen desea que únicamente se publique. Se autocensuraron por una parte y se vendieron por la otra. En el momento en que te vendes por dinero o favores y aceptas sus reglas te has convertido en un esclavo.
            Con “El pueblo de las nubes” la cosa fue más sangrante todavía. De nuevo, otras dos editoriales diferentes. Una contestó a mi solicitud de publicación que la novela prometía, pero que para publicarla se debían hacer unos pocos cambios. Bien, puedo aceptar eso. Como ya he explicado en otras entradas al respecto de publicar tus obras, es muy normal que los editores exijan cambios en tus novelas. Esos cambios normalmente se suelen dar por criterios de calidad literaria o comerciales y casi siempre son para mejor. Este no era el caso. Los editores me dijeron que mi novela debía cambiarse radicalmente, pues no podía ser que los indios cometieran traiciones y asesinatos y fueran los primeros en declarar la guerra. ¿Qué era esto? ¿Pacíficos indios, que viven en paraísos naturales siendo los agresores? De eso nada. Como todos saben, los únicos que cometen traiciones y hacen la guerra son los blancos, que son malos y opresores. Respondí que es un hecho histórico que no se puede cambiar y me respondieron a su vez que si quería que el libro se publicara los indios debían ser buenos, muy buenos, y los españoles malos, muy malos; no había otra. Y como no había otra, los mandé a freír espárragos.

            En la segunda editorial también pedían cambios, sí. ¿Los indios cometiendo felonías? Tijeretazo. ¿Los españoles comportándose con honor, valentía y diplomacia? Tijeretazo. La historia debía ser más inclusiva, me dijeron. ¿”Cómo se hace eso”?, pregunté. Había que meter cosas y conceptos modernos: luchas de clases, una soterrada denuncia al capitalismo, una pareja homosexual, indios buenos y tolerantes… En fin, hablamos del siglo XVI principios del XVII; aberrante es decir poco. “¿Y si no hago estos cambios no publico?”. No sólo no publico, sino que es muy difícil que publique en otras editoriales. En fin, me marché con mi novela intacta y con cajas destempladas.
            ¿Es posible publicar mis novelas en España? Claro que sí. Como he dicho, hay muchas editoriales que publican novelas de estos temas. Ya mismo las dos primeras partes de “Crónicas de un conquistador” vieron la luz en formato papel hace unos años. Pero el hecho de que existan numerosas editoriales, cada vez más, que se niegan a publicar ciertas novelas porque tocan temas que según ellos son “sensibles y ofensivos” nos indica que la censura poco a poco se está imponiendo.

Lo que es “correcto” y vende

            Y llegados a este punto, vuelvo al tema Pérez Reverte. Las personas no somos blanco y/o negro, como ya he dicho. Hay muy pocas personas que sean excepcionalmente buenas como hay muy pocas que sean excepcionalmente malas. Todos nos movemos en escalas de grises y con comportamientos en muchas ocasiones ambiguos o impredecibles; ni siquiera nosotros a veces sabemos porque hacemos lo que hacemos. Dicho esto, el lenguaje es perverso, y las palabras no se utilizan a la ligera, sino que siempre hay una clara intención tras ellas. Nadie duda, y yo menos, que Reverte es un tipo inteligente, culto y que conoce, quizás no a la perfección, pero sí en profundidad la Historia de España. Por eso, uno se asombra cuando se acerca a sus novelas y lee en ellas esa autocensura que ya he ido denunciando a lo largo de esta entrada. Voy a poner como ejemplo la saga de novelas del Capitán Alatriste, que se sitúan en la España de Felipe IV, siglo XVII más conocido como el “siglo de Oro español”. ¿Son novelas históricas? Es lo que cree la mayoría de la gente y quizás esa fuera la intención de Reverte al escribirlas, pero no son más que obras de aventura (capa y espada) que muy poco tiene que ver con la realidad histórica. El truco que Reverte utiliza es dar ciertas pinceladas históricas a sus relatos y mover a sus personajes por un Madrid y otras ambientaciones muy cuidadosamente recreados, pero eso es todo.
            ¿Dónde se encuentra la autocensura? Los libros de Alatriste son un compendio de clichés falsos, de tópicos más falsos aún, de prejuicios, fobias, mentiras, falsa propaganda y un montón de leyenda negra y que, a pesar de todo, muchos lectores, por no decir la mayoría, creen que son “hechos históricos” y lo dan todo como verdadero. Para poner un ejemplo y que se me entienda, es como si yo escribiera un libro sobre el Madrid del siglo XXI y pusiera a los hombres españoles como toreros, futbolistas y chulos de bar, mientras que ellas son flamencas, matronas o beatas puritanas. Es un Madrid plagado de corrupción, robos, de guardias civiles muy malos que van pegando palizas a la gente porque les apetece y una sociedad corrupta, analfabeta y cruel, siempre dispuesta a robar y mentir, aunque los domingos va a misa y se considera católica. Pues así son las novelas de Alatriste. La pregunta es por qué Reverte, siendo un hombre culto, defensor de la Historia, crea historias que se basan más en mentiras, propaganda falsa y leyenda negra que en hechos históricos.
            Bien, yo no conozco a Reverte ni sé lo que piensa, pero recomiendo a los lectores de este blog la lectura del libro “Imperobia y leyenda negra” de María Elvira Roca Barea, editorial Struela, y podrá conocer una amplia respuesta a la anterior pregunta y conocer como comienza en España la censura que en la actualidad comienza a azotar al mundo de la literatura (como ya hace en el caso del humor, el cine, la TV…). Pero como no quiero dejar al lector con las ganas de saber por qué Reverte escribe las novelas de esa forma, puedo adelantar que posiblemente (posiblemente, recalco) lo hace porque sabe que hay un público que sí acepta una Historia de una España corrupta, decadente, fanática, inculta, atrasada y pobre mientras que lo contrario no lo acepta, como se demuestra en el caso de novelas del mismo género que no consiguen ventas tan millonarias como las de la saga Alatriste. Así pues, Reverte, sus motivos tendrá, se autocensura a sí mismo y se deja llevar por la corriente de pensamiento dominante del momento, aquella que exige a los autores que deben escribir sobre tal cosa, abstenerse de otras y cambiar sus historias por otras más “políticamente correctas”, más de “estos tiempos”, e inclusivas.
            E insisto, aunque peque de pesado. Si Reverte, para mí un escritor genial, hace esto y se rinde a la evidencia, ¿qué se puede esperar entonces del resto de desdichados autores noveles, poco conocidos o que ansían publicar su primera novela?

Reflexiones finales
     


             No estoy aquí para decir a nadie lo que debe hacer, no es esa mi intención. Esta entrada es para dejar constancia de lo que ocurre y de las dificultades que los escritores tenemos para publicar nuestras novelas. A las dificultades ya conocidas y a las que he dedicado ya otras entradas, nos enfrentamos también ahora a una nueva censura y a la autocensura, mucho más eficaz que la primera en cuanto a represión.


            Por eso, la entrada es más informativa que otra cosa, para que si a ti, autor, te ocurre lo que a mí  y a otros autores nos ha pasado no te pille de sorpresa y sepas actuar en consecuencia. No te extrañe nada de lo aquí planteado, no te obceques con publicar al precio que sea y piensa que existen muchos caminos y oportunidades. Persevera, sé fiel a ti mismo y trabaja, no dejes de hacerlo.
            Como he dicho, no todas las editoriales son así, ni todas exigen esos cambios a los autores, pero el mayor peligro se encuentra en la autocensura, en esa lucha con nosotros mismos y nuestros principios, en no dejarnos abatir por el miedo y en el qué dirán y en seguir adelante en nuestros objetivos. Cada cual que haga lo que quiera, pero yo prefiero quemar todas mis obras antes que ceder o dejar que me digan lo que debo escribir, porque si así lo hiciera, ese día dejaría de ser escritor para convertirme en esclavo. Y si caes, o te rindes, al menos ten la decencia de admitirlo. Al fin y al cabo, no somos más que humanos, solo humanos…




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